Una mujer observa la alegría y expectación de un grupo que prepara una ceremonia matrimonial en un pequeño pueblo de Oriente. Se aleja de la multitud, los ojos profundamente velados por la tristeza o la preocupación, y se esconde para toser hasta vomitar. Parece enferma o más bien que es ese matrimonio, a punto de celebrarse, el que la pone en tal estado. La prometida es una joven, casi una niña, en extremo hermosa, con unos rasgos perfectos, una dulzura a flor de piel y una ingenuidad palpable, envuelta en sedas rojas y telas de mil colores, intentando localizar entre el grupo a su futuro esposo.
En esta película, cuyo titulo podría traducirse por una segunda mujer, que trata de la tradición turca de la posibilidad de tener dos esposas, esta primera escena pone los pelos de punta al público. Todos los espectadores esperan impacientes lo peor, un marido horrible, un hombre que le doble de edad… todo menos lo que aparece en la pantalla: un joven adonis, un pretendiente a la altura de la belleza y sensibilidad de la novia. Primera de una larga serie de sorpresas que irán apareciendo a lo largo de todo el film, por supuesto, en el momento más inesperado.
Este deliciosamente perverso director, Umut Dağ, en su primer largometraje nos va a cautivar, sorprender, alucinar y emocionar con una escritura cinematográfica y una dirección de actores dignas del mejor de los veteranos. Una inmensa facilidad narrativa, y en cada escena una nueva situación que intensifica la dramaturgia, es su marca de fábrica.
Un cineasta dotado que se arriesga hasta el límite, se lanza al triple salto mortal y, aunque temamos por momentos el gran batacazo, no solamente lo consigue sino que acabará entre las mejores películas de este año.
Nuevo escenario tras la primera brillante escena, de Turquía a Austria, y dos mujeres en la misma casa, con hijas de la misma edad que la nueva esposa, tensiones acumuladas, un terreno de lucha, poder, amor, deseo y pasión, una sabia mezcla explosiva interpretada por dos magistrales actrices de origen turco, Begüm Akkaya y Nihal Koldas, en medio de un excelente equipo vienés. Otro gran director a añadir a la lista de este país productor de una cosecha alucinante de cineastas.
Y es que de casta la viene al galgo, o en su caso, de la escuela. Tener a Michael Haneke (última Palma de Cannes, casi lo único sensato del palmarés) como profesor no está al alcance de cualquiera. Umut Dağ ha sabido aprovechar la enseñanza de uno de los mejores directores actuales, pero lo mejor es que él posee una personalidad propia, un estilo concreto y un talento innegable. Apuesta: próxima película seleccionada en algún gran festival y, con mucha probabilidad, premio incluido. Habrá que retener este nombre porque tendremos que contar con él en un futuro próximo.