EL HOMBRE QUE NO PIENSA POR SÍ MISMO, NO PIENSA EN ABSOLUTO.
El Sol saldrá a las 5,55 h. y se pondrá a las 18.02 h.
Los nazis alemanes no estaban locos. Conocían perfectamente lo que realizaban cuando experimentaban con personas o las enviaban a las cámaras de gas. El general Franco tampoco lo estaba cuando envió a presos a morir en el Valle de los Caidos, ni los generales argentinos cuando arrojaron a detenidos desde sus aviones de la muerte. Todos ellos se emocionaban ante las expresiones del arte y sentían amor hacia los suyos.
Eran conceptos como la abnegación, el deber, la obediencia, los que les animaban incluso a trabajar sin descanso en situaciones incómodas y fatigosas. Tenían una responsabilidad hacia su país y velaban por el bienestar de su nación. Sus objetivos eran altruistas y ponían su empeño en ello. Y es llegado a este punto cuando uno comienza a temer a los cuerdos, porque son éstos, y no los sicópatas, quienes toman la decisión de apretar el botón.
Y es que son los bien adaptados quienes después de una cena pueden levantar el teléfono y hundir la economía de un país. Son los mismos que tienen las claves de los arsenales militares o quienes, reunidos en las islas Azores, pueden declarar una guerra o mandar ejecutar genocidios. Los nazis no estaban locos, como tampoco lo estaban las tropas aliadas que hiceron estallar la bomba atómica o que destruyeron ciudades enteras.
Los que inventaron y perfeccionaron las bombas atómicas y los ingenios militares, quienes torturan o asesinan a quemarropa, son personas cuerdas que además ponen su inteligencia para calcular las coordenadas macabras hacia donde irán dirigidas las bombas bacteriológicas. Lo peor de todo es que la irreflexión del hombre ha dejado en personas demasiodo cuerdas la toma de decisiones políticas, económicas, religiosas o militares que le afectan sobremanera y para quienes constituye una comparsa en sus afanes por dominar sus ámbitos de decisión, aunque para ello tengan que analizar fríamente en sus gabinetes de crisis quiénes y cuántos son los caídos.
Alguién tendrá que reconocer algún día que detrás de los arsenales militares, la estructura económica y financiera del mundo que prima a los ricos sobre los pobres, las grandes hambrunas mundiales o la falta de atención sanitaria se encuentran los mismos cuerdos que envían cohetes al espacio, viajan en jet o tienen residencia en Abu Dhabi. En realidad, constituyen un peligro mundial porque tanto sus emociones o sus actuaciones frías y ordenadas les harían ser cuerdos adaptados incluso en el infierno.