La avispa mamut

Por Naturalista

Megascolia maculata flavifrons, hembra; supera los 4 cm de longitud.

Casi a mediodía, bajo un sol que hacía luminosas las sombras, las avispas solitarias erraban acechantes entre la hierba dorada y quebradiza. Una diminuta Tachytes rojinegra revoloteaba inquieta en busca de saltamontes. Algo más lejos se escuchaba el zumbido de una delgadísima Prionyx que excavaba en la galería de su nido subterráneo, tal vez deseosa de aprovisionarlo con una buena langosta italiana. A ras de suelo, las hormigas de terciopelo buscaban alguna galería de abeja en donde infiltrarse, mientras sus machos de alas oscuras libaban en las flores de una alfalfa ya medio seca. Y entonces toda mi atención de repente fue a parar a un zumbido casi monstruoso que se impuso al canto de las cigarras en las encinas, y apareció volando un insecto enorme, la mayor avispa de Europa: Megascolia maculata flavifrons. Con una envergadura más propia de un pequeño pájaro que de un insecto, Megascolia prospectó el erial y pronto se marchó rumbo a un olivar cercano. Pensé saber el motivo, y recordé la vieja historia que Fabre escribió, hace más de un siglo, acerca de este coloso de los insectos al que los ingleses llaman "avispa mamut".

Larva de escarabajo lamelicornio (familia Scarabaeidae).


Por entonces Fabre la llamaba Scolia, como a otras avispas menores de su misma familia (Scoliidae). A lo largo de unos 50 años, el maestro de la Provenza pudo reunir suficientes observaciones sobre las Scolia como para reconstruir cómo vivían. Descubrió que las hembras excavan en la tierra suelta en busca de larvas de escarabajos, y que estas larvas eran invariablemente de lamelicornios, como la cetonia (familia Scarabaeidae). En su mundo subterráneo, la avispa paraliza a la larva de un certero aguijonazo tóxico, para después depositar cuidadosamente un huevo sobre ella. Acto seguido se marcha abriéndose paso a través de la arena, en busca de otra larva. Y cada una de las larvas paralizadas servirá de alimento para una futura avispa excavadora, que emergerá del suelo en verano, manchándose de las pequeñas motas minerales que pusieron a Fabre en la sospecha de sus hábitos zapadores.
Siendo nuestra "avispa mamut" la mayor de las Scolia de Fabre, es lógico que su víctima haya de ser el mayor de nuestros escarabajos lamelicornios, y así lo confirmó Carlo Passerini, que en 1840-41 vio cómo las hembras de Megascolia se internaban en las arenas tras las enormes larvas del escarabajo rinoceronte. Este escarabajo, Oryctes nasicornis, es común en los olivares del Campo de Montiel, donde su larva se desarrolla entre la tierra mezclada con restos de madera y hojarasca al pie de tocones añosos de olivo. De modo que la Megascolia que observé aquel día parecía saber perfectamente adónde debía ir, como si la guiase a los olivares un sexto sentido que debe de ser en realidad un finísimo olfato, o el reconocimiento visual del hábitat de su presa, o ambas cosas, supersentidos que se desarrollan cuando la evolución ata unas especies al destino de otras. La gran avispa se ha liberado de tener que competir por las presas con otras avispas similares, ya que se dedica en exclusividad a una especie de escarabajo que las demás evitan, por lo que sabemos. Pero si ese escarabajo se extingue, cae también la "avispa mamut". Así, para bien o para mal, la mayor avispa de la cuenca mediterránea depende totalmente del mayor escarabajo.
Más sobre las avispas Scolia en los Souvenirs Entomologiques de Fabre, y en el Vol. 10 de Faune de France (Berland, 1925), que podéis descargar gratis del enlace que figura en la columna lateral del blog.