La alfombra blanca (y repleta de logos) de los Goya

Publicado el 26 enero 2020 por Esti @estipuntobpunto
Málaga. Ext. Noche.
Llueve a mares. La lluvia en Sevilla es una maravilla, pero en Málaga es una riada y un barrizal. Los actores y actrices que ocupan los hoteles de Málaga se acicalan, se ponen el vestido prestado por Zé García, las joyas cedidas por Bulgari, los taconazos de Úrsula Mascaró. Salen a la calle y les cae encima el diluvio universal. Como si fueran Kate Moss en Glastonbury van llegando a la gala de los Goya llenos de barro. Pero no.
Imaginaos estos looks con toques de lodo, lluvia y unas botas Hunter.
Ojalá hubiera pasado esto.
Hubiera sido mucho más divertido. Hubiera sido imprevisto, loco, rockero. Pero no, la gala de anoche (hasta donde vi) fue más bien soporífera. Que el primer premio fuera para una yaya de 85 años marcó el ritmo de la noche. La señora tardó lo suyo en alcanzar el escenario y tardó aún más en recordar qué quería decir. No llevábamos ni 20 minutos y ya se estaba haciendo largo.
La alfombra, que no deberíamos llamar roja, si no de los logos, también empezó aburrida. Mucho blanco, mucho vestido minimal, mucho blanco y negro y mucho ir sobre seguro. Hasta que llegaron ellas. Gracias a Pilar Ordóñez, Mariola Fuentes y una señora vestida de mandarina por existir:

Había tantos, pero tantísimos vestidos blancos que dos personas tan diferentes como Dulceida y Silvia Abril llevaron un modelo muy similar.
Entre la marabunta de vestidos blancos que, oye, si llegas a un acuerdo con el diseñador lo mismo lo puedes usar para tu boda, lo subes a las redes y al final hasta te sacas un pico, también había alguno que se salía de la norma. Najwa Nimri lucía un salto de cama/poncho ideal para darlo todo en la próxima fiesta ibicenca:

Nadia de Santiago fue, directamente, en salto de cama. La batita transparentosa que llevaba encima era ideal, sobre todo para bajar la escaleras de tu mansión en los Hamptons camino del desayuno tipo buffet que te ha preparado el servicio. Para una gala en febrero, sin embargo, como que no lo veo.
Y hablando de la gala, la montaña rusa de emociones continuaba con una actuación de Pablo Alborán, más esa oda a la alegría de vivir que es la sección de cortos documentales, siguiendo con Jamie Cullum al piano en la sección in memoriam, más el discurso del director de la Academia de cine, más una actuación de Amaia, que es muy maja y muy riquiña, pero no deja de ser la María Ostiz de la generación Z. Mientras todo esto pasaba, la gente se levantaba y cruzaba por delante de algunas de las cámaras. Pasó tantas veces que ya parecía un gag.
Afortunadamente, no todo fue aburrido y bajonero. Silvia Abril se marcó uno de los mejores momentos embutida en mallas, haciendo de superheroína y diciendo que ella era invisible desde que cumplió los 40 para acabar el número chocándose contra la pantalla y maldiciendo el techo de cristal. Abril no fue la única en hacer un guiño al mundo de los súper héroes:
Aquí tenemos a Óscar Jaenada vestido del Enigma de las películas de Batman. Este chico trabaja mucho en Hollywood, quizá sea aspirante al papel en el próximo remake/reboot/secuela/precuela del dichoso hombre murciélago:

Belén Rueda también hizo un homenaje a un personaje icónico, en su caso vestida de azul Disney. Había quienes decían que iba de Elsa de Frozen, otros opinaban que más bien Cenicienta. Yo la veo muy Alicia en el País de las Maravillas, pero en plan remake 30 años más tarde, con Alicia ya adulta, divorciada y con hijos independizados, que mira hacia su infancia con nostalgia.
Entre villano de Marvel y Timothée Chamalet patrio estaba Eduardo Casanova. Mientras, Antonio Velázquez mezclaba muchas referencias: sus patillas podían ser Curro Jiménez o Lobezno; su traje podía ser portero del Ritz o maestro de ceremonias en el circo de Dumbo.

 Antonio Velázquez as Lobezo. Eduardo Casanova as Billy Porter.
Admito que me fui a dormir pronto, en algún punto entre la actuación de María Ostiz Amaia y el in memoriam. El formato de gala siempre se hace largo, por ritmo, por horario, por discursos eternos que te hacen darte cuenta que el tiempo es subjetivo y que hay minutos que parecen horas... Por eso creo que podemos hacerlo mejor, con un nuevo formato: el día después de los Goya. 
Estación María Zambrano. Int. Día
Actores y actrices con resaca, afonía y mocos (Nadia de Santiago y Anna Castillo fijo que cogieron frío la noche anterior) desfilan como The walking dead camino al tren. Un aluvión de periodistas que han dormido sus ocho horas y desayunado fuerte les rodean y les siguen en el trayecto Málaga-Madrid, enterándose así de quién ligó con quién, quién odia a quién, quién ha perdido su cabezón, quiénes han acosado a Almodóvar.
Y vosotros, ¿veríais ese programa post-Goya?, ¿que hacía Tamara Falcó en los Goya, es acaso la nueva Mario Vaquerizo y no nos vamos a librar de ella jamás de los jamases?, ¿estáis dispuestos a ver la próxima película de Oliver Laxe si la protagoniza él en vez de una señora de 85 años, un tipo con el pelo sucio y unas vacas?, ¿Carlos del Amor se apellida de verdad así o es su nombre artístico?