Froilán De Lózar
Otros momentos en La Abadía
A raíz de la Desamortización de Mendizábal pasó a manos de un particular, junto con todos los terrenos que la forman [137]
En los años de la Guerra Civil fue lugar de acogida de los derechistas lebaniegos que se pasaban por el monte cuando Liébana era zona republicana, para luego regresar al valle a la cabeza de las tropas alzadas [138]
Pasada la Guerra Civil, vuelve a adquirirla la diócesis de Palencia, instalándose aquí el Seminario Menor Diocesano. En esta época se amplió el edificio hacia el oeste, construyéndose un nuevo patio. Llegados los años sesenta el Seminario Menor se trasladó y la Abadía de Lebanza quedó únicamente como seminario de verano. Durante años vinieron a la abadía a dar cursos y charlas importantes intelectuales de la época. Años más tarde se habilitará como Centro Diocesano, en tanto que se arrienda los pastos de la finca. La imagen de la Virgen sedente del siglo XIII que se encontraba en la parroquia de Lebanza, vuelve a ser venerada en la Abadía, hasta su traslado al Seminario de Palencia. Recientemente se han restaurando las cubiertas de la abadía y los edificios colindantes, y se usa principalmente en los meses de verano para colonias y campamentos.
El viaje de Camilo José Cela
La pequeña carretera que llega a la Abadía quedaba aislada durante los meses de invierno por la nieve, siendo la radio la única forma de comunicación de sus habitantes con Palencia. Por eso, alrededor de la Abadía había cuatro edificios con cuadras, panadería, carnicería... e incluso un pequeño puesto de la Guardia Civil, cuyos guardias eran además artesanos, para ser autosuficientes durante esos meses de aislamiento. De todos los cambios por los que pasó: explotación agropecuaria, colonias escolares, sanatorio... algunos afirman que uno de los más sugerentes fue su habilitación como hotel de montaña, allá por 1930. Era entonces promotor y propietario de la Abadía don Antonio Agustín Consta.
“En la abadía de Lebanza se está bien y tranquilo. Queda lejos, en Cervera de Pisuerga, provincia de Palencia, pero se está muy bien. El viaje merece la pena”. La nota está extraída del libro “San Camilo”, de Camilo José Cela, prologado por Francisco Umbral y cuyo lanzamiento levantó mucha expectación en su momento. Cela llevaba algunos años sin publicar y afrontaba en esta obra la Guerra Civil, en los tres días cruciales del levantamiento, y por lo tanto, en la festividad de San Camilo que es el 18 de julio. “En la Abadía de Lebanza –prosigue en su monólogo– por doce pesetas te dan pensión completa en habitación con agua fría y caliente y lavado de ropa incluido, cinco comidas diarias y toda la leche y todos los huevos que quieras y que seas capaz de comer”[139] Dice Cela que cuando los mozos de esta Abadía veían a un perro y a una perra trabados, improvisaban un concurso de puntería con sus navajas afiladas, desnudas, a ver quién era el primero que partía por la mitad el luengo sexo rojo del macho, que no podía huir y aullaba aterrado. “Dios cuando hizo el mundo —recrimina el escritor— no pudo calcular que las navajas llegaran a abrirse para cortar en seco el amor de los animales” [140] Cuando Camilo escribe de este lugar haciendo un canto incluso a la altitud, los 1.500 metros sobre el nivel del mar, más que el doble de Madrid, y “el ambiente despejado y sin niebla en el que se respira un aire muy fino y desintoxicador”, es como si tratara de mitigar aquel levantamiento que se vive en las calles de Madrid y que los protagonistas movidos por su mano parecen ignorar, comiendo, festejando, viviendo a tope aquellos últimos y pacíficos días de lo que denominaron Belle Epóque. ¿Qué le impulsa al viajero de La Alcarria a fijar sus ojos en este santuario mariano? ¿Visitó él la Abadía y se siente impactado por el lugar o toma referencia por boca de algún escritor o político del momento? [141]
El 5 de mayo de 1953, en su “Nuevo viaje de España”, Víctor de la Serna firma en Palencia el artículo titulado “El área de las sacras piedras”: “Palencia, esta provincia vertical, como Burgos... es una de las concentraciones más densas de motivos turístico-arqueológicos que hay en España. Si se trata de la arquitectura románica, probablemente es la más rica de Europa y, por lo tanto, del mundo” [142]. Cuando Gregorio Marañón escribe el prólogo de este libro se refiere a los viajes como la parte más olvidada de la literatura, y hace una leve mención al “Viaje por España” de Ford, ponderando su narrativa. Cita también el viaje peninsular de Teófilo Gauthier, hallando en la narrativa de ambos autores, no sólo el conocimiento profundo de España, sino también el conocimiento de quienes hacen del camino la propia intimidad de los viajeros. Y es verdad que, los viajeros, en el transcurso del tiempo, van fijando, mejor que los historiadores, la evolución del alma de los pueblos. En ese viaje por España hemos de actualizar algunos datos. Víctor de la Serna habla de Lebanza como capital de La Pernía, sin duda por el influjo que sobre esta tierra ofrece el monasterio de la Abadía, y nos habla de La Castillería como avanzada primera de fortalezas hacia el sur por el paso desde Liébana y “donde está uno de los pueblos más bonitos de España, San Salvador de Cantamuga” [143] _________________________________
[137] La desamortización fue un largo proceso histórico-económico iniciado en España a finales del siglo XVIII por Godoy (1798) y cerrado ya muy entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924). En otros países sucedió un fenómeno de características más o menos similares. Consistió en poner en el mercado, mediante subasta pública, las tierras y bienes no productivos en poder de las llamadas «manos muertas», casi siempre la Iglesia Católica o las órdenes religiosas, que los habían acumulado como habituales beneficiarias de donaciones, testamentos y abintestatos. Su finalidad fue acrecentar la riqueza nacional y crear una burguesía y clase media de labradores propietarios. Además, el erario obtenía unos ingresos extraordinarios con los que se pretendían amortizar los títulos de deuda pública. La desamortización se convirtió en el principal arma política con que los liberales modificaron el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen, para implantar el nuevo Estado burgués durante la primera mitad del siglo XIX.
[138] Cicero, Isidro, “Liébana de punta a cabo”, 1982
[139] De Lózar, Froilán, Artículo "La Abadía de Camilo", de la serie "Vuelta a los orígenes", publicado en "Diario Palentino", 5 de Mayo de 2007. Laurentino cita, efectivamente, cinco comidas diarias. “Huevos, todos los que desee tomar el húesped...” aunque el precio de la pensión, dice, es de quince pesetas. [140] Cicero, Isidro, “Liébana de punta a cabo”, 1982 [141] No es la primera referencia a nuestra tierra. En “La Colmena”, su obra cumbre, cuya primera versión no pasará la censura española y se publica finalmente en 1951 en Buenos Aires, se nos habla de Dorita, expulsada de su casa por haber tenido un hijo de soltera: “La criatura fue a morir una noche, en unas cuevas que hay sobre el río Burejo, en la provincia de Palencia. La madre no dijo nada a nadie: le colgó unas piedras al cuello y lo tiró al río, a que se lo comieran las truchas”. [142] De Lózar, Froilán, Artículo “Viaje inacabado”, de la sección “Vuelta a los orígenes”, publicado en “Diario Palentino”, el 27 de Noviembre de 2004. [143] Cantamuga: canto o mojón de la muga, o límite. “El nombre de Cantamuga es frecuentemente deformado y sustituído por el que entre la ignorancia y el mal gusto han creado: Cantamuda”.
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