Haciendo esquina con la calle Tintes nos encontramos con un testigo mucho más antiguo que los almacenes Vilima. Todos sabemos que hay locales que cuidan la decoración, pues es un plus que capta clientes, aquí nada es pretendido. Así se quedó, oscuro, impregnado de olor a queso viejo, embutido y madera.
Entre semana con dos camareros van sobrados para servir desayunos y comidas, pero cuando llega el fin de semana se triplica el personal. Se nota que se preocupan por el cliente y no son unos "malages" como en otros bares que para qué mencionar. No es que me guste que me hagan la pelota, es que creo que el consumidor tiene derecho a unos mínimos ya que está pagando por un servicio.La oferta de hoy era un plato de gambas y otro de jamón (de plato pegao) por 9 euros en total. No quiero imaginarme lo que me habrían clavado en el restaurante El Cairo por lo mismo. Lo que quiero decir con esto es que la calidad era suprema y que el precio te lo puedes encontrar en sitios como La Sureña. De tapas probamos la tapa de pluma al roquefort y la de carillada. Mi acompañante y novio doy fe que sería capaz de hacer un post sólo hablando de carrillada por lo que he visto importante destacar aquí que ha sido la mejor que ha probado en su vida. La salsa de la pluma era muy muy suave apta para todos aquellos que no toleran el sabor fuerte a queso.En fin, si es que no me merezco lo que me encuentro.Hasta la próxima :)
La Calle San Esteban es la pesadilla de todo peatón y el sueño de todo fotógrafo. Se dilata en la Plaza Pilatos y continua haciéndose un reto al equilibrio hasta la Plaza del Alfalfa. Hay un bar con otro, con sus típicos montaditos y sus tapas. Incluso hay un restaurante de comida marroquí. Entre todos, a la entrada de la calle destaca La Abacería.