En este sentido la cantidad como producto de las acciones singulares es el fundamento de toda cualidad. La posterior idealización universal y sus particularizaciones derivadas descualifican lo que no puede tener más que un origen en lo que hacemos. Las reglas de la teoría no puede deducirse de un universo ya existente y extemporáneo. La temporalidad interior que explica el conocimiento es resultado de una relación con lo exterior y con las producciones, y que efectivamente cristalizan como condiciones a priori. En cierto sentido, un metro, un acre no puede separarse de la acción capaz de delitimarlo, y por tanto, tal acción significa una duración que aún estando completamente determinada en cada una de las realizaciones hechas la idealización posterior que hace posible su tratamiento en signos desvirtua lo que es la distinción real de tal unidad. Y más cuando un acre, una hectárea es practicada (praxis - acción), con un palo horadando la tierra, tirada por bueyes, o con un tractor olvidamos la distinción real que es propia de la fundamentación de toda matemática. Por tanto, las diversas praxis recualifican indefinidamente el acre, no como medida idealizada que es fácilmente intercambiable, sino como espacio asociado a la duración de su praxis (a pie, con bueyes, con tractor). La diversidad de tiempos que hay en el esquematismo en realidad es la diversidad de producciones que se dan en un tiempo y lugar determinado, y la diferencia con otros lugares y tiempos determinados. Practicar la tierra con bueyes determina la subjetividad de manera diferente a hacerlo con palos o con tractores, e incluso ser consciente de estas diferencias la diversidad de tiempso también ha de modificarse.
La clave radica en la irreductibilidad de lo singular que coincide con la totalidad de sentido de las acciones irreductibles a una unidad general, o a particularidades intercambiables. Sin embargo, la unidad idealizada y particularidades intercambiables en la era de la informática han permitido simular las acciones, los usos que inevitablemente nos vemos obligoados a efectuar una sola y única vez. De esta manera estamos siempre en contacto con la naturaleza, en la inmediatez de las acciones, sea según la capacidad productiva que sea, ya sea con herramientas de piedra, ya sea con ratones de ordenador.
La metafísica siempre ha sido el intento de escapar a la tragedia de la inmediatez de la acción que tenemos en común con el resto de la naturaleza. La ontología, por el contrario, no puede más que asumir la inmediatez de la acción como condición de la libertad.