Kolding y Fyn (Fionia)

Por Martafr1975

Lunes 27 de julio

Nuestra ruta por Dinamarca comienza con un día típicamente danés, nublado y con una fina lluvia que cesa de tanto en tanto. La temperatura durante el día no ha ascendido más de 18º, así que ha sido necesario sacar los abrigos de invierno que esperábamos no necesitar.

Antes de atravesar el Lillebælts Bro hacia la isla de Fyn hacemos una parada técnica en Kolding para ver su casco antiguo con algunas casas de madera entramada y la Koldinghus, una imponente fortaleza medieval que domina la ciudad desde lo alto. Aprovechamos, de paso, para sacar coronas del cajero y para hacer un mega café que nos hace entrar en calor en una preciosa cafetería muy escandinava.

En Odense, principal ciudad de Fyn, instalamos antes de nada la caravana y aprovechamos para comer algo rápido antes de ir a visitarla. El Camp Blommenslyst, es un pequeño paraíso con amplias parcelas alrededor de un estanque lleno de patos y nenúfares. Su dueña, Angelika, es una danesa de lo más alegre y vital a la que le encanta dibujar a sus huéspedes de un modo infantil en los documentos del ckeck-in. En el camping no falta parque infantil y los servicios, básicos pero cuidados y limpios, están pintados con vistosos colores.

El principal atractivo de Odense gira en torno al escritor de cuentos infantiles mundialmente conocido Hans Christian Andersen. Su casa natal y el museo son su mayor atractivo, pero vale la pena pasear por las calles peatonales colindantes que aún guardan el aspecto de lo que fuera en el siglo XIX. Junto al museo se encuentra el Fyrtøjet et Kulturhus for Børn, una casita de cuento de hadas al aire libre donde se representan las historias y cuentos del escritor danés.

La Saint Knuds Kirke, la catedral gótica del siglo XIII alberga un retablo de madera dorado con más de trescientas figuras talladas, considerado una de las piezas religiosas más valiosas del norte de Europa.

Al atardecer, resguardados de la lluvia y mirando el pequeño estanque con nenúfares desde la ventana de la caravana, terminamos el día cenando un arrocito con tomate.

Ahora descansar, mañana más.

Martes 28 de julio

Las predicciones dan un día variable, lluvia, sol y nubes… muy de aquí.

Dejamos Odense y el pequeño paraíso en el que hemos hecho noche para dirigirnos hacia el sur de la isla de Fyn.

De camino paramos en el Egeskov Slot, un bello ejemplo del Renacimiento danés y uno de los mejor conservados de su estilo. Su color rojizo destaca sobre el amplio foso que lo rodea y las tonalidades verdes de sus numerosos jardines adyacentes.

Hay muchas actividades para niños en todo el recinto y numerosas exposiciones, entre las que destacan una extraordinaria colección de coches antiguos y otra de motos, como para que la visita pueda durar un mínimo de cuatro horas. Y, si el clima lo permite, los jardines son un buen lugar para dar largos paseos o incluso hacer un picnic al aire libre.

Hay dos tipos de visitas: una de los jardines y las diferentes exposiciones y otra, la más completa, que comprende, además, el interior del castillo de estilo victoriano. El precio de la completa son 210 DKK  (adultos) y 130 DKK (niños) en temporada alta.

A primera hora de la tarde llegamos a Svendborg para dejar la caravana en el Svendburg Sund Camping situado en la cercana isla de Tåsinge a orillas del mar Báltico, buen lugar para visitar las islas vecinas.

Después de un pica pica rápido nos dirigimos a la isla de Langeland, conectada a Tåsinge por un puente. Esta isla alargada y estrecha con una gran producción cerealista, y así lo atestiguan sus varios ejemplos de antiguos molinos, es un destino vacacional popular entre los daneses por sus playas y zonas de baño que, por cierto, nada tienen que ver con la nuestras. Pero ellos están hechos de otra pasta, las bajas temperaturas veraniegas nos les hacen pararse ante unas aguas heladas, un remojón siempre sienta bien… Y nosotros con polares y anoraks, el contraste es más que evidente.

Miércoles 29 de julio

Desde Svendvorg un ferry lleva a la isla de Ærø cada hora, lo ideal es dejar el coche y una vez allí alquilar unas bicicletas para visitar la isla. Hay varios lugares de alquiler y los precios son muy similares (unos 75 DKK, por todo un día), nosotros las alquilamos en el Hotel Ærøhus, en la calle principal.

Lo mejor es no fijarse en las previsiones meteorológicas, que no son fiables ni para los locales. Puede cambiar el clima en cuestión de minutos y tener que resguardarnos de la lluvia y al momento sobrarnos los polares. Si hacemos caso del cielo cuando está nublado, seguramente no haríamos nada y este país es para disfrutar de su naturaleza, aunque sea bajo la lluvia.

La pequeña isla está llena de rutas ciclistas. Una de las más aconsejables es la que discurre desde Ærøskøbing, un idílico pueblo de cuento de hadas cuyas estrechas calles de adoquines muestran preciosas casas con vivos colores de los siglos XVII y XVIII, hasta Marstal en el extremo sureste de la isla. Son unos 21 km., ida y vuelta, bordeando la costa, atravesando campos de cereales y pequeñas aldeas. En las puertas de muchas de las casas podemos comprar productos de producción propia como deliciosas grosellas, huevos, patatas y hasta objetos de segunda mano. Los precios están indicados en carteles y debemos dejar el dinero que corresponda en una pequeña caja. Ésto, algo tan típico en los países escandinavos, es algo que me deja alucinada. La confianza en que nadie se va a llevar el producto sin pagar y aún menos que nadie se llevará la recaudación del día es algo imposible e impensable en un país como el nuestro, que sin darte cuenta se llevarían hasta la mesa.

Antes de coger el ferry de vuelta a Svendborg hacemos una merienda/cena en horario danés en el Ærøsbing Røgeri, una casa tradicional de pescados ahumados muy cercana al puerto. Se puede pedir para llevar o comerlo en las mesas de picnic del exterior. El salmón ahumado con humo caliente y el fish and chips son dos buena opciones para llenar el estómago.


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