Esmeralda García Ramírez
La pobreza, salvo excepciones de actitudes voluntarias de rechazo a lo material, no tiene aspectos que compensen sus males. Nadie quiere ser pobre, en virtud de que la miseria degrada la condición humana. Ser pobre es estar en un estado de descrédito social y humano que se caracteriza en la nada. No contar o no cubrir las necesidades básicas una persona trae consigo enfermedades, dolor, desesperación, muerte prematura, y rechazo e indiferencia por el mismo sistema. Nadie mejor que la escritora Adela Cortina definió y aportó un término adoptado por la RAE para definir el odio a los indigentes, la aversión hacia los desfavorecidos. Según ella la “Aporofobia es el rechazo al pobre” (título de su libro), es la aversión al pobre por el hecho de serlo. Surge al percibir que en realidad no se rechaza a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas, los rechazamos si son pobres, si son inmigrantes, mendigos, indigentes, aunque sean los de la propia familia. La pobreza, la marginación, la miseria y las desigualdades sociales no han sido superadas en ningún sistema salvaje ni desde el inicio de la historia. De los más de cinco millones de humanos que habitamos este plano, solo 1.200 MM viven en el hemisferio Norte; el resto habita en países del mal llamado tercer mundo. La Pobreza está referida a empobrecimiento, a capitalismo, pero lo verdaderamente relevante, más que sus formas o expresiones cuantitativas y su origen, es analizar ¿por qué no se ha erradicado este flagelo? Sin duda, los pobres son y han sido necesarios desde el punto de vista económico, social, moral, religioso y militar, para la supervivencia del mundo moderno; los de arriba son ricos porque los pobres los sostienen, porque son los esclavos del sistema salvaje, son fáciles de controlar y subordinar por su condición, por el miedo y la ignorancia. Estos dos últimos elementos son generados por el propio sistema para dominarlo desde la mente. Si los pobres estuvieran despiertos serían un enemigo del sistema, mientras que esté subyugada esta clase social ésta será siempre su títere.
Entonces la aporofobia es la clase de aversión del neoliberalismo, es la enfermedad clasista del sistema capitalista que éste creó para dividir el mundo en dos: ricos y pobres, malos y buenos, inteligentes y brutos, civilizados y salvajes, eruditos e incultos, ilustrados y chavistas, en fin. Nos convirtieron en una sociedad clasista para rechazar a las mismas clases sociales. Por ejemplo: los inmigrantes venezolanos que se fueron del país por la crisis, entre otros factores, por las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperio, bajo la tesis de que “Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria para los EE.UU., ha repercutido en los demás países de la región. Países hermanos como Colombia, Ecuador, Perú y Chile, han visto a los migrantes venezolanos como una amenaza gracias al imperio. La campaña de descrédito de relacionar al venezolano como ladrón, delincuente, o drogadicto, es parte de esa campaña. Los hechos recientes de xenofobia suscitados en Chile contra los hermanos venezolanos, por su condición de vulnerabilidad, son muestras que los valores no tienen precio en una sociedad decadente. Los maltratos recibidos por los hermanos bolivarianos no es porque sea extranjero, sino por su condición de pobreza que lo relaciona como delincuente. Nunca hemos visto a Julio Borges, a Shakira, o a un turista rico en un país extraño víctima de xenofobia, al contrario le tienden la alfombra; y al inmigrante si vive en condición de calle lo rechazan que es el peor trato que puede recibir un pobre: la indiferencia. Si el inmigrante llega para trabajar lo maltratan porque “llegó para quitarle trabajo a un ciudadano de ese país”; o si sobresale en cualquier área es causa de odio porque Chávez le dio estudios gratis. El extranjero cree que el venezolano es flojo porque no trabaja, pero desconoce tres cosas: una, el venezolano trabaja más tiempo en cualquier país que en el propio, debido a las condiciones de explotación a que es sometido dada las circunstancias de pobreza y por un sistema laboral que no ampara ni a sus propios ciudadanos. Dos, que gracias a la lucha de los trabajadores venezolanos se promulgó la LOTTT, una ley para los trabajadores incluyente y revolucionaria, un logro de avance reivindicador para el sector laboral, donde está reconocida la estabilidad laboral, la eliminación del despido injustificado, la reducción de la jornada laboral a 40 horas y dos días de descanso, el permiso pre y postnatal, entre otros beneficios laborales que la posiciona como un hecho trascendental en materia de derechos laborales a escala mundial, aspectos estos que muchos países aún están en deuda con sus trabajadores. Y tres, gracias a Chávez la educación no se privatizó, se crearon más universidades, sus egresados son altamente calificados, tan o mejor preparados que cualquier profesional de la región.
Se dice que las venezolanas llegaron a otros países a causar rupturas en los hogares, o que con la llegada de los venezolanos se incrementó la delincuencia y el consumo de droga. Todos estos elementos son excusas de distracción por parte de los gobernantes de estos países para negar que en su territorio existan estos flagelos. Todo esto es parte de la aporofobia que existe en contra de los ciudadanos del mundo que deciden migrar a causa de su condición de pobreza, de guerra, de violencia, de hambre, o por no tener mejores condiciones de vida. No pretendo negar que no haya migrantes venezolanos delincuentes que dejan mal parado al país, pero esto no es propio de la mayoría del pueblo venezolano, muestras de afecto, solidaridad y amor hemos dado los venezolanos a los hermanos del mundo cuando han acogido al país como su segunda patria. El clasismo del capitalismo, o la aversión a los pobres es propio de este sistema salvaje, hace retroceder a sociedades enteras liderada por los poderosos porque tienen demasiado y busca huir e ignorar el problema que ellos mismos causaron, y culpan a quienes no tienen nada. El capitalismo ha aumentado el número de ricos y ha mantenido a un alto porcentaje de familias en la mitificada clase media. En EE.UU se calculan unos 45 MM de pobres, unos 18 MM en Europa Occidental, y se calcula que en el mundo hay unos mil MM de seres en extrema pobreza. En la xenofobia no cabe un futbolista de élite, o un perseguido por los crímenes como Leopoldo López, quien tiene un trato honorable incluso aun siendo imputado por un delito; tampoco afecta a los extranjeros que compran mansiones aunque dañen el ecosistema, ni a los dueños de franquicias que vayan a explotar a sus propios coterráneos. Siento pena humana cuando nuestros hermanos latinos desprecian a los extranjeros, pues no solo actúan impulsados por la ignorancia, sino también porque desde su aversión le sigue el juego al poder oscuro para que estos sean expulsados. Olvidan que Bolívar fue quien logró su liberación del yugo español, que la única frontera que conoció fue la de la mente humana y la traición.
Solo cambiando el sistema dejarán los pobres de ser necesarios para la supervivencia del mundo moderno, el cual siempre ha estado guiado por los dictámenes que interesan a las clases dominantes, representadas hoy por las clases internacionales de las multinacionales, el imperio, el poder oscuro, las religiones y el Nuevo Orden Mundial. La aporofobia solo se combate cuando cambiemos los antivalores que degradan al ser por más consciencia humanista. El Caminante dice “cuando tu casa sea mi casa y mi casa sea la tuya, mis hijos sean los tuyos y los tuyos sean los míos, tu pan sea mi pan, habremos alcanzado un nivel de convivencia para vivir en Comunión-Comunismo, un mundo más humano.
Licenciada en Administración Articulista esmeraldagarcia2309@gmail.com