La llama olímpica ya es un símbolo. La antigua tradición de mantener encendida la antorcha durante la celebración de las competiciones, fue reintroducida en los Juegos Olímpicos de verano en Amsterdam en 1928. Desde entonces, se sigue erigiendo como un distintivo que raya con la idea de crear marca para una empresa, ya que la experiencia global de las olimpiadas, cala tan hondo que se convierte en un continuo Marketing de Experiencias.
En esta propuesta se escenifica el recorrido del fuego por espacios y lugares construidos, evocados por la memoria de grandes civilizaciones que dieron valor a la pureza del fuego considerándolo sagrado. De él se desprende la ensoñación de su humo que viaja tan rápido como las nubes y dibuja el símbolo de un mito para los mortales, la unión de las ciudades del mundo en las que pervivirá el espíritu olímpico.
En el vídeo promocional de la Antorcha Olímpica que realizó Beijing para sus olimpiadas, se representa la proyección que un único objeto puede llegar a engrandecer, en él se busca la intencionalidad de dejar un mensaje claro con el que identificar correctamente el producto.
Las imágenes nos invitan a participar de esa leyenda, que hoy, también la hemos hecho nuestra.