Recuerdo que cuando era pequeño emitían en la televisión la serie de la Superabuela que tras recibir la descarga de un rayo obtiene superpoderes, se vuelve mega fuerte, ultra rápida, etc… y se dedica a luchar contra el mal y ayudar a sus conciudadanos.
Dejando aparte ciertas cosas pertenecientes a la ficción, puedo decir que estamos rodeados de superabuelas y superabuelos. Es cierto, parece que a menudo se nos olvida pero esas personas que nos educaron, que trabajaron para que no nos faltase de nada a día de hoy se desviven por cuidar de nuestros hijos e hijas, renuncian a su retiro más que merecido para ayudarnos en la crianza de nuestros pequeños. No lo voy a negar, es más tengo la obligación de reconocerlo, son una grandísima ayuda y debemos estarles agradecidos a pesar de que los malcríen en algunos aspectos.
No solo cuidan de nuestros hijos e hijas mientras trabajamos, los educan y les enseñan incluso mejor que lo hicieron con nosotros, principalmente por dos razones:
-tienen más experiencia.
-disponen de más tiempo.
Por ello debemos asumir que los tiempos han cambiado y adaptarnos a ellos. Tenemos que sentirnos afortunados porque nuestros hijos e hijas reciban educación, enseñanzas y amor de dos generaciones y no solo sus padres.
Es admirable la dedicación con la que muchos abuelos van a buscar al colegio a sus nietos, les dan la merienda, juegan con ellos y muchas cosas más. Parece que se les recarga la batería y les desaparecen todos sus achaques en el momento que pueden disfrutar de sus nietos, jugar con ellos, etc…
Por eso creo que es necesario que valoremos como padres, que nuestros padres no solo nos están ayudando a nosotros, sino a nuestros hijos regalándoles su bien más preciado, su vida.
Seamos más comprensivos y más humanos. Por nuestros hijos e hijas. Por un mundo mejor.