La acción

Por Juancarlos53

Las puertas del estadio bullían de público. Los vendedores de bufandas y camisetas de los equipos local y visitante estaban haciendo el agosto: sus puestos estaban abarrotados. Cierto era que Unionistas no se iba a ver en otra: en el Sorteo de la Copa del Rey le había tocado jugar a partido único contra nada menos que el Real Madrid. ¿Sería posible ganar al equipo de la capital de España que tenía un plantel millonario de jugadores? ¿Jugadores de segunda preferente, que a duras penas lograban vivir sólo del fútbol, sabrían plantarle cara sin complejos a todo un primera división? El ambiente, la incógnita del potencial resultado, el frenesí pequeño-mercantil presente en los puntos de venta del improvisado mercadillo, los bares a rebosar donde el público -la muchachada principalmente- aprovisionaba sus cuerpos del pertinente grado alcohólico para sobrellevar con entusiasmo el encuentro... Todo invitaba al regocijo y al disfrute. Nada malo podía pasar en ambiente tan festivo.

-En cuanto lo veas salir, me avisas -me dijo con voz tenue pero suficiente Gorka-. No quisiera que nos sucediera lo que la última vez, cuando no pudimos hacerlo pese a tener todo a nuestro favor.

-No te preocupes, Imanol, esta vez será más sencillo. No es lo mismo hacerlo en una gran ciudad como Madrid o Bilbao que en Zamora, Huesca o aquí, en Salamanca, donde...

Imanol dejó de hablar al verse zarandeado por la masa de personas que quería acceder al campo antes de que se iniciase el partido. En la vorágine Gorka perdió de vista a Imanol, lo que le preocupó mucho pues, para que la acción tuviese éxito, era necesario que todo funcionase como un reloj. Además, creyó que el servicio de seguridad encargado de controlar la entrada y el paso por los torniquetes se había fijado en él; pensó que su figura o su vestuario quizás llamase vivamente la atención o estuviese totalmente fuera de lugar. Una camiseta del equipo de San Sebastián en un partido Unionistas-Real Madrid, ¿a santo de qué? Pero no, todo había resultado ser imaginaciones suyas, producto de la tensión, seguro.

"Imanol, ¿dónde estás?", se dijo para sí mientras buscaba la fila siete de la grada sur, justo encima del túnel de vestuarios por donde los jugadores saldrían al campo.

-¡Ah, estabas aquí ya! -comentó con alegría Gorka en cuanto se percató de que yo estaba ya limpiando mi asiento-. Estaba inquieto por ti al haberte perdido de vista. Pensé que podrían haber sospechado algo y yo qué sé, que cualquier cosa te hubiera pasado.

-A mí me ocurrió lo mismo. Fue perderte de vista y comenzar a sufrir. Lo mismo te habían retenido, imaginé, porque qué quieres que te diga Gorka: ¡Mira que venir al Helmántico con una camiseta de la Real Sociedad! Debes de ser el único que ignora que no es lo mismo "el Real" que "la Real", por dios.

Gorka no pudo menos que sonreír. Era verdad. Venir a un enfrentamiento Unionistas-Real Madrid con un maillot blanquiazul denotaba desconocimiento, desinterés o insulto a los contendientes y a sus seguidores: unos, la mayoría de ellos, con la camisola blanquinegra y el torito; de blanco impoluto, los venidos de fuera. Muchos aficionados locales sentimentalmente tenían el corazón partido, al ser incondicionales del Real en la Liga de 1ª división y del Unionistas en la de la categoría en que competía la ciudad salmantina. Pero uno de la Real Sociedad, qué pretendía comunicar.

-¿Llamaste ya a Ione, Imanol?

-No, aún no. Estaba esperándote, no quería precipitarme. ¿Qué le digo?

-Pregúntale dónde ha dejado la bolsa con el material.

Ione había llegado a Salamanca con tan sólo 14 años procedente de Éibar. Sus padres, emigrantes en Euskadi desde antes de nacer ella, no habían querido que sus hijos se radicalizasen o que perdiesen el contacto con su tierra de procedencia. Es por ello que habían fijado esa edad, la de Ione en ese momento, como tope para regresar a la tierra que los vio nacer. Cerraron el bar que 25 años atrás habían abierto en la plaza de Untzaga y que mal que bien les había proporcionado unos dineros, a pesar de que la vida no les había resultado demasiado cómoda dado que ellos eran maketos, o así era como los llamaban los de la Erriko Taberna de la calle Isasi. En el instituto salmantino donde Ione ingresó conoció a Gorka e Imanol, hijos el primero de guardia civil y el segundo de Jorge, trabajador de la Cooperativa Mondragón hasta que Fagor, la empresa donde se empleó durante casi treinta años, cerró definitivamente. Ambos, cuando llegó Ione al IES Lucía de Medrano, ya estaban bien asentados en la ciudad del Tormes, donde llevaban al menos tres o cuatro años.

-Imanol, la bolsa de deportes se la tenéis que pedir a Manoli, la chica que atiende el bar de la zona de Tribuna -contestó Ione a mis requerimientos telefónicos.

-Pero a mí no me la dará -le dije algo nervioso-. No me conoce y dudará. Además no es cosa de ponerme a contarle mi vida en el bar que estará hasta los topes de gente pidiendo bocatas y refrescos. Será mejor que acuda Gorka. Ya sólo verle con la camiseta de la Real será una prueba más que convincente.

