1. La defensa de la vida aún no nacida está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano.
2. Esta defensa supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier condición y fase de su desarrollo.
3. El ser humano es un fin en sí mismo y no puede considerarse como un medio para resolver otras dificultades.
4. Si cae esta convicción, no hay fundamentos sólidos para defender los derechos humanos, que estarían sometidos a conveniencias sociales o políticas.
5. El valor inviolable de la vida humana puede ser reconocido por la razón humana, pero a los ojos de la fe es una ofensa al Creador del hombre.
Son cinco afirmaciones que pueden ser compartidas por creyentes y no creyentes. Y por supuesto, también por los creyentes de las diversas confesiones religiosas. Un sentimiento compartido y una voz universal pueden ayudar al mundo a reflexionar sobre el drama que se está desarrollando ante nosotros.