Revista Música

Kiss arranca su gira española y el Palacio de los Deportes vuelve a incendiarse

Por Alberto C. Molina
Kiss arranca su gira española y el Palacio de los Deportes vuelve a incendiarse

abcdesevilla.es / foto: ÁNGEL DE ANTONIO

Esto ocurrió el martes,  cuando escribo la crónica es viernes, pero aunque en lugar de tres días hubieran pasado tres semanas, tres meses, qué digo meses, años, seguiría pensando lo mismo: increíble. Lo recuerdo, veo los vídeos que se han colgado en YouTube, los que grabé yo, y se me dibuja la misma sonrisa. Ya quisieran las gallinas una piel así. Y es que, si no es hablando de sentimientos también, no se puede resumir de otra manera el espectáculo, el señor concierto de dos horas y media que se marcó en Madrid una de las bandas más carismáticas de la historia del Rock ‘n’ Roll. De hecho, y aprovechando que es tiempo de fútbol en los cinco continentes, los de Nueva York habían metido algún que otro gol antes incluso de aparecer en el estadio.

El lleno estaba asegurado por obra y gracia de las 15.000 almas que habían agotado las entradas meses atrás, algo que no debe sorprender a quien sepa que los seguidores de Kiss, los denominados “Kiss Army”, son unos de los más fieles y numerosos que uno se puede encontrar. Y entre este público, gente de todas las edades; desde los jevis más cercanos a los 60 de Gene Simmons si no los han cumplido ya, hasta niños con la cara pintada a lo Paul Stanley que llegaban de la mano de sus padres. Pequeños que demuestran que esto, más que un género musical, es una forma de vida que se transmite de generación en generación.  Y todos ellos, como decía, ocupan graderíos y foso pendientes del telón que oculta el escenario.

Los neones del nombre de la banda iluminaron junto con focos, fuego y pirotecnia el escenario

A eso de las 21:00 horas del 22 de junio, si mal no recuerdo, se deja de oír en el Palacio de los Deportes esa música que se suele poner antes de los conciertos para que esos momentos de “y ahora de qué rayos hablo” sean menos tensos y de paso tener a la muchedumbre entretenida. El pueblo, que es sabio, entiende que es la señal que aguardaba y al instante hace llegar un murmullo desde las primeras filas hasta los últimos asientos donde el sol aún no se ha puesto. De pronto, a través de las dos pantallas gigantes que flanquean el escenario nos precipitamos desde un satélite en el espacio hasta el corazón de Madrid, hasta el barrio de Goya, donde se dirigen al escenario los rostros maquillados más famosos del Hard Rock y uno de ellos, Stanley, se detiene para dedicarnos uno de sus inconfundibles gestos, un “preparaos porque en un minuto estamos con vosotros y no vais a tener respiro”.

Entonces, al grito de Simmons «You want the best, you got the best, the hottest band in the world, Kiss!» desaparece el telón, se hace la luz, estalla una llamarada, el delirio colectivo, un ¡uauh! al unísono y los mencionados Simmons  (bajo, voces) y Stanley (guitarra, voces), y Tommy Thayer (guitarra) y Eric Singer (batería) se muestran ante un gentío dispuesto a venerarles cual ídolos paganos. Modern Day Delilah, primer single de Sonic Boom (2009), el disco que presentan en esta gira europea Sonic Boom Over Europe, es también el elegido  para abrir la velada. Gira en la cual, como recoge el subtítulo From the Beginning to the Boom, se realiza un repaso de la discografía de la banda desde sus inicios.

Paul Stanley no dejó de dirigirse a la multitud entre canción y canción

Sin embargo, del último álbum, sólo hay dos canciones más en el listado, Say Yeah y I’m an Animal. Curioso, como la manera que tienen de dar paso a cada una de ellas. En las pantallas, la carátula en cuestión —durante el resto del concierto se alternan imágenes del grupo e imágenes de las bellezas que pueblan el Palacio—, y un exultante Stanley haciendo las veces de speaker para que todo el pabellón grite “Boom” una y otra vez.

Esto de la carátula, aunque sin corear nada, también se repite cuando el “Chico estrella” presenta el clásico Deuce del disco de debut Kiss, para mi gusto el segundo gran momento de la noche después de un comienzo un poco frío con permiso de las llamas que elevaban la temperatura del escenario cada dos por tres. Antes ya habían sonado otras canciones del 74; Let Me Go, Rock ‘N Roll, de su segundo álbum Hotter Than Hell, y Fireplace, también de Kiss, y en la que Simmons termina haciendo las delicias de sus incondicionales escupiendo fuego por la boca y clavando la antorcha entre el humo.

