El juego conocido como la ballena azul cuenta con decenas de pruebas contrarias a la integridad física, siendo el suicidio del jugador la última de ellas y se ha vuelto viral en Asia y Rusia, donde al parecer, ha ocasionado, en potencia, el suicidio de unos ciento treinta adolescentes. A través de la red se proponen pruebas que suelen comprometer la salud física y psíquica del participante, empezando por permanecer durante veinticuatro horas seguidas viendo películas de terror, faltar a clase y terminar atentando contra la propia vida.
Uno se pregunta qué puede arrastrar a un joven al suicidio, del mismo modo que deberíamos cuestionarnos qué estamos haciendo mal en la educación de las generaciones venideras; me cuesta trabajo entender como el juego, la diversión, lo lúdico, puede componerse de cortes en el antebrazo con la forma de una ballena o induzca a cualquiera, a probar la capacidad de vuelo desde una altura de veinte pisos. Vigilar el contenido de las redes sociales y la información a la que acceden nuestros jóvenes, sería tan interesante como preventivo de graves problemas que pueden llegar a no tener solución.