1. La divinidad de Nimrud
La divinidad más importante de Nimrud era Ninurta. Un templo, próximo al palacio real de la ciudad y provisto de un zigurat aún visible, estaba dedicado a este dios.
Restos del templo.
2. La residencia real
El palacio Noroeste, que sigue siendo hoy día el mejor conservado de todos los de la ciudad, contenía una amplia sala de audiencias y habitaciones para la familia real.
3. El palacio del fundador
Adad-Nirari III (810-783 a. C.) construyó un edificio adicional que fue incorporado enseguida al palacio central, obra de Tiglat-Pileser III (745-727 a. C.), fundador del Imperio asirio.
4. El «palacio quemado»
El «palacio quemado» era un edificio muy antiguo, restaurado primero por Adad-Nirari III y después por Sargón II. El último incendio que lo destruyó data de la caída de Nimrud, en 612 a. C.
5. Templo de Nabu
El templo de Nabu, dios de la escritura, fue fundado por Shammu-Ramat en 798 a.C. Incluía una biblioteca con alrededor de 280 tablillas, conservadas en una habitación de 32 m2.
6. Palacio del gobernador
Este edificio se cree que era la sede del gobernador de la ciudad. También se conservaban allí archivos privados, compuestos por miles de tablillas, que pertenecían a miembros de su entorno. o varias propiedades de la reina en el oeste. Al final del proceso, en el siglo VII a. C., la reina incluso había incorporado a su Casa a ciertos cuerpos del ejército permanente asirio, por lo que puede decirse que participaba en la organización y control del aparato militar del Estado.
La gestión de este amplio conjunto se basaba en una contabilidad escrita y en la clara identificación de todos los elementos de mobiliario y vajilla que pertenecían a la Casa de la Reina. De este modo se ha podido reconocer la imagen del escorpión como símbolo distintivo de la reina de Asiria, lo cual permitía a los que no sabían leer identificar sin equívocos las propiedades de la soberana.
Poderosas en la vida y en la muerte
La reina de Asiria salía del palacio únicamente para participar en ceremonias religiosas y en la vida de la corte, para asistir a actividades políticas o realizar giras de inspección relacionadas con la gestión de sus bienes. Sin embargo, el marco habitual de su existencia era el bitanu, término que puede traducirse como «los apartamentos privados». Allí convivía con las mujeres vinculadas al soberano y con los niños de corta edad. El acceso a este lugar estaba estrechamente vigilado y los contactos con el exterior se hallaban sometidos a un cuidadoso control, si nos guiamos por los extractos de unos reglamentos conocidos como «edictos de harén» que datan del período Medio Asirio, pero que probablemente seguían vigentes en el primer milenio. Se trataba sobre todo de controlar la transmisión de información entre el bitanu y el mundo exterior, y de evitar posibles complots.Así pues, no es sorprendente que durante las excavaciones llevadas a cabo en 1989 en uno de los más famosos palacios asirios, el de Kalhu (Nimrud), se encontraran las tumbas intactas de varias reinas asirias: las esposas de Tiglat-Pileser III y de sus hijos Salmanasar V y Sargón II. Estaban situadas en sótanos habilitados bajo el suelo de las habitaciones ocupadas por las reinas en el gran palacio real, y revelaron no sólo los nombres de las esposas de los reyes de finales del siglo VIII a.C., sino también el esplendor y la riqueza de las joyas que las habían acompañado en su viaje al Más Allá. La corte abandonó Nimrud a partir del reinado de Sargón II para trasladarse a una nueva capital, Nínive. Es posible que en una zona todavía sin excavar del palacio de Senaquerib en Nínive estuvieran enterradas las esposas reales de los reinados siguientes, entre ellas tal vez la poderosa Naqi’a, esperando a ser descubiertas algún día. El estudio de la historia asiria aún puede reservarnos muchas sorpresas.