La agresividad como hábito

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El otro día estaba yo de asueto, rodeada de prepúberes (unos doce de distintas edades), cuando presencié algo digno de guion de las mejores telenovelas. El entramado de la pelea (que casi llegó a las manos) venía dado por una broma de mal gusto que uno de los susodichos había gastado al otro: le había tirado una chancla al otro lado de una valla (aunque luego, casi de manera inmediata, la recogió).

El caso es que esto suscitó una discusión sobre el "porqué" que se fue complicando hasta el punto de que un adulto tuvo que venir y enfrentarse a más de uno/a, ya que el nivel de chulería iba en aumento. Incluso hubo "apartes" (dos chavales se apartaron para poner los puntos sobre las íes con respecto a algo del asunto). Había alguna figura conciliadora entre el grupo, pero surtía poco efecto. El "porqué" seguía siendo el centro de la discusión.

Digamos que las aguas no se calmaron, sino que cada uno/a fue por su lado y aquello acabó en tensión repartida en distintos espacios. Me acabé marchando porque me estaban poniendo nerviosa.

Sé que estas cosas son normales en grupos, que siempre se han dado... Que así es como se construyen las personalidades de los más jóvenes, y que es necesario aprender a resolver conflictos, aunque me llamó la atención tanta agresividad.

Un par de días después, dos adultos discutían con muy mala leche sobre un tema relacionado con la conducción y la (otra vez) chulería con la que uno de ellos había actuado. Uno, dentro de una furgoneta (el chulo) y el otro, de pie junto a la furgoneta. El conductor era transportista de alguna empresa, un señor, y hablaba gesticulando y creyéndose poseedor de la razón. El que estaba de pie (que además le había dado acceso al recinto en el que estaba) le decía que no era necesario ponerse tan chulo, que con respeto y educación se hacían las cosas mejor... y el de la furgoneta erre que erre. Al final, el transportista, cortando la conversación (que no iba a ninguna parte y se estaba calentando más de la cuenta) preguntó la dirección del sitio al que debía ir y el señor que estaba de pie sonrió y dijo: "No tengo ni puta idea". Y se alejó tranquilamente.

En resumen: parece que vemos demasiados programas de televisión donde la gente grita y gesticula y se amenaza (aunque luego se vayan de cañas con los bolsillos llenos por vender o inventar sus miserias)... La cortesía no parece estar de moda. Pero entiendo al señor que, sonriendo, le dio un poquito de caña al conductor chulo. A ver si dejamos a un lado tanta agresividad inútil. (Esto también va por los/as políticos/as, que algunos/as dan mucha vergüenza).