La asignación de activos y la búsqueda del santo grial

Publicado el 29 marzo 2018 por Slowinver @slowinver

En estos días de Semana Santa de 2018, donde el mercado americano nos da unos sustos tremendos, me parece interesante profundizar en la asignación de activos y la filosofía de largo plazo, y en la búsqueda del Santo Grial que muchos inversores quieren: la cartera o el sistema perfecto.

Ya sabes que la rentabilidad en bolsa es un caso claro del principio que enunció Vilfredo Pareto en el siglo XIX.

Este hombre, economista italiano, descubrió que el 80% de la tierra italiana estaba en manos del 20% de la población. Y también, que el 80% de los guisantes de su jardín provenían del 20% de las plantas de guisantes.

Esa curioso dato de que el 80% de los resultados provienen del 20% del esfuerzo, se ha comprobado en muchas áreas de actividad humana, incluyendo la inversión en bolsa.

¿Y cuál es ese esfuerzo en bolsa que permite obtener el 80% de los resultados?

Muy fácil: en términos de largo plazo, la asignación de activos, es decir, cómo dividir nuestro capital entre activos diferentes.

Hay muchos estudios que lo demuestran, como uno clásico de Ibbotson y Kaplan, que demostraron que el 90% de la variación de una cartera la explica la asignación de activos.

En la mayoría de inversores, la habilidad para elegir cuando comprar y cuando vender es muy baja. Muchos brokers han hecho análisis masivos de track records de sus clientes, comprobando casi siempre que la fiabilidad de las compra-ventas suele ser muy baja.

Por supuesto, siempre hay personas con gran habilidad, que obtienen rentabilidades altas de modo permanente. Gente con verdadera maestría en el trading.

Pero son muy pocas.

Para el común de los mortales, resulta más rentable dedicarse a elegir los activos que compondrán nuestra cartera: la asignación de activos.

Como elegir los activos

Al elegir los activos en los que invertir, debemos hacernos algunas preguntas importantes, como:

¿Cómo de diferente quiero que se comporte mi cartera respecto al mercado? ¿Más volátil, menos volátil, parecida al mercado?

¿Que porcentajes asignaré a los activos de bajo riesgo, como los bonos, y los de alto riesgo, como acciones u otros?

¿Que capacidad de asumir pérdidas voy a tener con mi cartera?

¿que me resultará más costoso desde un punto de vista emocional, ver pérdidas en mis inversiones, o comprobar que no ganan tanto como el mercado? Es decir, ¿me vence la ambición, o el miedo?

Este tipo de reflexiones te ayudarán a decidir el mejor portfolio posible, en función de tu manera de ser o entender las inversiones.

Sin embargo, todos deseamos encontrar una cartera o un modo de invertir perfecto, un método que nos haga ganar dinero siempre.

Si tienes esa ilusión, si buscas el sistema perfecto como un moderno templario, estás en un error. Porque ese Santo Grial, simplemente no existe.

Lo que existe es el sistema perfecto para ti.

Cualquier cartera o sistema que utilicemos va a tener problemas: seguro que va a perder dinero en algún momento. Y más del que quisiéramos.

Por tanto, los esfuerzos en la búsqueda del santo grial de la inversión, solo nos van a llevar a la melancolía.

La cartera perfecta no es aquella que gana siempre, o que gana muchísimo. La cartera perfecta es la que seremos capaces de seguir.

Esa es la clave: debemos conocernos a nosotros mismos, y al riesgo de nuestra cartera hasta estar convencidos de que podemos invertir en ella sin desviarnos del plan. Sin abandonar la estrategia en los momentos difíciles, que son casi siempre los peores momentos para desinvertir.

Lógicamente, para ello debemos estudiar bien los activos.

Un ejemplo clásico es la inversión en renta fija y renta variable al 50%.

Pues bien, estos son los resultados asignando diferentes porcentajes a cada activo, en el mercado norteamericano, usando datos desde 1928, según publica B. Carlson en “A wealth of common sense”

Como puedes ver, la renta fija disminuye el riesgo de una inversión, a costa de disminuir su rentabilidad. Aunque ese es el sentido de una cartera diversificada.

Sin embargo, la diversificación no solo depende de la renta fija. Hay otros activos descorrelacionados, como los índices de diferentes países, o en materias primas, o en sectores económicos cíclicos y contra-cíclicos, etc.

