Mi intermitente relación con el vino debe volver a consolidarse porque ha hecho mas por mi que muchas personas que conozco. Este será pues mi primer amigo. El vino. El vino me llevo a una aventura costosa pero necesaria para enseñarme, entre otras cosas, Asturias y los asturianos.
Uno, gallego de pura cepa, exento eso si de morriña y del obligado "ombliguismo" al que ese sentimiento aboca, encuentra sorprendente como el que mas el hecho de que para encontrar aprecio, cariño recíproco, sentido y sensibilidad hacia el comer y el beber y respeto humano, en los limites máximos que la buena conversación permite, me sorprende digo el tener que hacer mas de 300 quilómetros y mas de 4 horas de carretera. Y los hago gustoso y mas que los haría si tuviera oportunidad porque, por razones que ignoro, el vino me buscó allí amigos.
El vino me enseño también otro camino. Este. El de la opinión contrastada (Un inciso. Que jodidamente difícil es eso de la "opinión contrastada" hablando de gustos y personas, ¿verdad?) públicamente expresada en un medio abierto y destinado al debate. Un blog, para entendernos. Yo, en mi linea habitual, lo he condenado, lo he silenciado, lo he aborrecido y hasta he estado a punto de destruirlo por culpar a mi amigo, el vino, de cosas de las que no era culpable. El vino también me enseño otra cosa. Que el camino del dogma de fe no existe en materia de gustos (de vinos menos), que todo merece un segundo, un tercer escrutinio y que la duda es garantía de sabiduría. Porque cuanto mas dudo mas pregunto y cuanto mas
pregunto mas sé.
La amistad por medio del vino me llevo recientemente a Asturias para hacer algo que nunca había hecho; comer Callos. No hablo de los callos a la gallega, donde el garbanzo es el rey para que aquellos que no gustamos de lo demás disfrutemos mínimamente, no. Hablo de callos como los de la foto, hechos por un fenómeno que ni es cocinero ni falta que hace porque de cocina sabe, probablemente, mucho mas que el 80% de los gestores de cocinas en restaurantes de toda Galicia. Un fuera de serie al que, tras este día, queremos aún mas (y con mayor conocimiento de causa claro ;-) ) La amistad por medio del vino me enlaza con gente precisa, gente de la que hace mucha falta que haya toneladas, personas que opinan en libertad, que creen y sienten en libertad y que, por medio del vino, obran milagros, como conseguir que tres gallegos (lo de Daninland es caso a parte) se desplacen a cientos de quilómetros felices, llenos y encantados. Y no solo por comerse unos callos.
El vino es como la vida. A veces te machaca, otras te enrojece y casi siempre acompaña pero, en ocasiones, muy de vez en cuando, te apasiona. Iremos viendo como va viniendo la siguiente botella. A ver si nos presenta mas amigos.
Y dicho esto mañana (o cuando se tercie) hablaremos de vinos y de comida...porque hay mucho que hablar.