Ponían hace unas semanas en la tele una comedia de esas tontas que a mí me encantan. Yo no sé qué andaba haciendo (supongo que estaría delante del ordenador, para variar), pero mi mujer, que me tiene muy cogida la medida, me dio el aviso: “ponen una película de esas de chorradas que te encantan”.
No se equivocaba, por supuesto. La película (no es que no la hubiera visto nunca, es que ni siquiera sabía que existía) se titula “She’s Out Of My League”, aunque alguno de esos genios que se dedican a traducir los títulos de las películas para el público español decidió que la mejor forma de venderla era como “Ni En Sueños”. Pues vale. Sea como fuere, la película está bastante mejor de lo que el título podría dar a lugar a pensar, y aunque dentro de su género (comedia romántica y un poco idiota para adolescentes) no puede evitar -el signo de los tiempos- algunos de esos chistes escatológicos que tan indispensables parecen hoy en día, me parece que el tono está bastante conseguido. La (¿clásica?) historia de chico-del-montón-conoce -chica-que-además-de-estar-forrada-es-un-pibón, y resulta que va-la-superchica-y-sorprendentemente-se-enamora-del-chico-del-montón sortea con estilo los clichés (cuando no los homenajea con bastante gracia) y obliga al espectador, al llegar los creditos del final, a buscar el nombre de Judd Apatow por algún lado. Sorpresa: no, no está Apatow, pero vaya, que aún siendo un intento bastante claro de emular los logros del famoso productor/director, la recomiendo.
Entre los méritos de la película, una idea que a mi me pareció chiflante, y que probablemente para el (joven) público objetivo de esa película pasaría absolutamente desapercibida: una fiesta en la que el grupo del mejor amigo del protagonista toca en el escenario, pero es un grupo que sólo sabe tocar versiones de Hall & Oates, y como ellos aparecen caracterizados. En la divertida escena de esta fiesta, es esta “Kiss On My List” de la entrada de hoy la que adquiere el mayor protagonismo. Porque sí, amigos, aquí es donde, por fin (¡trescientas y pico palabras me ha costado esta vez, cada día peor!) empezamos a hablar de música.
Qué buenos eran Hall & Oates. Lo digo completamente en serio: ¿Por qué en España la mayoría los sigue considerando los tíos de “Maneater“, y poco más? No digo que no tuvieran éxitos en nuestro país, que aquí -como en medio mundo durante la década de los ochenta- los tuvieron, digo que me parece un clarísimo caso de grupo minusvalorado, en la acepción exacta del término: muchísimo menos valorados de lo que en realidad se merecen. El paso del tiempo ha sido tan injusto con las hombreras de Daryl Hall y el bigote (en mi top bigotudo de intérpretes pop, en dura lid con Rusell Mael) del pequeño John Oates, como lo ha sido con los delirantes estilismos de la mayoría de artistas pop de la época (estoy pensando en las típicas fotos promocionales de Duran Duran o Spandau Ballet, sin ir más lejos, y sin embargo si le dices a la gente que mencione a los gupos que para ellos ejemplifican aquella era excesiva, los de Filadelfia normalmente serán relegados a las últimas filas de la memoria. Curioso, cuanto menos, que la pareja musical más eficaz a la hora de fabricar números uno de toda la década sea reducida hoy en día a la caricatura gruesa de los horteras protagonistas de una buddy movie, de esas que tanto se prodigaban en las carteleras de los ochenta.
El problema es la puta ironía, y con perdón. Somos todos taaaaaaaaaaaaaan post-todo, que no sólo nos consideramos a salvo de la chufla (que llegará) del futuro a costa de las modas, sino que nos sentimos cualificados para reducir la abrumadora discografía de Abba a un gag humorístico de pelucas y coreografía, y del mismo modo convertimos a Hall & Oates en esa pareja imposible con pinta de maricas reprimidos en la que absolutamente todo era risible. Y oye, el sentido del humor es una cosa sanísima, pero la ignorancia no lo es tanto, y menos aún cuando hemos acabado relegando lo de Hall & Oates a la inofensiva y recalentada programación de Kiss FM, cuando no (y aquí enlazo con la comentada escena de la película) al rescate irónico de una fiesta de disfraces.
Vaya por delante que un servidor no es precisamente el mayo defensor sobre la tierra de “Maneater“, una canción que a mi juicio cuenta con un arranque genial y unas estrofas deliciosas, pero que se desinfla ligeramente al llegar al estribillo. Sí lo soy, en cambio, de cosas como la hiper-adcitiva “You Make My Dreams“, esa canción que muchos desprecian por su candidez, y que ha demostrado ser para mí el más perfecto salvavidas jamás creado: NADA ha resultado ser tan eficaz como esta canción, nada en el mundo, cuando tengo uno de esos díasdemierda en los que, después de intentarlo todo, solo me queda desear que por favor se acabe cuanto antes. Yo soy así de tontainas, como el protagonista de “500 días juntos”, cuando la chica (Zooey Deschanel, tampoco es cualquier chica) por fin le hace caso, y el tipo se despierta y el mundo es un lugar maravilloso, y suena lo de Hall & Oates y la gente que se cruza por la calle participa con él en un optimista número de musical. Pero eh, que yo no iba a escribir hoy de esta canción, que me embalo… Ay, dios, que ya me ha vuelto a ocurrir: 900 palabras y ni siquiera he empezado a contar la (larguísima) historia de los maravillosos Hall & Oates.
Vamos entonces, por no alargarnos demasiado, a fijarnos exclusivamente en la foto del momento exacto que rodea a esta fabulosa “Kiss On My List“: corre el año 1980, el mundo tiembla todavía por la sacudida del punk, la música disco se asoma a su declive y el dúo conformado por Daryl Hall y John Oates decide dar un giro completo a su trabajo, y asumir por primera vez la producción del que sería el ¡undécimo! disco de su carrera. Un-dé-ci-mo. Si esto no es tener paciencia, que venga Job y lo vea. El caso es que, contra lo sucedido durante la década de los 70, “Voices” se convierte en un exitazo mundial con su irresisitble cóctel de ritmos pop y corazón soul, y esta canción que pone nombre a la entrada de hoy, en el segundo número uno de la banda (el primero había sido “Rich Girl“). Una canción monumental con aroma vanilla-funk, armada con una de las rimas más deliciosas que un servidor recuerde (Because your kiss / your kiss is on my list / Because your kiss / your kiss I can’t resist / Because your kiss is what I miss when I turn on the lights), acompañada además en el disco de petardazos del calibre de la arriba mencionada “You make my dreams (come true)”, una soberbia versión del clásico de los Righteous Brothers “You’ve Lost That Lovin’ Feelin”, o esa “Everytime you go away” que años más tarde popularizaría Paul Young.
Y vamos a dejarlo ahí, que seguramente muy pronto habrá más entradas dedicadas a la música de la pareja de Filadelfia, y creo que ha quedado bastante claro que hoy tengo un día de lo más disperso. Madre mía, pero qué facilidad para irme por las ramas, pero qué post tan raro me ha quedado, pero qué rematadamente buenos eran Hall & Oates…
Publicado en: Greatest HitsEtiquetado: 1980, Blue-eyed soul, Hall & Oates, Pop, RCA Victor, VoicesEnlace permanenteDeja un comentario