Kryptonita

Publicado el 10 diciembre 2015 por Plausible @plausibleblog
29 de junio de 2009. Lunes por la madrugada. En la guardia del Hospital Paroissiens de Isidro Casanova ingresa herido de muerte Nafta Súper, líder de una banda criminal de la zona. Sus compañeros les exigen a los médicos que le salven la vida, mientras se atrincheran esperando la llegada de la policía. En medio de las negociaciones y antes del inminente tiroteo, el doctor que atiende a Nafta Súper descubre que no se trata de un hombre común. 
Leonardo Oyola, con su narrativa enmarcada en la cultura popular, ha creado una biografía apócrifa con alma de western y comic para develar un misterio de otro mundo.

Kryptonita es un libro que esperé durante tres años, más o menos. Me enteré que existía algo tan increíble como esta historia en el 2012, en un taller literario, y desde entonces no paré de buscarla. Siempre agotado, siempre "lo pedimos pero no lo traen", llegó el momento de tenerlo en mis manos este año gracias a su adaptación al cine (por consiguiente reimpresión). Y medio sin palabras y medio prendiendo fuego el teclado para contarles sobre este libro sin que se me olvide nada, puedo decirles que mi kryptonita personal en este libro fueron los personajes y su background.
Cualquiera el remate antes del "leer más", pero a esta altura del año es lo que hay.
Antes: para los que no sepan, esta es una historia a lo Elseworlds en el que Superman (Nafta Súper), en vez de en Smallvile, cayó en Isidro Casanova. Lady Di es la Mujer Maravilla, el Faisán es Linterna Verde, Ráfaga es Flash, Juan Raro es una suerte de J'onn J'onzz, el Federico es Batman (que trae consigo un plot twist increíble) y la Cuñatai Güira es la Mujer Halcón.
La historia se presenta desde una realidad argentina desde el vamos: nada de una minoría cheta de San Isidro ni de escenarios lejanos al lector (aunque no por eso menos realistas) puestos en Pampa y la vía. Que esté ubicado en el conurbano bonaerense claramente no es algo bobo, no es inocente, y hace que toda la historia tenga ese touch picantón de principio a fin. Juega constantemente con los límites y muchas veces los sobrepasa, dándonos en la cara con la realidad por fuera de nuestras burbujas de (quizás, con suerte) clase media, clase alta.
Pero la argentinidad que presenta el libro, sin contar lo aclarado antes, también se da porque busca lo relacionado con nuestro país en lo cotidiano, a diferencia de muchos que buscan hacerlo desde la tradición. Porque sí, todos sabemos lo que se supone que es "ser argentino", sabemos que debería gustarnos el mate, que tendríamos que leer el Martín Fierro (en lo que coincido, por más de que me haya hecho dormir en cada página), que el fútbol debería interesarnos al menos un poquito, pero nadie te dice qué es vivir siendo argentino. Esa realidad, por buena o mala que sea, que no te da leer un libro o tomar una infusión típica.
Dicen que nos ponemos en pedo básicamente por dos cosas: para soportar lo que tenemos que hacer y para olvidar incluso a los que amamos. También dicen que son otras dos cosas las que nos despabilan de la mamúa: el miedo y la bronca. Que las cuatro cosas pasan porque son naturales en nosotros.

Este libro no busca ser una crítica a algo (aunque, desde lo personal, creo que termina siéndolo ya que visibiliza aquello que no se ve... y que queda reflejado, consciente o inconscientemente, en la última cita de esta reseña), sino un reflejo de algo que pasa todos los días ante lo que estamos cegados si no lo vivimos en carne propia. Es una novela que habla del día a día del conurbano bonaerense de una forma cruda, graciosa y llena de sarcasmo. Y no sé si mis pares argentinos coincidirán o si los de otros países me creerán soberbia por decirlo de esta forma, pero creo que así es el clima que hoy vivimos en nuestro país: sarcástico, crudo, lleno de humor. Brutal, honesto. Busca suavizar mucha de las cosas a través del humor. Y no importa si pensaste en un autor en particular, en un cómico o en las míticas cuentas de humor político de Twitter (siendo mis predilectas la de Cocu, la de Gustavo y la de Matu), porque al menos lo hiciste.
Pero dejemos eso de lado y vamos a lo que más amé, amo y amaré de estas páginas: los personajes. Cada uno de ellos me sorprendió, porque hacía un tiempo que no me encontraba con personas
De una parte a ésta, son todo un número los ausentes que tengo que contar. Ya sea por el bicho, por un cuetazo o hasta por una pavada... Muchas flores... Mucho velorio encima... A veces me pregunto pensando en mis seres queridos que ya no están: ¿no seré yeta yo?

Siempre que leo personajes "villeros" me cuesta distinguirlos entre sí, porque hay muchos autores que parece que creen que utilizando una jerga determinada basta y sobra. Se ve que muchas veces leer tanto neutro hace mal, porque al parecer la sobreutilización de lo que yo determino "síndrome de la alta llanta" (escribir con las "nuevas jergas", como ahora están con el al toque perro) al pedo florece en la literatura argentina contemporánea relacionada con estos sectores sociales.
En este libro (y ni hablemos de la película... o mejor sí hablemos, pero dentro de unos días más, que todavía no termino de escribir la entrada) los personajes tienen varias dimensiones, van mucho más allá de si hablan así o si se visten asá. Son mucho más que un puñado de palabras impresas en una hoja, de personajes que están ahí porque bueh, pintó para que la historia tenga sentido. Tienen una sensibilidad terrible, tapada por esa necesidad de tener siempre un escudo preparado, de estar siempre cubiertos para que no les entren las balas. Ni de las de plomo ni de las otras.
A muchos los vi morir. Pero a la muerte no se la ve.

Lady Di fue mi favorita. Y es un poco injusto darle un tratamiento acá o en la próxima entrada hablando de la adaptación, porque a todos los sentí como unos hijos... pero ella es especial. 
No sólo tiene una historia de lucha y de pelearla de abajo como el resto de sus compañeros, sino que le suma muchísimo a la historia haber nacido como Daniel. Imagínense el estigma de ser travesti estando en una clase social con un poco más de poder económico, en el que quizás se pueda (o no) aceptar un poco más... y ahora imagínense lo que es ser travesti en el conurbano bonaerense, en una villa, en ese ambiente.
Pero más allá de esto, fijémonos en su personalidad, en cómo trata al resto, en cómo trata al doctor (el "nochero"). Es la madre del grupo, es el factor femenino de la banda... dejando mal parata a la Cuñataí Güirá, la paraguayita carilinda de la historia. No me quiero extender en esto, porque mi idea es hablarlo en la entrada correspondiente a la película... pero les digo que Lady Di es una mujer de acá a la China.
Cuéntenla como quieran. Que somos dioses, que somos hombres, que somos buenos, que somos malos... Pero que se entienda que no somos fantasía. Que somos realidad.

Kryptonita es una historia redonda que empieza y cierra perfectamente bien. Novela que deja algunos mensajes (que no voy a comentar, porque sino pierde la gracia) y más de una crítica tapada por el humor y lo ridículo, es claramente uno de esos libros que recomendaría sin dudarlo dos segundos. Una historia muy gráfica, que la leés y parece que estás viendo una película. Uno de los grandes descubrimientos que se lleva uno de mis lugares favoritos en este 2015, y otro en la lista de "libros y adaptaciones que van tomados de la mano en un lugar muy, muy feliz junto a Dios y María Santísima". Capaz le cambio el nombre, porque es muy largo. Pero que van encaminados al cielo no lo dudo.