La balada colectiva

Por Fruela
Cuando Guy Debord asistía a los encuentros gitanos de Arlés -y allí presenció, los ochenta mediante, el triunfo apoteósico de los Gipsy Kings, nada sospechosos de autenticidad-, admiraba, entre otras cosas, la capacidad de los gitanos para ser atravesados por las prácticas más salvajes del capitalismo -trabajos informales, explotación laboral, mercadeos, tráficos, compraventas de todo tipo- y salir indemnes... O eso parecía. Al menos, no respondían al sistema con la misma fórmula, no parecía que el sistema hubiese expropiado su forma de vida.

Esto puede que no signifique mucho: la mistificación también era una debilidad del último Debord. A lo que sí me ayuda es a señalar algo evidente: puesto que llevan tanto tiempo trabajando con la industria cultural, en el régimen cognitivo o cultural del capitalismo, han conseguido mantener una cierta forma de vida propia, una forma cuestionable, por supuesto, pero con no pocas cualidades admirables. Y de esa resistencia, de la pervivencia de una determinada forma-de-vida, ¿no podríamos quizá aprender algo, no podríamos tomar prestada alguna herramienta?
Pedro G. Romero en conversación con Jorge Ribalta

Laocoonte salvaje, 2012, Periférica