Retomando el tema de las llamas, tantas se vieron que algún crédulo pudo pensar que el Palacio terminaría ardiendo realmente como en 2001 cuando el fuego arrasó el viejo edificio. Pero dudo que nadie allí, ni un sólo niño, no tuviera en cuenta que no hay realidad que valga si se trata de Kiss. Su público conoce cada truco, sabe cuáles van a representarse y cuándo exactamente. Pero precisamente ahí está el encanto, la gracia, y cada vez que estalla un fuego artificial, la más mínima chispa, hasta cuando Gene saca a pasear la lengua, el estadio entero lo celebra como si de un gol se tratara.  Otro ejemplo es lo ocurrido durante los respectivos solos de Thayer y Singer tras Shock Me. La guitarra del primero —por cierto, fantástico modelo plateado Gibson Les Paul— se pierde en las alturas levitando después de haber sido tocada de espaldas. Y cuando  aparece de nuevo, Thayer y Singer tocan juntos en medio de una exhibición de luces y de pirotecnia que acaba con  ambos subiendo y bajando en sendas plataformas, desde las que el guitarrista lanza ráfagas y el batería dispara un bazooka. Eso es Kiss,  eso es lo por lo que todo el mundo ha pagado para disfrutar, un espectáculo al más puro estilo circense y Rock ‘n’ Roll.

Aunque parezca mentira, en la foto aparece Gene Simmons en las alturas del pabellón; el problema es que la cámara no da más de sí

Sin embargo, habría que señalar que algunas cosas no son siempre las mismas. Y si no ahí está Crazy Crazy Nights. Esta pieza que no sonaba en una gira del grupo desde la de Hot in the Shade de 1990, ha sido recuperada para este Sonic Boom Over Europe de manera muy acertada, pues su ritmo contagioso y su estribillo facilón bastaron para convertirse en otro de los grandes momentos del concierto de Madrid. Esa sonó después de mucho tiempo sin hacerlo, y en cambio hubo otras que se cayeron del set list. Personalmente eché de menos Strutter y God of Thunder, y eso que estaba convencido de que esta última no faltaría. El escenario en tinieblas, sólo se ve a Gene Simmons tocando ese hacha que tiene por bajo, a quien la boca no se le hace agua, sino sangre, y se posa literalmente en las alturas del pabellón. Ritual de los directos de Kiss que acostumbraba a terminar con Gene entonando su célebre God of Thunder desde lo alto, pero que en esta ocasión se arranca con un “oé oé oé oé” para continuar con I Love it Loud y, de vuelta al escenario, con la soberbia Love Gun que Stanley comenzó a cantar a capella con el público.

¿Más sorpresas?, el tributo que rinden a Led Zeppelin con Whole Lotta Love y Stanley encantado de haberse conocido emulando a Robert Plant. Tras un par de minutos de parón que no ponen nervioso a nadie porque sabíamos que, pese a poder ser un gran broche, con Detroit Rock City no termina el asunto, llega el turno para Beth, la balada de la velada, y no es ningún juego de palabras. Y lo fue por una sencilla razón, porque la que única que podía arrebatarle el título —a falta de más acústicas en el listado como Goin’ Blind, Sure Know Something o Hard Luck Woman—, Forever, entre medias dio paso a Lick It Up y la gente se quedó con las ganas de escucharla entera. Por cierto, y siguiendo con lo que no estaba en el guión, destacar los acordes del Won’t Get Fooled Again de The Who que a su vez sonaron en mitad de Lick It Up.

Faltaba por descubrir el gran final, y no defraudó en absoluto. Primero, I Was Made for Loving You y Stanley sobrevolando el foso hasta un islote rodeado de seguidores, segundo, God Gave Rock ‘n’ Roll To You II, un verdadero himno que en directo con esa puesta en escena no puede sonar mejor, y por último, Rock And Roll All Nite, con confeti de colores, más fuegos artificiales y Stanley volviendo a dar la nota —en el buen sentido de la expresión— al destrozar su guitarra contra el suelo para alegría de los presentes.

Un fin de fiesta espectacular para un concierto inolvidable. Tal es así que, a pesar de querer más, el grado de satisfacción alcanzado hizo que no se se pidieron bises ni se escuchara un socorrido “¡otra, otra!”. Dos horas y media que pasaron rapidísimo y dejaron el Palacio de los Deportes envuelto en humo tras el paso de la banda más caliente del mundo. La gira por España continúa y tras Madrid y Barcelona serán cabezas de cartel en el Azkena Rock Festival de Vitoria, penúltima cita antes del final del Sonic Boom Over Europe Tour en Dessel, Bélgica.


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