La aventura de los molinos de viento

Publicado el 30 marzo 2011 por Carmentxu

El Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la llamada hucha de las pensiones, es un fondo especial cuyo objetivo es atender las futuras necesidades que puedan surgir por desviaciones entre ingresos y gastos de la Seguridad Social en cuanto a prestaciones contributivas. Es, en definitiva, el dinero que algún día podemos necesitar, el que nos permitirá no vivir en la indigencia en el futuro de seguir la tendencia en natalidad, paro y envejecimiento de la población.
La deuda española, vapuleada y humillada por los mercados internacionales, concentra el 88% de la inversión de esta hucha (que juega en los mercados para sacar intereses). Demasiado riesgo, que contrasta con el saber popular de Con el dinero no se juega. Aquí  el dinero de la hucha, el nuestro, juega en todas las plazas, también del resto de Europa, con el 12% restante. Va a resultar que nosotros somos el mercado.
Este riesgo asumido, ante el que nadie parece alarmarse con todo lo que hay en juego, valga la redundancia, junto al run-run del copago, que periódicamente salta a los titulares como avanzadilla de lo que se avecina, me acongoja y empiezo a ver un gigante en cada molino de viento (qué sostenibles éramos entonces). ¿Ha llegado el tiempo de ingeniosos hidalgos que desfacen entuertos o simplemente esperamos la molienda para poder digerirla mejor?

“–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces altas:
–Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.”