Pero siempre que elijamos una cartera o un método, debes ponerte en el peor de los casos.

La mayoría de inversores meditan sobre cuanto pueden ganar si las cosas van bien.

Pero los inversores inteligentes piensan también en que pasará si las cosas van lo peor posible que puedan imaginar. Este ejercicio de “pesimismo consciente” te permitirá elegir la cartera que es perfecta para ti, porque puedes asumir su riesgo.

El rebalance

Una vez que tienes elegidos los activos, el rebalance es lo siguiente que hay que pensar.

Asi como la diversificación es imprescindible para elegir una cartera, el rebalance es necesario para que la diversificación funcione.

El rebalance es el viejo adagio de comprar la debilidad y vender la fortaleza. Es decir, destinar más porción de capital a los activos de la cartera que han bajado, y menos a los que han subido.

Hay dos maneras principales de organizar el rebalance.

1- En función del rendimiento de los activos: Testeamos la rentabilidad de cada activo. Y aquellos más rentables se venden parcialmente. Y los menos rentables se compran parcialmente. Es decir, el trasvase de capital de los activos caros a los baratos depende del nivel de subida o bajada de dichos activos: a mayor subida, mayor nivel de venta, y a mayor bajada, mayor nivel de compra

2- En función del tiempo: En este caso, realizamos un rebalance de manera periódica, bien trimestral, semestral o incluso anual. Pero el rebalance consistirá simplemente en igualar en porcentaje cada activo. Si por ejemplo tu cartera consta de dos activos, y al cabo de 6 meses uno de ellos ha subido más que otro y representa el 65% de la cartera, pues se iguala el porcentaje de cada activo hasta el 50% de la cartera.

¿Qué método de balanceo es mejor?

No hay una respuesta clara.

En realidad, y al igual que decíamos con la cartera perfecta, el rebalance perfecto es aquel que eres capaz de seguir en todo momento.

Porque vender un activo que lleva tiempo subiendo, y comprar el que lleva tiempo bajado, es absolutamente contraintuitivo.

Sin embargo, suele suceder que,

“Muchas de las decisiones que te hacen sentir peor son las decisiones que despues más te hacen ganar”

Obviamente, a veces que el rebalance te perjudica: cuando las tendencias son fuertes y los activos caros continúan subiendo.

Otras veces, un rebalance te favorece: cuando hay un retorno a la media de los activos.

Sin embargo, la mayor ventaja del rebalance no es el aumento del beneficio, sino la reducción del riesgo. Y esa es la clave para poder seguir tu cartera.

Un ejemplo sencillo

Una de las pruebas que yo he hecho es comprar oro, acciones de crecimiento de EEUU, deuda a 20 años del Gobierno de EEUU y acciones emergentes.

Este tipo de activos se comportan diferente en las crisis y por tanto en conjunto disminuyen la volatilidad.

He testeado los resultados con los ETFs que lo representan: GLD, IWO, EEM, y TLT.

Esta es su rentabilidad desde que tenemos histórico de todos los ETFs, que es desde 2005 hasta 2018:

Como puedes ver, los 4 activos descorrelacionados baten al SP500, lo cual está muy bien. Y además lo hacen con hasta 20 puntos menos de racha de pérdidas.

Y el hecho de rebalancearlos una vez al año mejora tanto la rentabilidad como disminuye la volatilidad, medida como racha de pérdidas.

Obviamente no es un sistema perfecto, pero puede ser un sistema perfecto para mi: adecuado para mi horizonte de inversiones, para mi tiempo disponible y mi estilo personal.

Y es fácil adaptar tu asignación de activos a tu estilo:

  • si la racha de pérdidas te parece excesiva, se puede añadir mayor número de activos relacionados con la renta fija.
  • Si la rentabilidad es escasa, puedes añadir más activos de renta variable, incluyendo ETFs que replican índices de paises, o de ciertas materias primas, o incluso acciones.

La clave es asignar activos con los que te sientas cómodo, rebalancearlos de modo periódico o en función de su rentabilidad, y esperar.

Recuerda que el mayor riesgo que corremos los inversores largoplacistas es la capitulación: vender en el peor momento, siguiendo las emociones del rebaño humano.

Asi que si dedicas tu tiempo a encontrar una asignación de activos adecuada para ti, que comprendas bien y en la que confíes, puedes tener una gran ventaja sobre el resto de inversores y, a la larga, obtener mucha mayor rentabilidad.