L’Àvia.- Contra los gourmets

Por Cultibar

Amante del Raval y de la buena mesa, de sus conversaciones y de su comida. Manuel Vázquez Montalbán pasó por l'Àvia y seguro que volvería. Porque es imposible conocer este sitio y no recordarlo. Situado en el corazón del pequeño mundo que representa uno de los barrios más singulares de Barcelona, esta nombrada pizzería recoge mucho acerbo montalbanista. Es un restaurante de charla, de producto original. Mundano en estética; mundial en propuesta. "Contra los gourmets" es el nombre de uno de los libros gastronómicos del célebre escritor barcelonés. Seguro que está en la biblioteca que esconde l'Àvia. Porque sí, es un restaurante con biblioteca, sin cubertería de postín ni manteles a juego. Con vasos de Coca-cola y desorden controlado. Es un restaurante para hablar de bares, de comida, de literatura, donde suenan las noticias a mediodía. Para que Manolo se sintiera en casa.

Dirección: Cera, 33
Precio medio: Empanadas, 1,30€; pizzas, 3,50€; platos de pasta, desde 3,50€; caracoles, 6€. Menús, de 8 a 10€.
Imprescindible: Hablar con Mario. Comprender tras la charla el porqué del universo, gastronómico también.
Horario: De 12.00 a 02.00h. Fines de semana hasta las 03.00h.

Según Cultibar

Puede ser el alter ego de Montalbán. El propietario de L'Àvia se llama Mario Pérez y también es ilustrado. Escritor, artista y amante de la gastronomía, ha aunado en este restaurante sus pasiones y orígenes. Uruguayo, hijo de catalanes y nieto de italianos, Mario traslada a la carta su bagaje y su linaje, sin adornos instrumentales. Es comida de ayer, de ahora y de siempre. Son pizzas y empanadas que ilusionan a extranjeros y jóvenes de altas horas ravaleras, y patrimonio gastronómico catalán recuperado y reinventado sin presentación previa que sorprende a todos en boca y cartera. Es el respeto gastronómico de un local cualquiera. Como si Montalbán su pusiera peluca y participara en un coloquio literato de barrio. Sin autobombo. Sólo realidades entre manteles de papel.

Difícil entender como en tan pequeña cocina pueden salir tantos platos como muestra esa carta en papel de gusto confuso. Totalmente handmade, de esa cocina salen platos catalanes y mundiales como caracoles, alcachofas, pollo a la calabresa con patatas, escalibada, mejillones a la marinera, bollo preñado de sobrasada o butifarras con champiñones y morcilla. Y, sobre todo, paellas, crestas, empanadas y cocas catalanas. Y pan, y qué pan, que también elaboran en casa.

Con menú italiano, uruguayo y catalán, horario ininterrumpido y charla perenne en boca es difícil entender en su dimensión todo lo que transmite l'Àvia. Se debe vivir. Eso sí, prejuicios y snobismos se quedan en la puerta. Aquí se evita a los gourmets. Aquí se habla de gastronomía.

La experiencia Cultibar

Porción de pizza cortesía de la casa sin tan siquiera haber pedido. Detalle que marca; detalle que ilumina una mesa sin velas, austera, sencilla y a su vez repleta de buenas intenciones. La localización de nuestra mesa nos permite contemplar el fenómeno "take away" en l'Àvia. Desde gente del barrio que confía en sus económicas propuestas, pasando por turistas encandilados con su paella, hasta despistados que prueban suerte y aciertan de pleno. Dicen que para ganar hay que jugar.

El concepto "distinto/diferente" se manifiesta aquí en su máxima expresión. Suena Mecano y Modestia Aparte. Serán cosas del Raval, ya que la movida madrileña goza de pocas oportunidades en la ciudad condal. En l'Àvia, los clientes dejan de ser números para pasar a ser personas. Hay que cruzar la puerta para poder sentirlo. Nosotros lo hicimos y queremos seguir sintiendo la maravillosa complejidad de la sencillez.

Localización