Me quedo con la expresión de alegría en cada uno de los organizadores, ponentes y asistentes. La evidencia de una conexión amorosa que, aunque no percibimos a través de los sentidos, se da en todo momento. El encuentro de personas que se comunican desde el Ser y que se alegran, sobre todo, de estar vivos.
Al finalizar mi intervención, una de las personas que se me acercó me tocó el alma. Llegó con mi libro, El don de vivir como uno quiere, en su mano. Me enseñaba cómo lo tenía completamente subrayado y me comentaba, con una increíble luz en sus ojos, todo lo que le había ayudado en su vida. Sentí que, sólo por ese momento, ya había merecido la pena estar allí y también haber escrito ese libro.