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Las alforjas tienen origen hispano y posiblemente árabe (al khurj); y fueron introducidas en la época de la conquista por los españoles. En la actualidad, las normas de composición estética de todo el conjunto de la alforja se rigen por valores estructurales andinos. La elaboración es un complejo proceso que va desde la selección de la materia prima, la preparación del tejido, la selección de los hilos destinados a formar el motivo, hasta la ejecución del tejido propiamente dicho, con la habilidad en el manejo de los telares de cintura o kallua, y la decoración con los adornos finales. La destreza manual de la tejedora imprime el sello definitivo.
La alforja antiguamente jugaba un rol crucial en la integración de los grupos familiares andinos. Con la entrega afectuosa de hermosas alforjas labradas y paños preparados con ocasión del matrimonio (a menudo por la misma novia) se da inicio a las relaciones familiares entre los parientes de los novios. Al entregarse a los padrinos se les está demostrando su gratitud y respeto perennizado, seguidamente la entrega de alforjas y paños al joven esposo como a su familia facilitará el acercamiento de los nuevos familiares. Más temprano que tarde los lazos familiares se terminarán consolidando y la nueva familia encontrará en ellos un respaldo para las iniciativas que emprenda, al tiempo que el grupo familiar se fortalecerá con nuevos compadrazgos, amistades y alianzas.
Posiblemente las mas famosas en sudamérica son las de Monsefú -Perú- y constituye una de las manifestaciones culturales de mayor continuidad tecnológica textil en el pueblo monsefuano, basta decir que sus antecedentes más lejanos aparecen registrados en la cultura Mochica hace aproximadamente 1800 años.
Una pictografía presente en un ceramio de la época muestra a la alforja arriera colocada sobre una llama para el traslado de strombus galeatus, escena que ha sido interpretada como de entrega de ofrendas para los ancestros, huacas y difuntos (Hocquenghem, 1986, p. 82)