La amenazadora espada de Damocles del Cráter Vredefort

Por Ireneu @ireneuc

Cuando echamos una mirada a la Luna, lo primero que nos llama la atención es la cantidad de cráteres que tiene en su superficie. Impactos grandes, medianos, pequeños... toda la superficie, a excepción de los llamados "mares" están llenos de estructuras redondas fruto del impacto de asteroides de todo tipo y tamaño. Aquí abajo, en la Tierra, el paisaje es totalmente diferente, y aunque también caen meteoritos a cascoporro, la atmósfera es capaz de desintegrar la mayoría de ellos. No obstante, nuestro particular escudo protector no es capaz de evitar el impacto de los cascotes más gordos, aunque sí es capaz de borrar en muy poco tiempo las pruebas de que tal choque haya existido. Ahora bien...¿se imagina un impacto de tal magnitud que ni la erosión de 2.000 millones de años haya sido capaz de borrarlo? Pues este impacto existe y se llama el Cráter Vredefort.

Sudáfrica es conocida, a parte de por ser el sitio donde España ganó su primer Mundial, por ser una zona especialmente rica en minerales valiosos de todo tipo y rareza (ver El Cullinan, el diamante más grande del mundo). Esta particularidad no es casual, debido a que la corteza terrestre de esta zona es, con más de 3.000 millones de años, una de las más antiguas del planeta... con toda la historia geológica que significa que lleva a sus espaldas. Es en este contexto que, a 100 km al suroeste de Johannesburg que se encuentra Vredefort, un pequeño pueblo agrícola de 3.000 habitantes que no llamaría demasiado la atención si no fuera por su particular topografía. Y es que en sus inmediaciones, hay toda una serie de colinas con forma de semicírculo que han llevado de cráneo a los geólogos durante años.

Al encontrarse en una zona tan interesante para la minería, Sudáfrica ha sido extensamente estudiada por los geólogos con el fin de buscar los yacimientos minerales más cotizados, por lo que las estructuras cercanas a Vredefort no pasaron desapercibidas.

El paisaje de Vredefort destaca por una serie de anillos concéntricos de montañas metamórficas, en cuyo centro destacan una serie de yacimientos de rocas graníticas. Esta particular disposición hizo pensar, en un primer momento, que una intrusión de magma procedente del manto terrestre había levantado la corteza terrestre, provocando esta forma circular tan característica. Sin embargo, a mediados de los años 90, la cosa dio un vuelco espectacular.

A raíz del descubrimiento de rocas en forma de cono astillado, solo conocidas en zonas de impacto meteorítico y explosiones nucleares, los geólogos empezaron a juntar las piezas y descubrieron que aquellos relieves que tenían ante sus ojos, no eran una erupción volcánica más o menos fuerte, sino el cráter de impacto más grande encontrado hasta la actualidad, y uno de los más antiguos con 2.023 millones de años.

El cráter de Vredefort, a pesar de la erosión sufrida durante 2.000 milones de años (que ya es decir) tiene la friolera de unos 300 km de diámetro, estimándose que el asteroide que impactó debía de tener unos 10 km de largo. Un granito de arena, vaya.

Tal fue el impacto que la superficie terrestre respondió como si fuera una gota cayendo en el agua, hundiéndose unos 24 km en la corteza y rebotando a continuación, produciendo la salida al exterior de magma fundido directamente desde el manto. Esto habría dado origen a las montañas graníticas centrales (llamadas el Domo de Vredefort) y a todo el conjunto de montañas semicirculares que se extienden mucho más allá de Johannesburg. Hoy, poco queda de aquella estructura, pero las consecuencias del choque fueron globales y se especula que fue decisivo para el desarrollo de la vida en el planeta.

Hace 2.000 millones de años el planeta era bastante diferente al actual. El agua cubría el planeta, pero los continentes -rejuntados en un único continente llamado Nuna- no tenían nada que ver con la actual disposición, mientras que la vida se reducía a pequeñas bacterias anaeróbicas pululando por las someras aguas costeras. Fue entonces que el impacto del asteroide Vredefort vaporizó unos 70 km3 de roca, repartiendo los escombros y el polvo por todo el planeta y, de rebote, una inyección de oxígeno a la atmósfera. Un aumento súbito que provocó una mortandad de bacterias anaeróbicas (a las cuales el oxígeno es tóxico) y forzó la selección natural de las bacterias aeróbicas -a las que no molesta el oxígeno- que habrían de ser la base de la vida tal y como la conocemos hoy en día.

En definitiva, que el Cráter Vredefort (que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2005) nos demuestra que, por mucho que estemos obsesionados en nuestra seguridad y que busquemos la estabilidad ante todo, la vida en este planeta ha sido, desde siempre, de todo menos estable y segura. Ahora que la gente tiene miedo hasta de salir de casa por si acaso es uno de los elegidos por los terroristas para conocer de cerca a San Pedro, haríamos bien en pensar que, por mucho que nos escondamos, por mucho que temamos, la espada de Damocles de una piedra kilométrica pululando por el espacio, siempre nos estará apuntando.

Y contra eso, no hay nivel 5 que valga.