La amaba es la segunda obra que leo de la autora francesa Anna Gavalda, tras el libro de relatos Quisiera que alguien me esperara en algún lugar. Este librito, de apenas 189 páginas, nos cuenta cómo Chloé, madre de dos niñas pequeñas, acaba de ser abandonada por su marido, quien se ha ido con una mujer más joven. Su suegro las lleva a ella y a las niñas a pasar el fin de semana a la casa de campo familiar. Allí, Pierre, su suegro, dejará de ser el viejo huraño e introvertido que ha conocido siempre, y le contará la historia de su vida y del gran amor que no pudo ser, en un intento por convencer a Chloé de que el mundo no acaba con el fin de un matrimonio y que, a veces, incluso es mejor que termine por el bien de todos. La novela es un continuo diálogo entre suegro y nuera, dinámico, fresco y ágil, como suele ser la escritura de Gavalda. Aunque el libro me ha entretenido y la historia de amor de Pierre me ha enganchado, no puedo decir que la historia me haya conmovido mucho. Supongo que para eso tendría que haber empatizado más con los personajes principales. Y sí, Chloé me ha dado bastante lástima, y especialmente Pierre también me ha dado pena, pero ambos personajes me han parecido personas demasiado inmovilistas y tradicionales, apegados a las apariencias y a una vida monótona con la que no están a gusto pero con la que no quieren romper por no ser valientes, y a mí ese tipo de personajes no me llegan. Supongo que es cuestión también de la edad y de la mentalidad, a saber lo que pensaré de aquí a 10 ó 20 años, pero no he conseguido meterme en su piel ni empatizar con ellos. Soy de las que piensa que si se quiere algo hay que luchar a muerte por ello, y que esa lucha no es algo que se haga cuando todo está perdido sino que tiene que ser algo diario. Que dejarse mecer por la monotonía y acomodarse en el desencanto es lo peor que puede hacerse en esta vida. Que son dos días y que la vida hay que vivirla y disfrutarla al máximo. Además, no he vivido por suerte de cerca nunca un divorcio, así que me ha sido difícil comprender a la protagonista. Por otro lado, me ha resultado poco creíble que Chloé y Pierre apenas hayan hablado nunca, que él sea una persona tremendamente reservada, y que de repente sean uña y carne, ella se vaya sola con él y las niñas a la casa de campo, y que éste le cuente cosas tan íntimas y personales como si nada. Con esto no quiero desanimar a leer la novela, al contrario, es entretenida y la historia de Pierre tiene momentos muy intensos, es simplemente que los libros afectan o gustan muchas veces según el carácter que tengamos, el momento en que los leamos o según nuestras ideas. Sin duda, seguiré leyendo más novelas de Anna Gavalda, pues su estilo tan directo me gusta mucho, es realmente como si oyeras hablar a los personajes, domina a la perfección los diálogos y sabe crear a seres humanos muy reales, con problemas también muy reales. Eso sí, espero que en el próximo libro que lea de ella trate un tema me llegue más.
La amaba es la segunda obra que leo de la autora francesa Anna Gavalda, tras el libro de relatos Quisiera que alguien me esperara en algún lugar. Este librito, de apenas 189 páginas, nos cuenta cómo Chloé, madre de dos niñas pequeñas, acaba de ser abandonada por su marido, quien se ha ido con una mujer más joven. Su suegro las lleva a ella y a las niñas a pasar el fin de semana a la casa de campo familiar. Allí, Pierre, su suegro, dejará de ser el viejo huraño e introvertido que ha conocido siempre, y le contará la historia de su vida y del gran amor que no pudo ser, en un intento por convencer a Chloé de que el mundo no acaba con el fin de un matrimonio y que, a veces, incluso es mejor que termine por el bien de todos. La novela es un continuo diálogo entre suegro y nuera, dinámico, fresco y ágil, como suele ser la escritura de Gavalda. Aunque el libro me ha entretenido y la historia de amor de Pierre me ha enganchado, no puedo decir que la historia me haya conmovido mucho. Supongo que para eso tendría que haber empatizado más con los personajes principales. Y sí, Chloé me ha dado bastante lástima, y especialmente Pierre también me ha dado pena, pero ambos personajes me han parecido personas demasiado inmovilistas y tradicionales, apegados a las apariencias y a una vida monótona con la que no están a gusto pero con la que no quieren romper por no ser valientes, y a mí ese tipo de personajes no me llegan. Supongo que es cuestión también de la edad y de la mentalidad, a saber lo que pensaré de aquí a 10 ó 20 años, pero no he conseguido meterme en su piel ni empatizar con ellos. Soy de las que piensa que si se quiere algo hay que luchar a muerte por ello, y que esa lucha no es algo que se haga cuando todo está perdido sino que tiene que ser algo diario. Que dejarse mecer por la monotonía y acomodarse en el desencanto es lo peor que puede hacerse en esta vida. Que son dos días y que la vida hay que vivirla y disfrutarla al máximo. Además, no he vivido por suerte de cerca nunca un divorcio, así que me ha sido difícil comprender a la protagonista. Por otro lado, me ha resultado poco creíble que Chloé y Pierre apenas hayan hablado nunca, que él sea una persona tremendamente reservada, y que de repente sean uña y carne, ella se vaya sola con él y las niñas a la casa de campo, y que éste le cuente cosas tan íntimas y personales como si nada. Con esto no quiero desanimar a leer la novela, al contrario, es entretenida y la historia de Pierre tiene momentos muy intensos, es simplemente que los libros afectan o gustan muchas veces según el carácter que tengamos, el momento en que los leamos o según nuestras ideas. Sin duda, seguiré leyendo más novelas de Anna Gavalda, pues su estilo tan directo me gusta mucho, es realmente como si oyeras hablar a los personajes, domina a la perfección los diálogos y sabe crear a seres humanos muy reales, con problemas también muy reales. Eso sí, espero que en el próximo libro que lea de ella trate un tema me llegue más.