L.A. as usual

Por Illegalreturn

Poco podía suponer el gobernador español Felipe de Neve que aquel reducto recién fundado en 1781 bajo el pomposo nombre de Pueblo de Nuestra Señora de la Reina de los Ángeles de Porciúncula, llegaría a ser la segunda ciudad más poblada de los Estados Unidos y uno de los mayores centros culturales, económicos, científicos y de entretenimiento del planeta. En el plano del deporte, la Gran Naranja está representada en la mayoría de ligas profesionales. Los Angeles Dodgers en la Major Beisbol League (MBL), Los Angeles Kings en la National Hockey League (NHL), Clippers y Lakers en la National Basketball Association (NBA), e incluso cuentan con dos equipos integrados en la Major League Soccer (MLS), a saber, Los Angeles Galaxy y el Club Deportivo Chivas. En cuanto a football, los USC Trojans y los UCLA Bruins defienden el honor de la ciudad en la Division I de la Pacific Ten Conference perteneciente a la National Collegiate Athletic Association (NCAA). Pero es una realidad sorprendente que una metropolis como L.A. no cuente, a fecha de hoy, con ninguna franquicia en la National Football League (NFL).
No fue así en el pasado. La ciudad ha visto desfilar a diferentes equipos que, por una u otra razón, decidieron cambiar de aires. En 1946, los Rams llegaron desde Cleveland (Cleveland Rams, 1936), pasando a denominarse Los Angeles Rams. En 1960 nacieron Los Angeles Chargers pero inmediatamente se trasladaron hasta su actual ubicación en San Diego. En 1981, los Oakland Raiders iniciaron una particular singladura y jugaron como locales -Los Angeles Raiders-, conquistando incluso la Super Bowl de 1983. Pero en el fatídico año de 1994, los angelinos contemplaron con estupor como perdían, de un solo golpe, a sus dos equipos: los Raiders regresaron a Oakland mientras que los Rams partían hacía St. Louis. La ciudad quedaba huérfana de fútbol profesional.
Ese tremendo agujero resulta cuando menos chocante, se mire desde donde se mire. Desde un punto de vista demográfico, la metrópolis angelina concentra más de veinte millones de almas, sólo dos millones de habitantes por detrás del gran núcleo norteamericano, New York. En consonancia con el dato anterior, la Ciudad de Oropel muestra una tendencia creciente en cuanto a volumen de negocio. Por tanto, sea desde el mercado existente, sea desde la cuantificación de consumidores potenciales, el caso de L.A. representa un segmento de negocio aún por explotar.

