La actitud innovadora no siempre determina una actitud emprendedora

Por Gregorioalonso

Acabo de leer el libro “La actitud innovadora” de Antonio Flores, sobre los principios para generar una nueva forma de gestión, editado por la Fundación Riojana para la Innovación.  Lo primero que me sorprende es la distinción entre innovador y emprendedor con la que no acabo de aclararme.

Buscando entender nuestra situación actual, me interesa algo tan evidente como la ley del mínimo máximo o el nivel de resistencia de los grupos a actuar, determinando la resistencia al cambio. Es decir, la propensión que tenemos a hacer o no algo en función del beneficio que nos reporta.

El modelo de negocio no es ya un determinante para generar valor y obtener beneficios, por la obsolescente rapidez de estos modelos, según va evolucionando la tecnología. Imprescindible tener en cuenta las tres esferas que gobiernan el desarrollo de un ecosistema interdependiente. Cuando estas tres áreas tecnológica, sociocultural y económica confluyen, se produce una oportunidad. Pero aprovechar estas depende de cómo observemos las cosas y la manera diferente cómo las hacemos nuestras.

En el eje de todo esto se encuentra la rapidez de la producción digital, enfrentada a la lentitud de la producción material y la mal asimilada revolución tecnológica aún por digerir, que permite una concreta personalización en la creación de productos o servicios. Sin  embargo, para muchas empresas el cambio es interpretado como pasajero, con lo que aligeran el peso de la estructura de la empresa en espera de tiempos mejores.  Lo peor es no saber adaptarse, sin entender que nada será igual que antes.

Crear una actitud emprendedora requiere de interés, predisposición, conducta, postura, frente a una situación que demanda del individuo un nivel superior al que estamos acostumbrados. Donde el conocimiento de uno mismo juega un papel fundamental. Requiere habituarse a vivir en la incomodidad, a iniciar todo desde cero, a conseguir una visión oblicua y no frontal frente a las situaciones. En definitiva, acostumbrarnos a no transitar por caminos trillados, entender que el beneficio debe traducirse en satisfacción, no siempre interpretada monetariamente. Sobre todo si entendemos que hay cosas que no podemos comprar.

¿Y tú innovas o emprendes?