A veces digo que no hace falta la oposición para enlodarnos nosotros mismos. Leí con asombro la nefasta sentencia de la Sala Cuarta de la Corte de Apelaciones que otorga casa por cárcel a un psiquiatra delincuente, dictada precisamente el día 8 de marzo, como ‘digno’ corolario al Día Internacional de las Mujer.
¿Podemos ser complacientes con semejante medida, conociendo la forma tan salvaje como este energúmeno asesinó a sangre fría a una joven de 18 años, golpeándola 5 veces en la cabeza con un objeto, luego de abusar sexualmente de ella? A todas estas, qué pasó con la larga lista de pacientes de este inmundo personaje quien, amparado en su prestigio como psiquiatra y ex rector de la Universidad Central de Venezuela, procedió a sedarlas y ultrajarlas, y cuyas fotografías ocultaba en su apartamento? Acaso esos delitos no son tales? Dónde están los familiares de estas víctimas? Por qué no denuncian? Cómo es eso que los asesinos y violadores se transforman repentinamente en santos cuando tocan la vejez, y ahora este señor se retira tranquilamente a descansar y leer la prensa?.
Lo más asombroso y decepcionante es que no se escucha ninguna voz oficial (sobre todo femenina) sobre el tema. Me gustaría conocer la opinión de Gabriela Ramírez, Defensora del Pueblo, de la Fiscal General de la República Luisa Ortega Díaz y de la propia Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia Luisa Estela Morales, quienes al frente de estas instituciones deberían defender la dignidad de la mujer y sobre todo de la venezolana, siempre tan impunemente pisoteada en los medios. Duele además reconocer que las únicas voces que se han alzado hasta ahora pertenecen nada más y nada menos que a un grupo de mujeres de ¡PRIMERO JUSTICIA! Dónde están las mujeres revolucionarias? Es que tienen que pedir permiso para expresar su desacuerdo, sobre todo frente a un acto que nos agrede? O es que consideran que es una medida acertada y justa?.
No podemos menos que solidarizarnos con los familiares de la joven Roxana Vargas y pedir que se revise este caso para que impere la justicia.
Carolina Rodríguez
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