“El progreso aparece así en la existencia como avanzando de lo imperfecto a lo más perfecto; pero lo imperfecto no debe concebirse en la abstracción, como meramente imperfecto, sino como algo que lleva en sí, en forma de germen, de impulso, su contrario, o sea, eso que llamamos lo perfecto” (G. W. F. Hegel[1])
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“La perfectibilidad es realmente algo casi tan indeterminado como la variabilidad en general. Carece de fin y de término. Lo mejor, lo más perfecto a que debe encaminarse es algo enteramente indeterminado” (G. W. F. Hegel[2])
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“El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone (…) Contra lo que suele creerse, es la criatura de selección, y no la masa, quien vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente (…) La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Noblesse oblige” (Ortega y Gasset[3])
[1] G. W. F. Hegel: “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal”, Madrid, Alianza, 1982, pág. 133
[2] G. W. F. Hegel: “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal”, Madrid, Alianza, 1982, pág. 127
[3] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, pp. 181-182.