Sebastián sueña con ser un niño igual que los demás, con ser capaz de correr como el viento en el campo de fútbol, chutar la pelota de tal manera que dibuje una perfecta parábola y marcar un gol. Pero su corazón tiene un defecto desde que nació, lo que significa que no puede cumplir sus deseos. No obstante, Sebastián ha logrado encontrar su lugar en el mundo gracias a su excéntrica abuela Lola y al amor que esta siente por la cocina. Ambos preparan juntos riquísimos y exóticos platos puertorriqueños, el país de origen de su abuela. La complicidad que crece entre ambos (un niño enfermo y una anciana) se convierte pronto en un fuerte vínculo que logra unir de nuevo a una familia desestructurada, pues, como siempre dice Lola, «una comida preparada con amor no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma».Esta es la historia mágica de un niño que aprendió a bailar con la muerte y de cómo las pequeñas victorias de una familia pueden servir para reconstruir corazones heridos de muy diversas maneras. La abuela Lola nos enseña que la diferencia entre la alegría y la tristeza a veces pende simplemente de un hilo frágil, casi invisible. Una historia conmovedora que te emocionará.
SI algo resulta enternecedor es la relación entre nietos y abuelos, cuando estos últimos han dejado atrás las urgencias y las obligaciones y dedican a los nietos el tiempo y la dedicación que algunas veces no han podido prodigar a sus hijos.
A sus diez años, Sebastian ve como sus compañeros juegan, corren y ríen mientras él permanece al margen porque su corazón no le permite disfrutar como los demás niños. Tal vez por verse obligado a ser un mero espectador del mundo que le rodea desde su banco, ha desarrolladlo una gran sensibilidad. Por su condición de niño delicado de salud, tampoco es que tenga muchos amigos. De hecho, su mejor amiga es su abuela, Lola, una anciana enérgica que ha dejado atrás muchos recuerdos y sufre al ver a sus hijos divididos por viejas rencillas basadas en malentendidos.
Sebastián es el protagonista de la novela, lo vemos todo a través de los ojos de un niño muy maduro pero también inocente. Algunas veces se siente invisible frente a los adultos que le protegen en exceso, sin tener en cuenta su voluntad; frente a ello, se ha convertido en el punto de mira de un niño matón y es en esos momentos cuando le gustaría ser invisible. A su lado, y a través de su día a día, somos testigos de su vida de escolar y de la relación con su familia. Pese a parecer vivir siempre al margen de los demás, es un niño optimista, que da una lección de alegría de vivir y de generosidad.
No es una novela con mucha acción en si, todo es muy íntimo, ligado a la vida engañosamente monótona de Sebastián y de una Lola que parece algunas veces haber perdido un poco el sentido de la realidad, pero muy consciente de todo lo que la rodea. Tal vez haya sido ese ritmo lento lo que me ha costado asimilar; los recuerdos de Lola, el día a día demasiado desgranado de Sebastián, las rencillas familiares y el sobre todo el final que intuía no me convencieron. Pese a todas las excelentes reseñas que he leído de la novela, no ha sido de mis lecturas favoritas de este verano. La empecé, dejé, regresé y me costó un poco acabarla. Cada libro tiene su lector y su momento, creo que La abuela Lola no me llegó en el momento más oportuno ni supe apreciar en su justa medida sus cualidades. Es un libro excelente, pero por su temática no le disfrutado todo lo deseado.