Kyatapirâ (Caterpillar), Japón 2010

Publicado el 13 diciembre 2010 por Cineinvisible @cineinvisib

La vida de Koji Wakamatsu es, en sí misma, toda una película. Antes de cineasta fue yakuza, miembro de un grupo criminal organizado o la versión japonesa de un mafioso, actividades que le llevaron a ser juzgado y a acabar en prisión. Tras su condena decidió cambiar de oficio y pensó que el cine era el arma política perfecta para denunciar los abusos de poder. En 1959 realiza sus primeros encargos para la televisión y cuatro años más tarde pega el salto al cine. Concentrado en su cine de guerrilla (tomas únicas, sin ensayos y con montajes realizados en un tiempo récord) produce y realiza unas diez películas por año. Invitado y premiado en los festivales más prestigiosos del mundo (Berlín o Cannes), sus obras crispan a las autoridades niponas y sus contenidos e ideas han hecho que, hasta el día de hoy, sus películas se vean prohibidas tanto en los EE.UU. y en Rusia. Un desconocido del gran público, aunque no tanto, dado que en 1972 se encargó de la producción ejecutiva de El imperio de los sentidos de su amigo, Nagisa Oshima. Un claro ejemplo del cine invisible.

 

Inspirado por la novela Caterpillar de Edogawa Rampo, el director ha partido de la concepción de la vida como sinónimo de sexo, comida y violencia, para mostrarnos hasta que punto “la naturaleza humana puede ser destruida por la guerra”. Y la verdad es que la manera en que ha ilustrado su teoría resulta sinceramente espeluznante, terrorífica y efectiva. Esta historia de un héroe de la segunda guerra sino-japonesa de los años 40, que vuelve a su casa tetrapléjico y sin habla (próxima de la situación de Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo), ha convencido tanto al público como a la crítica, logrando la actriz, Shinobu Terajima, el Oso de Plata en la Berninale de 2010.

 

La película se inicia con el reflejo sobre un ojo de las imágenes, primero, del fuego destructor de guerra y, después, de la bandera del país. Desde su comienzo sabemos, con seguridad, que el film no está financiado por George Bush, pero la historia va por otros derroteros. El soldado llega mutilado al pueblo donde será recibido como un héroe, un dios viviente al que todo le está permitido. Su esposa pasa por diferentes etapas hasta poder asimilar la desgracia: negación, rechazo, resignación y aceptación, mientras repite los eslóganes políticos y tararea canciones patrióticas para convencerse de la necesidad de su sacrificio. La actriz, impresionante durante toda la película, ha merecido sin lugar a dudas su galardón y el guión, sumamente bien escrito, oculta sorpresas y comportamientos inesperados de esta pobre mujer que, en un momento dado, decide tomar el poder que la situación le otorga.

 

Hasta los títulos de créditos son importantes. Wakamatsu añadió con muy buen gusto, tras su pase por la Berlinale, una canción en japonés, Pequeña niña muerta, con música de Sakamoto basada en un magnífico poema de 1963 del poeta turco Nâzim Hizmet (por cierto,  Bruce Springsteen también lo ha cantado en I come and stand at every door):

Había en Japón una niña
una niña chiquitita y linda.
Había una nube en el mundo:
solo para matar.
Esta nube mató a la abuelita
de la niña chiquitita,
dispersó su ceniza en el cielo,
y luego volvió de repente
y asesinó a su papá
y también a la niña.
Pero nunca se saciaba
y buscaba nuevas víctimas.
Se llama muerte atómica
y grita en la oscuridad.
Construyamos una gran unidad
y hagamos callar a las fieras.
Combatamos la guerra
y aniquilemos a la fiera.

Y como al cine invisible, aunque no sea director japonés ni estrella del rock americano, también le encanta Hizmet (1902-1963), ahí va otro poema para no terminar de una manera tan triste:

Has de saber morir por los hombres,
y además por hombres que quizá nunca viste,
y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la cosa más real y bella es vivir.