He dejado para el final la auténtica joya de Chequia, Praga. Pero antes de embarcarme en los tesoros de aquella localidad, caminaré un rato más por otras villas nada desdeñables, tan sólo un poco más, hasta mi concilio con Praga.
Kutna Hora, acuñamiento o ciudad de la plata, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tenemos registros de su existencia desde el siglo XII. Comienza mi periplo ante una bella casa renacentista en Havlickovo Namesti. Hay buenas fotos que sacar aquí, así como sigue a la zaga el mirador frente a la iglesia de St.James.
Kutna Hora es una ciudad vinculada en su genética a la minería, y así lo demuestra la efigie que hallo de un minero adosado hasta la eternidad a uno de los pilares. Sigo asombrado, descubriendo nuevos tesoros, como las estatuas de madera de seis metros de altura que representan a las cuatro virtudes. Es una obra del año 1620. Todo es atractivo a la mirada de mi objetivo, incluso los recoletos e íntimos confesionarios blanqui-negros.
Ya en el exterior me detengo ante el colegio jesuita y el puente de Carlos, junto a los viñedos del monasterio. No es ya menester señalar que quedo embebecido admirando las fachadas nobiliarias de colores que hallaré constantemente por toda Chequia.
Más iglesias, es turno para la de San Juan de Nepomuk, un nombre que se oirá muy a menudo por este país. Curiosa, a la par que bella, su fachada como de caramelo rosa y blanco.
Ya echaba de menos el púlpito a la peste negra, y aparece como un bajel fantasmal en Sultysova. Es una buena zona para callejear e ir de tiendas. Y puestos a dejar nuestra firma en el suelo empedrado, una buena opción es desgastar suela en Palackeho Nam y aledañas.
Más casas increíbles, esta vez la de las alegorías, la casa de los tres reyes, toda pintada con retratos de monarcas.