Esa es la razón por la cual, periódicamente saltan a los medios de comunicación diferentes propuestas para dotar a Los Angeles de un equipo profesional de fútbol americano. Y en el caso de la ciudad de California, una reubicación parece que solo sea cuestión de tiempo y de dinero, mucho dinero. En cualquier caso no son movimientos nuevos. En 1995, el por aquel entonces propietario de los Seattle Seahawks, Ken Behring, ya intentó la aventura de la soleada California. Diez años más tarde y como consecuencia de la catástrofe del huracán Katrina, las apuestas respecto al cambio de sede de los New Orleans Saints subieron como la espuma para quedar en nada. Incluso el pasado año, Magic Johnson tras vender sus participaciones en los Lakers y Starbucks, declaró estar liderando a un grupo empresarial para traer la NFL a la ciudad. Pero quizá sea ahora cuando estemos ante las iniciativas más sólidas para conseguir el ansiado retorno. Las caras visibles son, por un lado, el magnate Ed Eoski, dueño de Majestic Reality, una de las empresas de construcción más grande de los Estados Unidos; por el otro, Tim Leiweke, presidente de la empresa de management deportivo Anschutz Entertainment Group (AEG). Los dos han propuesto la construcción de diferentes coliseos y han ofrecido participar en la financiación parcial de sus costes Hablaríamos de un coliseo de 72.000 espectadores a las afueras de la ciudad en el caso de Eoski y de uno de 65.000 aficionados justo al lado del Staples Center según el proyecto de Leiweke. Ambos han empezado a dar los primeros pasos en este largo camino, acordando con las autoridades públicas diferentes permisos y concesiones. Pero es una aventura nada fácil y los dos promotores aún están lejos de superar el mayor obstáculo. En el ámbito de lo público, las autoridades locales deberán de aprobar nuevos impuestos con los que financiar la aventura y en el contexto de la actual crisis, ni económica, ni políticamente parece que sea el mejor de los momentos para proponer estas iniciativas. En el ámbito privado, convencer a un propietario de franquicia para que éste desmonte el tenderete y se marcha a otro lugar, requerirá de su mejor poder de persuasión. No se trata únicamente de poner una cantidad indecente de dólares encima de la mesa. También deberán superar los costes de imagen de aquel que se atreva a dejar a miles de aficionados sin su equipo de fútbol profesional. Podríamos decir que el desastre deportivo de algún equipo susceptible a la tentación de L.A., contribuye tanto a esta causa como los millones de dólares que se inviertan en el proyecto; es el clásico: "cuanto peor (para unos), mejor (para otros)". En este punto, ¿cuáles son las franquicias con más posibilidades de cambiar de ubicación?.
Los "candidatos" pueden contarse con los dedos de una mano. Y cada vez que los medios se hacen eco de ello, un escalofrío recorre el espinazo de los aficionados cuyos equipos son nombrados. Acostumbran a ser citados los St. Louis Rams, Oakland Raiders, San Diego Chargers, Minnesota Vikings o Jacksonville Jaguars. Los tres primeros son objetivos tradicionales. Algo así como recuperar "lo que un día nos perteneció", aunque como hemos visto, la historia nos revela que nunca fue exactamente de esta forma. Todos ellos alimentan las dudas que los propietarios de las franquicias puedan tener en cuanto al éxito/fracaso de sus proyectos, combinando la expectativa económica (mercado y crecimiento actual versus oportunidad futura de negocio) y la capacidad de seducción del potente foco californiano.

Personalmente descartaría a los Raiders por su volátil pasado, "ahora voy, ahora vengo". También el proyecto deportivo de los Chargers y la solidez de su historial en San Diego haría de esa hipotética reubicación un hueso demasiado duro de roer. A pesar de ser fundandos en Los Angeles, deberíamos considerar esa circunstancia como la de un bebé que nace accidentalmente fuera de la tierra de sus padres. Nunca fueron de allí, nunca han tenido una conexión con The City of the Angels. Por diferentes motivos dejaría de especular con Rams y Vikings. Los primeros parecen haber entrado en un proceso de auténtica reconstrucción deportiva y aunque mantienen un tira y afloja con St. Louis por la construcción de una sede más funcional y rentable, la sangre no parece que vaya a llegar al río. A su vez, los Vikings aún no han caído en el pozo de un declive deportivo que pudiera ser utilizado como motor del cambio de aires. La historia de los de Minnesota bien podría narrar cómo el colapso de la cúpula del Hubert H. Humprey Metrodome, sufrido el pasado invierno, casi como una señal divina, fue el desatascador que permitió a Zygi Wilf conseguir ese ansiado acuerdo para la construcción de un nuevo estadio. Esa desgracia facilitó la superación de un contencioso que amenazaba con la salida de los Vikings de Minneapolis. Hoy, los cantos de sirena californianos han dejado de llamar la atención.
Por todo lo dicho sospecho que la opción más probable pase por Jacksonville. Los Jaguars son un experimento que, temporada tras temporada, muestra claros signos de decadencia en lo deportivo pero también en lo empresarial. Un equipo enfrentado a una de sus últimas oportunidades para renacer o morir. Y ese último caso, no tengo dudas de que su renacimiento, cual Ave Fénix, sucedería miles de kilómetros de allí.