La tercera jornada del Krakow Film Festival nos propone historias que cuestionan la confortabilidad de las grandes ciudades, que pueden ser también un escenario bélico como las zonas de guerra en las que se desarrollan otros argumentos. En realidad, pocos espacios parecen cómodos según la representación que nos hacen los documentales que vamos a comentar en nuestra crónica diaria.
La violencia forma parte de la vida del fotógrafo Jan Grarup en Photographer of war (Boris Benjamin Bertram, 2019), que estará en la programación del festival español Atlántida Film Festival, cuyas fechas se han anunciado para el mes de julio. El documental acompaña a uno de los fotógrafos de guerra más famosos de Dinamarca a través de sus incursiones en Iraq o el Congo, pero sobre todo trata de acercarse a una visión más personal, en un momento en el que la ausencia de su ex-mujer debido a una grave enfermedad le obliga a cuidar de sus tres hijos. La influencia de las imágenes de la guerra en su vida es recíproca a la influencia de esta figura paternal que debe asumir con mayor dedicación, lo que también le provoca cierta conciencia de la vida que modifica asimismo su trabajo. El protagonista se encuentra más cómodo en un campo de batalla que en su propia cocina, y esta desubicación está retratada con inteligencia en la película. En las pocas intervenciones a cámara, Jan Grarup habla de su preocupación como padre, raramente de sus sentimientos frente a las escenas de violencia que ha vivido en Mosul o en otras zonas de guerra. Desgraciadamente, el documental tampoco profundiza demasiado, y aporta pocas novedades respecto a otras películas que experimentan la tensión de la guerra. Es un retrato honesto pero algo difuminado.
Para terminar nuestro repaso a algunos documentales daneses que se pueden ver en este ciclo del Warsaw Film Festival, nos detenemos en Fat front (Louise Unmack Kjeldsen, Louise Detlefsen, 2019), que aborda la rebeldía de varias jóvenes obesas contra la tiranía del cuerpo perfecto. Resulta curioso pensar que en los países escandinavos existe una preocupación notable por este tema, donde la obesidad no parece ser una de las problemáticas más destacadas. Por eso ver a estas chicas de Dinamarca, Suecia y Noruega convirtiendo su cuerpo en objeto de protesta resulta elogiable. El documental tiene una mirada optimista, resulta entretenido y divertido en la liberación de las protagonistas, que reivindican la palabra "fat" (gorda) como una expresión no peyorativa, que se enorgullecen de su imagen, que responden con inteligencia a quienes les acusan de promover un estilo de vida poco sano. Pero al mismo tiempo no es una visión superficial, sino que equilibra bien el drama de estas mujeres hasta llegar a ese estado de aceptación de sus cuerpos, historias de abusos y de insultos, de vergüenza y de ocultación.