-Eso ya, vosotros mismos -me respondió Ione cerrando seguidamente la comunicación

Los servicios de vigilancia privada estaban más pendientes de lo que ocurría en la zona de los fondos y apenas si prestaban atención a quienes circulaban cerca de los vomitorios camino de los servicios o de los bares. Era el momento oportuno, pensó Gorka. Y así lo hizo; sin prisa, pero sin pausa, enfiló hacia la salida que daba acceso al distribuidor que comunicaba el fondo sur con la tribuna donde se encontraba el bar de Manoli.

-Dos bocatas de tortilla y uno de calamares -gritaba en ese momento Manoli al chico encargado de proveerle de bebidas y comida-. También dos coca colas cero cero y una cerveza sin alcohol. ¿Qué quieres? -le preguntó Manoli a Gorka sin siquiera mirarle la cara.

-Vengo a por la bolsa de Ione.

Manoli cesó en su ajetreo y miró la cara de quien tan extraña comanda había hecho. Al ver a un chico desconocido vestido con un maillot que estaba totalmente fuera de lugar su cabeza comenzó a atar cabos: Real Sociedad - Ione - País Vasco - Bolsa de deportes. Rápida como era de reflejos, en seguida pareció comprender, pasó a la trastienda y acercándose a la puerta baja que daba acceso a la barra le entregó a Gorka una bolsa de lona con la efigie de Mickie Mouse.

-Gracias, Manoli -se despidió Gorka, una vez que tuvo la bolsa en su poder-. Ya hablaremos.

Nada más llegar a la fila sobre-puerta de vestuarios por la que habían de saltar al campo los jugadores de ambos equipos y donde esperaba Imanol, con rapidez y disimulo procedieron ambos, sin dirigir la mirada a su interior, a toquetear con las manos el contenido de la bolsa de loneta. Allí dentro había prendas de tejido y algún objeto metálico. Al tacto la pieza de metal palpada se diría que era grande y algo pesada; con la punta de los dedos, alternativamente tocaron el orificio de algo que bien podría ser... "Desde luego, madre mía, no creo que se le haya ocurrido a Ione complicar aún más la cosa", pensarían ambos, si bien cada uno formularía este pensamiento a su manera, dado que cada individuo es muy suyo para esto.

Las alineaciones se escuchaban por megafonía. A Gorka e Imanol les interesaba sobre todo la del Real Madrid. ¿Habría traído el míster a Viniçius a pesar de ser un partido teóricamente fácil? Si no lo hubiera traído, todo el plan tan minuciosamente trazado se les vendría abajo. "Y en el Real Madrid: Courtois, Carvajal, Militão, Rüdiger, Nacho; Camavinga, Ceballos, Kroos; Asensio, Rodrygo y Vini Jr."

-Ha dicho Vini Junior, ¿no, Imanol? -me preguntó nervioso Gorka.

-Sí, sí. Eso me parece haber escuchado a mí -le contesté ya del todo fuera de mí, pues la acción habíamos de hacerla ya, sí o sí.

Sólo quedaba elegir el momento. Al principio, o sea, ahora mismo según que los jugadores salían al campo no parecía oportuno, pues los servicios de seguridad es cuando suelen estar más atentos y fácilmente podían anticiparse a su operación. Quizás al final del partido, cuando, según sea el resultado, los aficionados, satisfechos o con enorme disgusto, vayan desapareciendo del estadio engullidos por sus bocas de salida y los jugadores enfilen hacia el túnel de vestuario, fuera cuando debían ejecutarlo. Hasta ese momento no les quedaba otra que disfrutar todo lo posible del encuentro.

El partido discurrió por los cauces habituales. El argumentario futbolístico del Real era ya conocidísimo y no por ello menos preocupante; se llamaba remontada. Comenzó marcando Unionistas tras un corretear desmayado y desganado del Madrid por el campo. La sombra del alcorconazo volvió en vuelo rasante a cernirse sobre el campo del Helmántico. La afición local no se lo podía creer y los desplazados desde la capital para ver a su equipo tampoco. Los minutos iban pasando y el conjunto merengue era incapaz de colocar el balón dentro de la portería salmantina. "¡Gol, gol! Por fin el equipo blanco ha podido introducir el balón entre los tres palos. Pero, ¡lástima!, ha sido gol en propia puerta". El desastre se había consumado o estaba a punto de consumarse, pues apenas si quedaba tiempo para volver el resultado del revés. ¿Qué más podría ocurrirles a los blancos?

Sonó el pitido final. El campo seguía con todos los aficionados del Unionistas en él, agitando satisfechos al aire sus bufandas blanquinegras. Mientras los jugadores charros agradecían al público su apoyo, los once del Real Madrid, cabizbajos, pusieron rumbo hacia la embocadura de los vestuarios. Allí encima Gorka e Imanol con rapidez al ver que las estrellas galácticas, hoy algo fundidas desde luego, se acercaban e iban a pasar bajo donde ellos se encontraban iniciaron la maniobra tantas veces ensayada en casa. Imanol, con soltura y maestría, metió las manos en la bolsa de loneta que Gorka, ágil por demás, le ofreció ya abierta. Apenas fueron unos segundos los que Vini Jr tardó en acercarse hacia las extremidades superiores de Imanol que, proyectadas hacia abajo, sostenían en una mano una camiseta blanca con el número 20 a la espalda y en la otra un pequeño objeto metálico con el que le apuntaba de manera imperiosa al tiempo que acompañado por Gorka para ser mejor escuchados gritaban

"¡¡Vini, Vini, por favor. Fírmanos la camiseta!!"