Vilar siempre presumió de tener cajas y cajas de documentación en Naranjax y empezó una guerra para la que no dudó en usar todas sus armas. Incluso editó un CD bajo el título 'La banda del Tuerto', por el que fue condenado. En aquella aventura musical se burlaba de Carlos Fabra y de su entorno, con canciones como 'Los perros de Don Fabricio'. Musicalizó las entretelas de su relación con Fabra y la justicia acabó condenándole por su contenido. “Ni Camps, ni Zaplana, ni Aznar, ni Rajoy –decía el estribillo de la primera canción que bautizaba el álbum–; la Banda del Tuerto es la que manda en Castellón”. En las diez pistas que lo completaban había para todos. En “Benvenuto Don Carlone”, retrataba la visita de Fabra al pueblo de Vilar para asistir a una procesión; “Montserrat” ladedicada a su exmujer; en “Fabrichor” y “Los perros de Don Fabricio”, cantaba cómo operaba el alter ego musical de Fabra con él y otros empresarios en la provincia; hasta su amante brasileña (en Canción para Carla) o el actual abogado de Montserrat Vives, Wenley Palacios (con Ven a mi despacho), tenían sus propios temas. “No voy a parar en mi apuesta para que salga a la luz todo lo que ha pasado y contarlo con música –declaraba Vilar al diario Levante-EMV, en noviembre de 2005 –es una buena fórmula; le gustará a la gente”.
La portada ilustraba una caricatura del presidente de la Diputación de Castellón y otros protagonistas del que, a la postre, sería el caso Fabra. “Como compositor de la letra y la música (aunque no intérprete) –confesaba Vilar–, creo que soy bueno y nunca hay que perder el sentido del humor”. El barón del PP se querelló y reclamó, en su denuncia inicial, un millón de euros. En la condena, Vilar no se libró de una indemnización de 30.000 euros (posteriormente rebajados a 6.000) por “daños morales”.. “El contenido excede a todas luces la crítica política”, recogía la sentencia firme de la Audiencia de Castellón, sobre el maldito CD cuya prohibición cautelar de su difusión cayó sobre él en cuanto Carlos Fabra interpuso su denuncia. Y sólo Internet permitió que la huella de la frustrada carrera musical de Vicente Vilar no despareciera de golpe.
“Sentar a Fabra en el banquillo de los acusados y ponerse a temblar la tierra ha sido todo uno –escribe David Torres en Público.com, bajo el título ‘Terremotos marca Fabra’–. Ya se sabía que intentar procesar a Fabra tiene sus riesgos. Por eso en Castellón se toman la justicia con mucha calma: diez años de prospecciones judiciales sólo para sentar un culo ante el juez. Pero, al mover a Fabra de su lugar natural en la pirámide alimenticia, por poco no se les desparraman las mareas.Fabra en el banquillo es un oxímoron viviente. Y también una metonimia porque en Castellón la justicia no es ciega: es tuerta y lleva gafas oscuras. La filiación mafiosa fue apuntada tiempo atrás por el propio acusado, quien una vez contó cómo su padre le repitió palabra por palabra el consejo de Vito Corleone a su hijo Michael: ‘Mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos’. Para prolongar las semejanzas con la saga, la semana pasada el empresario Vilar se desdijo de golpe de todas sus acusaciones: ‘Aquella denuncia fue fruto de mi cabreo con Fabra’. El hombre parecía Frankie Pentangeli tragándose sus palabras con patatas al ver a su hermano recién desembarcado de Sicilia entrar en el tribunal con la boina todavía atornillada a la sien.Entre hermanos, matrimonios, primos y hijos anda el juego. Castellón, por lo que se ve, es un gran negocio familiar y las familias unen mucho aunque también hay peleas. Vilar contó esa extraña peregrinación de los maletines yendo y viniendo por los despachos oficiales, provocando contratos y movimientos telúricos. Luego, Fabra explicó que llevaba la contabilidad como si la provincia fuese una tienda de ultramarinos. Unas veces los ingresos los hacía el chófer, otros el escolta, otras el propio Fabra, depende de quién llevara el maletín ese día.
“En el país de los ciegos –comenta Fabra– el rey es Fabra. Hay una célebre frase mafiosa: ‘Que parezca un accidente’. En Castellón, en efecto, la justicia parece un accidente, pero a cámara lenta y con moviola. Ha tardado tanto en reaccionar que la Audiencia, entre bostezo y bostezo, tuvo ocasión de declarar prescritos cuatro de los cinco delitos fiscales que le imputaban a Fabra, un hombre a quien le caducan las acusaciones como si fueran yogures. La verdad es que un proceso judicial que se alarga más de una década no es exactamente un caso de corrupción, sino más bien una beatificación. Al final es muy posible que lleven los papeles al Vaticano mientras a Fabra lo sacan a hombros del juzgado, incorrupto y mártir, entre erupciones y seísmos de alegría. Un poco más de suerte, la misma con la que siempre gana a la lotería, y Fabra puede hacer realidad el sueño de Lex Luthor en California: un terremoto resquebraja la costa de Castellón y el aeropuerto virgen de los nietos se le queda a huevo para inaugurar un club náutico”.