Parece que estas funciones de L'elisir d'amore que se están ofreciendo actualmente en el Palau de les Arts gustan más a los que esta ópera les aburre o deja indiferente que a los que nos gusta, lo cual no deja de ser paradójico. No hay muchas cosas que decir puesto que ya lo han dicho todo, y muy bien, tanto Atticus como Titus en sus respectivos blogs, eso no significa que esté de acuerdo con ellos en todo.Comenzaré con la producción. Fresca, playera y muy mediterránea, me ha gustado mucho, a pesar de que hay algunas cosas, como siempre que se hacen adaptaciones, que chirrían, yo agradezco que se intenten actualizar óperas que hoy pueden parecer obsoletas al público más joven o menos iniciado, aunque también es verdad que algunos de ellos esperan encontrar precisamente el atractivo de lo original, puede incluso que les pueda parecer más exótico, no es mi caso. Situar la acción entre campesinos de una aldea del siglo XIX no molesta, puesto que es lo auténtico, pero hace que el espectador actual se acerque a la historia de una manera distante.
El problema lo he encontrado en parte del elenco vocal, sobre todo en la soprano protagonista, Aleksandra Kurzar, no me ha gustado nada, ha mostrado un timbre desigual y bastante cacofónico, tampoco ha sido capaz de dejarse llevar por la melodía en los momentos de abandono, y eso cuando se canta Donizetti es imprescindible; ella solita se ha encargado de estropear todos los dúos en los que intervenía, su dominio técnico para la plasmación de la coloratura me ha parecido su mejor baza pero insuficiente para ocultar sus carencias de emisión; mejor el Nemorino de Ramón Vargas, eso no quiere decir que no me haya decepcionado, lo he encontrado frío e insulso, reservón, salvo en Una furtiva lacrima, ahí ha destapado el tarro de las esencias -a pesar de lo que me ha parecido un puntual y pequeñísimo accidente al intentar usar la media voz-, el timbre sigue siendo atractivo y hay que reconocer que ha sido el mejor con diferencia; Erwin Schrott como Dulcamara ha sido el único que ha reflejado fielmente lo que me esperaba, es decir, una bonita voz que proyecta muy bien y un cantante que tiende a la sobreactuación y a los excesos, demasiado afán de matizar graciosamente, dudoso gusto y ganas de sentirse el protagonista, más le valiera dedicarse a cantar canónicamente porque presencia escénica y dotes interpretativas le sobran, no tendría que intentar rizar el rizo, es una pena porque podría hacer un perfecto Dulcamara; Fabio Capitanucci sin llegar a molestar no ha pasado de lo correcto. Irregular también he encontrado la dirección de Omer Wellber, sin ningún detalle de genialidad, que es lo que uno espera después de vendérnoslo como nos lo han vendido, más bien todo lo contrario, sobre todo durante el primer acto ha habido momentos en los que solistas y coro iban por un lado y la orquesta por otro. Tampoco el coro ha tenido una de sus mejores noches, lo he encontrado chillón y mal empastado.
En fin, una función simplemente correcta que a mí no me ha parecido lo mejor de la temporada, me hubiera encantado tener a Machaidze -os aseguro que me acordé de ella en muchas ocasiones- junto a Vargas y Schrott, seguramente todo hubiera sido de distinta manera. Con ella todo se hubiera compensado y hubiéramos gozado de muchos momentos de auténtico bel canto.
Como me gusta ilustrar cada entrada con un fragmento relacionado con el tema en cuestión hoy he decidio poner un Youtube del dúo entre Adina y Nemorino en las voces de Renatta Scotto y Carlo Bergonzi: