La Ambición como destino, la Dignidad como camino

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

Todos los días me pregunto si es mi vida esa que quisiera que fuera y cada respuesta, positiva o negativa, me alerta de que siendo importante el lugar donde me encuentre en cada ocasión todavía lo es más el como yo haya llegado hasta allí, si llevado o no por mi propia decisión. Manejar las riendas de la vida es, de todas, la única elección que nunca debiera tener ningún arrepentimiento pues, de lo contrario, el aceptar vivir a la deriva será la mejor solución para instalarnos en una perpetua insatisfacción.

Es cierto que para solo vivir no se requiere decisión sino únicamente aceptación. Ahora bien, quien quiera vivir mejor deberá cuestionar en todo momento si acepta su situación o aspira a mejorarla con Ambición, entendida esta en su positiva acepción de superación como motor del desarrollo personal y como el antídoto más indicado para combatir la resignación.

Reconozco manejar desde siempre en mi vida la Ambición al igual que también lo hago con el café en los momentos de bajón. Soy consciente de que una y otro se tornan peligrosos si abuso de su dosificación, pero no por ello los eludo pues responsablemente me esfuerzo en llevar su control. Quiero estar despierto y atento para descubrir, no las oportunidades que la vida me ofrece, sino aquellas que se guarda en ese oculto cajón que casi siempre se encuentra tan alto que, de no conseguir escalarlo, con seguridad me perderé lo que esconde en su interior.

Pero… ¿hasta cuándo debiera llegar la Ambición por ser mejor?. No parece fácil encontrar una razón que justifique que la Ambición como resorte de progreso personal deba finalizar a una determinada edad pues la vida, aun compuesta por diferentes etapas cronológicas, es vida hasta el final. Por tanto, sería lógico considerar que la Ambición por prosperar debiera identificarse como un destino vital final. Solo así podremos contar con la seguridad de que la vida nos vale por igual y con independencia de cual fuera nuestra edad. En definitiva, se trataría de no dejar nada por aprovechar.

Y… ¿hasta dónde debiera llegar la Ambición por vivir mejor?. Pues sin duda esta es la pregunta que toda persona deberá consigo aclarar al tratarse la Ambición de un sentimiento muy susceptible de caer en desorientaciones que lleven a desmanes alejados de la ética y la honradez personal. La Ambición honesta tiene puertas y estas son las de los demás. De aquí que sea la Dignidad, entendida como la cualidad del juicioso autogobierno personal, quien mejor pueda limitar hasta donde se debe llegar para garantizar el respeto propio y el ajeno, ambos confluyentes en las leyes de convivencia de toda sociedad.

Yo procuro cuidar la esencia de mi Dignidad pues soy consciente de su volubilidad, atacada casi siempre por el miedo a las consecuencias de nuestro actuar. Vivir con Dignidad requiere de renuncias para defender lo que uno considera cabal y por ello hay que mostrarse valiente ante los demás. Estoy con Eduardo Chillida al afirmar que “Un hombre debe tener siempre su nivel de miedo por debajo del de la Dignidad”.

Si la vida finita se entiende en clave de viaje sin final, para recorrerla será conveniente identificar cuantos destinos queremos visitar y los caminos elegidos para llegar. Con seguridad, Ambición entreverada de Dignidad se nos presentan como el mejor de los equipajes posibles para viajar…

Saludos de Antonio J. Alonso