Cada vez que volvían los de la búsqueda, los inquiría con un gesto acompañado de una anhelante mirada. Al ver la negación en sus rostros, se enojaba y decía: mi nieta a merced de las alimañas. Sentada en su silla, con las uñas ennegrecidas y los bajos de las sayas empapados, miraba alrededor las paredes húmedas de su casa y con amargura y tristeza decía que estaba resignada a todo menos a no encontrar a su nieta. Determinó salir ella con la cuadrilla a rastrear más allá del río. Ese día se vistió el carácter del que siempre había hecho gala y les dijo: no tenemos más suelo que el que pisamos y si está lleno de agua, pues lo tendremos que secar.
Cada vez que volvían los de la búsqueda, los inquiría con un gesto acompañado de una anhelante mirada. Al ver la negación en sus rostros, se enojaba y decía: mi nieta a merced de las alimañas. Sentada en su silla, con las uñas ennegrecidas y los bajos de las sayas empapados, miraba alrededor las paredes húmedas de su casa y con amargura y tristeza decía que estaba resignada a todo menos a no encontrar a su nieta. Determinó salir ella con la cuadrilla a rastrear más allá del río. Ese día se vistió el carácter del que siempre había hecho gala y les dijo: no tenemos más suelo que el que pisamos y si está lleno de agua, pues lo tendremos que secar.