La antipolítica también es política

Publicado el 05 junio 2012 por Vigilis @vigilis
La política es necesaria. Lo que ya no es tan necesario es el corporativismo de la política. Hoy tenemos dos noticias: Divar y los ERE. Quienes criticamos a los políticos, lo que hacemos es criticar sus modos gremiales y corporativistas. ¿Pagan justos por pecadores? Puede ser, pero no veo que los justos señalen a los pecadores.
Nadie cree que Concha y Carmen sean las que fabriquen las políticas de empleo. El proceso legislativo tiene un largo recorrido en el que entran muchas personas. No se espera de Carmen y Concha (C&C) que saquen de la chistera soluciones mágicas. Pero sí que se espera que se comporten como personas normales y no se pongan a hablar de lo suyo. Noticia de Última Hora: sí era posible que dos personas en esa situación dieran una respuesta equilibrada a qué se hace y por qué.
Si quienes critican a los críticos también reconocen las malas formas y las boludeces de C&C, realmente esto quiere decir que todos estamos en el mismo saco. Si se dice que el Follonero las sienta muy juntas para que salten los cuchillos (dice Geógrafo «un espectáculo tan buscado como lamentable»). Lo que hay que ver es por qué van a saltar cuchillos. Por qué tenemos que soportar a una ralea incivilizada y gremial. Es eso lo que se critica. No la política.
Se acusa a la masa que protesta contra esta forma mezquina de hacer política, no sin cierta ironía, que ella sí que sabe solucionarlo todo, variando así el objetivo. Sabiamente Churchill dijo aquello que el mejor argumento contra la democracia es tener cinco minutos de conversación con cualquier elector. Añadid a eso el documental «Votad, votad, malditos» o poned la tele a cualquier hora. Evidentemente la masa no es la única herramienta del proceso legislativo, ni nadie pide eso, pero sí cumple una función esencial en un régimen de libertades: la crítica a los políticos y el freno a su acción. Esto no quiere decir que la crítica a los políticos va encaminada a arreglar las cosas con «cirujanos de hierro». Alguno querrá que se encamine en esa dirección, pero no todos.
¿O acaso se pide que no se critique nada y dejemos hacer a los golfos y mangantes? Precisamente los golfos y mangantes son los menos interesados de que a la política se le ponga cara. Pues bien, bienvenido sea el conocimiento del comportamiento de C&C y de todos los demás.
Se teme que la crítica de la masa enfurecida, "acabe con la política". Me extraña que no haya el mismo temor a defender esta política sobre cualquier otra consideración, acabando con la masa enfurecida. Ambos extremos son perniciosos.
Es fácil estar de acuerdo con la necesidad de que más gente participe en el proceso desde dentro. Lamentablemente tal como están las cosas, es muy difícil cambiar la situación desde dentro. Dos partidos (que parece que son los que hay que defender) tienen entorno al 70-80% del apoyo popular (es decir, de la masa enfurecida que hay que mantener lejos de la política). Estos dos son los que pueden cambiar la política en este país, ¿realmente tienen algún tipo de incentivo para hacerlo? ¿Realmente basta con cambiarlos desde dentro? ¿Realmente se puede hacer? ¿Cuántos afiliados de infantería no son acaso más papistas que el Papa? Y sobre todo, busquemos respuesta al elefante en la sala: el apoyo masivo a estos partidos viene de quienes los critican. Hay una parte de críticos situados fuera de su órbita que pueden hacer mucho ruido pero son cuatro y el de la flauta. Paradójicamente quien más dentro está del sistema, más critica futbolísticamente el sistema.
A estas preguntas también podemos añadir el papel de los medios, cómo se financian, y qué incentivos tienen todos los que ayudan a alejar la política de la calle. En este punto estoy bastante de acuerdo con el comentario de Ismael Peña en el Obsevatori de Ciberpolítica:
considero que los medios de comunicación han abdicado en general de su papel de contrapoder, de cuarto poder que fiscaliza a los otros tres. Pero eso no significa que sean tan culpables de la crisis financiera como el que ha especulado con dinero ajeno o quién lo ha permitido regulando con laxitud. Motivos distintos y distintos culpables, pero diagnósticos parecidos: tenemos instituciones que no cumplen (todas o algunas) funciones necesarias para que el engranaje democrático ruede con suavidad.
Por último, para rematar el pastel: muchos describimos paisajes semejantes y queremos cambiarlos a otros en los que más o menos coincidimos. Los métodos son diferentes, desde luego, pero no veo que haya ninguna voluntad de llegar a acuerdos mínimos. Somos muy buenos copiando los vicios de los políticos mezquinos. Evitemos esos vicios.
Gente elegante