La alquimia y los venenos

Publicado el 02 mayo 2013 por Joseleg

La alquimia y los venenos
Los venenos son conocidos por la mayoría de las socieda­des humanas desde la más remota antigüedad. Es famosa la imagen que recuerda la ingestión de cicuta por Sócrates en el 399 a.C. Siglos antes los chinos ya usaban el opio tanto con propósitos benéficos como venenosos.
En Roma, y posterior­mente en las ciudades italianas del medioevo y renacimiento, hay diversas historias de príncipes y reyes que experimenta­ban venenos y antídotos con sus esclavos y prisioneros de gue­rra; de mujeres aristócratas que los usaban para escapar de los matrimonios arreglados y de la familia Borgia, que los usó para acceder al papado (Timbrell, 2005).

De esa larga y oscu­ra tradición destaca sobremanera la frase del médico, alqui­mista, viajero errante e irreverente Paracelso (figura 2), quien atravesó la herida y asolada Europa de principios del siglo XVI: todas las sustancias son venenosas. La dosis correcta dife­rencia el remedio del veneno. Hoy en los Estados Unidos un veneno es definido legalmente como aquella sustancia letal a una dosis de 50 mg/kg de masa de la persona… o menos. Lo que significa que poco más de media cucharada de dicha sustancia es capaz de matar a un hombre de 70 kg de masa.
Así ya hace casi cinco siglos estaba claro que la dosis era el veneno y no la sustancia misma, y que eran sustancias natura­les. Salvo el caso de algunos de los pocos metales y minerales que se conocían con potencialidades venenosas “El plomo, el mercurio y el arsénico”,los venenos venían principalmente de animales y plantas que los usaban a su vez para defenderse de sus depredadores. Extractos de hor­migas, abejas, arañas, serpientes, hongos, etc., formaban parte de recetas de dudosa ambición, pero de probada eficacia.

La uroscopia, que es el examen de la orina como medio diagnóstico, se practica durante todo el periodo protoquímico (figura 1) y se vuelve el emblema de la medicina. Reconocer en y a través de un recipiente de transparente vidrio el color, el olor el sabor y la textura de la orina permite identificar, al que sabe hacerlo, el temperamento y la presencia de enferme­dades de su dueño.
Como lo demuestra Schummer (2007) a través de una rica iconografía, la uroscopia también se volvió el símbolo de los curanderos, de los fraudes que muchos de ellos cometían... y también de los alquimistas. Estos últimos son solitariamente represen­tados en habitaciones oscuras rodeados de botellas y pape­les (figura 3). Por su parte los alquimistas veían al mundo como un todo conectado es­trechamente entre sí.
En la Tierra se establecía una espe­cie de correspondencia con el Cielo. Este mundo mítico que, como indica Malinowski (Campillo, 1998), “no es una explicación intelectual, ni imaginación artística, sino una pragmática carta de vali­dez de la fe primitiva y de la sabiduría moral”, se caracteriza por ser una visión del mundo, con reglas morales, consejos técnicos y explicaciones del origen divino del cosmos.
Los al­quimistas, como los magos y curanderos y a diferencia de los sacerdotes, intervenían en el mundo (la diversidad de la pre­paración de venenos y remedios curativos es un claro ejem­plo) y en eso se asemejan y son simiente de los químicos ac­tuales. Sin embargo, en el mundo mítico el nombre es parte esencial de lo nombrado y conocer un nombre es apropiarse de algo propio de lo nombrado, poseer un medio para contro­larlo, Por ejemplo, el nombre de Dios no se conoce. Cuando se le quiere “nombrar” se hace por sus atributos, El Misericordioso, El Eterno, yhv, El que ha sido, el que es y el que será (Campillo, 1998, p. 38).
Esta manera particular de entender e intervenir en el mundo hizo que los alquimistas tuvieran a la Iglesia Católica como un fuerte enemigo, la que a través de la Inquisición a finales del siglo XV declaró fraudulentas sus prácticas. PRINCIPAL REGRESAR