Kutna hora

Por Orlando Tunnermann
CATEDRAL DE SANTA BÁRBARA



He dejado para el final la auténtica joya de Chequia, Praga. Pero antes de embarcarme en los tesoros de aquella localidad, caminaré un rato más por otras villas nada desdeñables, tan sólo un poco más, hasta mi concilio con Praga.
Kutna Hora, acuñamiento o ciudad de la plata, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tenemos registros de su existencia desde el siglo XII. Comienza mi periplo ante una bella casa renacentista en Havlickovo Namesti. Hay buenas fotos que sacar aquí, así como sigue a la zaga el mirador frente a la iglesia de St.James. De iglesia en iglesia llego hasta la soberbia catedral gótica de Santa Bárbara, 1388-1905, o lo que viene siendo lo mismo, varias generaciones dedicadas a erigir este templo sagrado. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1992 y fue construida, entre otros, por Matej Rejsek y Benedikt Ried. Me encanta su diafanidad, esas galerías preciosas y los escudos en techo y vidrieras. Mayestáticos son los altares, con esos increíbles retablos barrocos donde comulgan anexionados los negros y dorados en una simbiosis claroscura.
Kutna Hora es una ciudad vinculada en su genética a la minería, y así lo demuestra la efigie que hallo de un minero adosado hasta la eternidad a uno de los pilares. Sigo asombrado, descubriendo nuevos tesoros, como las estatuas de madera de seis metros de altura que representan a las cuatro virtudes. Es una obra del año 1620. Todo es atractivo a la mirada de mi objetivo, incluso los recoletos e íntimos confesionarios blanqui-negros.
Ya en el exterior me detengo ante el colegio jesuita y el puente de Carlos, junto a los viñedos del monasterio. No es ya menester señalar que quedo embebecido admirando las fachadas nobiliarias de colores que hallaré constantemente por toda Chequia.
Más iglesias, es turno para la de San Juan de Nepomuk, un nombre que se oirá muy a menudo por este país. Curiosa, a la par que bella, su fachada como de caramelo rosa y blanco. Vuelve con mayor energía, si cabe, el asombro a azotar mi azotea. Esta vez lo logra la Casa de la piedra, 1489. Su fachada está rebosante de efigies bíblicas. Era la casa del carnicero, pese a que me suene ello casi subalterno e incoherente. Sin embargo, era un potentado del lugar y aquella época.
Ya echaba de menos el púlpito a la peste negra, y aparece como un bajel fantasmal en Sultysova. Es una buena zona para callejear e ir de tiendas. Y puestos a dejar nuestra firma en el suelo empedrado, una buena opción es desgastar suela en Palackeho Nam y aledañas.
Más casas increíbles, esta vez la de las alegorías, la casa de los tres reyes, toda pintada con retratos de monarcas.