La Abolición del trabajo - Bob Black.

Publicado el 09 mayo 2017 por Matapuces

Nadie debería trabajar.
El trabajo es la fuente de casi toda la miseria en el mundo. Casi todos los
males que puedas mencionar provienen del trabajo, o de vivir en un mundo
diseñado para el trabajo. Para dejar de sufrir, tenemos que dejar de trabajar.
Esto no significa que tenemos que dejar de hacer cosas. Significa crear una
nueva forma de vivir basada en el juego; en otras palabras, una convivencia
lúdica, comensalismo, o tal vez incluso arte. El juego no es sólo el de los
niños, con todo y lo valioso que éste es. Pido una aventura colectiva en alegría
generalizada y exhuberancia libremente interdependiente. El juego no es pasivo.
Sin duda necesitamos mucho mas tiempo para la simple pereza y vagancia que el
que tenemos ahora, sin importar los ingresos y ocupaciones, pero, una vez
recobrados de la fatiga inducida por el trabajo, casi todos nosotros queremos
actuar. El Oblomovismo y el Estajanovismo son dos lados de la misma moneda
despreciada.
La vida lúdica es totalmente incompatible con la realidad existente. Peor
para la "realidad", ese pozo gravitatorio que absorbe la vitalidad de lo poco en
la vida que aún la distingue de la simple supervivencia. Curiosamente -- o
quizás no -- todas las viejas ideologías son conservadoras porque creen en el
trabajo. Algunas de ellas, como el Marxismo y la mayoría de las ramas del
anarquismo, creen en el trabajo aún mas fieramente porque no creen en casi
ninguna otra cosa.
Los liberales dicen que deberíamos acabar con la discriminación en los
empleos. Yo digo que deberíamos acabar con los empleos. Los conservadores apoyan
leyes del derecho-a-trabajar. Siguiendo al yerno descarriado de Karl Marx, Paul
Lafargue, yo apoyo el derecho a ser flojo. Los izquierdistas favorecen el empleo
total. Como los surrealistas -- excepto que yo no bromeo -- favorezco el
desempleo total. Los Troskistas agitan por una revolución permanente. Yo agito
por un festejo permanente. Pero si todos las ideólogos defienden el trabajo (y
lo hacen) -- y no sólo porque planean hacer que otras personas hagan el suyo --
son extrañamente renuentes a admitirlo. Hablan interminablemente acerca de
salarios, horas, condiciones de trabajo, explotación, productividad, rentabilidad.
Hablarán alegremente sobre todo menos del trabajo en sí mismo.
Estos expertos que se ofrecen a pensar por nosotros raramente comparten sus
ideas sobre el trabajo, pese a su importancia en nuestras vidas. Discuten entre
ellos sobre los detalles. Los sindicatos y los patronos concuerdan en que
deberíamos vender el tiempo de nuestras vidas a cambio de la supervivencia,
aunque regatean por el precio. Los Marxistas piensan que deberíamos ser mandados
por burócratas. Los anarco-capitalistas piensan que deberíamos ser mandados por
empresarios. A las feministas no les importa cuál sea la forma de mandar,
mientras sean mujeres las que manden. Es claro que estos ideo-locos tienen
serias diferencias acerca de cómo dividir el botín del poder. También es claro
que ninguno de ellos tiene objeción alguna al poder en sí mismo, y todos ellos
desean mantenernos trabajando.
Debes estar preguntándote si bromeo o hablo en serio. Pues bromeo y hablo en
serio. Ser lúdico no es ser ridículo. El juego no tiene que ser frívolo, aunque
la frivolidad no es trivialidad: con frecuencia debemos tomar en serio la
frivolidad. Deseo que la vida sea un juego -- pero un juego con apuestas altas.
Quiero jugar para ganar.
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