La apertura de Estados Unidos a China, entonces y hoy

Publicado el 22 enero 2011 por Jaque Al Neoliberalismo

En Artículos Claves he encontrado este artículo de Richard Holbrooke publicado inicialmente en El País, sobre el origen de las relaciones entre China y Estados Unidos. Es una lectura muy recomendable:
La apertura de Estados Unidos a China por parte de Richard Nixon y Henry Kissinger en 1971-72 fue un hito histórico. Menos famoso, pero igual de importante, fue el siguiente paso: el dado por Jimmy Carter hace exactamente 30 años al establecer relaciones diplomáticas plenas entre China y Estados Unidos. Sin esta acción, anunciada el 15 de diciembre de 1978, las relaciones entre China y Estados Unidos no habrían pasado de ser una conexión pequeña y de alto nivel con un plan de acción limitado.
Cuando dejaron sus cargos en 1977, el presidente Gerald Ford y Kissinger dejaron tras ellos una relación incompleta y, por ende, inestable con China. Estados Unidos todavía reconocía a Taiwán, bajo el nombre de República de China, como el único y legítimo Gobierno de China. A partir de 1972, Estados Unidos y China mantuvieron una pequeña "oficina de vínculos" en sus respectivas capitales, sin reconocimiento diplomático completo. Las comunicaciones oficiales eran muy limitadas, y el comercio bilateral anual llegaba a menos de 1.000 millones de dólares anuales (hoy alcanza unos impresionantes 387.000 millones de dólares).
Carter asumió el cargo esperando normalizar las relaciones con China, lo que exigía hacer que el reconocimiento estadounidense pasara desde Taiwán al continente. Algunos vieron esto como un simple reconocimiento de la realidad, pero de hecho era un inmenso paso que exigió habilidad diplomática y valentía política.
Había que encontrar una manera de que Estados Unidos, al tiempo que reconocía a China, siguiera tratando con el Gobierno de Taiwán sin aceptar su pretensión de representar a China. Y lo que es más importante, Estados Unidos tenía que preservar su derecho a vender armas a Taiwán. Desde un punto de vista político, estaba el famoso lobby taiwanés, uno de los más poderosos en Estados Unidos, dominado aún por el ala conservadora de la política estadounidense.
Encabezado por Barry Goldwater, el Señor Conservador por antonomasia y aspirante a la nominación republicana de 1980, el lobby taiwanés luchó hasta el último momento contra la normalización de las relaciones entre Washington y Pekín. Goldwater llevó sin éxito al Gobierno estadounidense ante el Tribunal Supremo para cuestionar la legalidad de la medida adoptada por Carter. En las elecciones presidenciales de 1980, Reagan prometió a medias deshacer la normalización, sólo para abandonar esa postura una vez proclamado ganador.
La saga se desarrolló a lo largo de los primeros dos años de la Administración Carter, completamente fuera de la vista del público, excepto por dos importantes viajes a China, uno del secretario de Estado, Cyrus Vance, y el otro del Asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski. Increíblemente, quienes participamos en el proceso (en ese entonces yo era secretario de Estado adjunto para Asuntos de Asia del Este y el Pacífico) pudimos manejar nuestras intensas negociaciones absolutamente en secreto.Los chinos exigían una completa interrupción de todos los vínculos oficiales entre Taiwán y Estados Unidos, incluidas la venta de armas. Sabiendo que un paso así sería tremendamente contraproducente en Estados Unidos, buscamos una fórmula para proseguir con los contactos oficiales y las ventas de armas a Taiwán incluso después de quitarles el reconocimiento y poner fin al tratado de seguridad mutua ratificado durante los años de Eisenhower.
No hay precedentes de esto en las leyes estadounidenses ni internacionales. Bajo la asesoría del ex fiscal general de Eisenhower, Herbert Brownell, los abogados del Departamento de Estado redactaron la Ley de Relaciones con Taiwán, una ley como ninguna otra en la historia de Estados Unidos, que permitió a Estados Unidos hacer negocios con Taiwán, incluidas las ventas de armas, sin reconocimiento diplomático.
Pero cuando explicamos a Pekín por qué esto era necesario para reconocerlos, sus dirigentes dieron marcha atrás. Querían el comercio y los demás beneficios del reconocimiento, lo que habría beneficiado a ambas naciones en aquellos días de la Guerra Fría, cuando China era notablemente hostil a la Unión Soviética, con la que casi había entrado en guerra hacía unos cuantos años. Sin embargo, Taiwán seguía siendo un obstáculo enorme y aparentemente imposible de superar.
El paso adelante ocurrió a fines de 1978 y su momento fue cuidadosamente elegido por Carter para que fuera posterior a las elecciones legislativas de mitad del mandato presidencial. El factor más importante de este hito fue probablemente el surgimiento de Deng Xiaoping como nuevo líder chino. (Mao había muerto en 1976).
Deng, que había sido obligado a usar un gorro de burro y hacerse pública autocrítica durante la locura de la Revolución Cultural, había logrado el mejor retorno posible al poder y en 1978 logró finalmente acumular suficiente poder como para llegar a un acuerdo con Estados Unidos: China no "aceptaría" las ventas de armas estadounidenses u otras actividades relacionadas con Taiwán, pero de todos modos seguiría adelante con la normalización. Fue un ejemplo clásico del estilo negociador chino: firmes en cuanto a principios, flexibles en aspectos específicos.
Dejo mucho afuera, ya que se trató de una negociación muy complicada, pero esto fue lo esencial. En enero de 1979, Deng hizo su histórico viaje a Estados Unidos, que comenzó con una cena privada en la casa de Brze-zinski y tuvo su punto más alto en la cena de Estado más codiciada de los años Carter (también fue notable por ser la primera visita de Richard Nixon a Washington después de su renuncia; me senté en la mesa de Nixon y conservo un menú que todos firmaron esa noche).
En la casa de Brzezinski, Deng habló de sus sueños de una China que sabía que no iba a poder ver en lo que le restaba de vida. Creía que China podía superar de golpe los años que había perdido, pero sólo con apoyo estadounidense. Estaba preparado para contener a la Unión Soviética, e incluso dispuesto a acceder a instalar en territorio chino puestos secretos de seguimiento de las trayectorias de los misiles rusos.
Deng previó con precisión un vasto intercambio de estudiantes, tecnología moderna y comercio entre ambos países. Más que ninguna autoridad estadounidense, anticipó lo que se lograría con una apertura de China a Estados Unidos. Pero ni siquiera él podría haber imaginado por completo lo que se desencadenó con el anuncio del 15 de diciembre de 1978: nada menos que la más importante relación bilateral del mundo actual.
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Origen: Project Syndicate, 2008.
Traducción de David Meléndez Tormen.
Richard Holbrooke era secretario de Estado adjunto para Asuntos del Este Asiático y el Pacífico en tiempos de la normalización de relaciones entre EE UU y China.

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