El humor es para reírse. La risa es sana. Los humoristas hacen humor.
Las banderas es
La patria son mis zapatos, que decía Manolo García. El valor simbólico de un pueblo son sus árboles, la lengua que habla ese grupo, las historias trasladadas de padres a hijos, las recetas tradicionales. El paisaje, el cielo.
Reírse de uno mismo es el mejor ejercicio de honestidad vital que puede hacer un ser humano. Reírse.
Ofenderse está de moda, pero no conduce a nada. Ofenderse solo te lleva a estar ofendido. No a ser mejor, ni más patriota, ni más honrado, ni más sincero. Solo te lleva a ser un ofendido.
La indignación es necesaria: contra la injusticias, contra la explotación infantil, contra la violencia, contra el hambre, contra la tristeza, contra la soledad, contra la mentira, contra la maldad. Pero, por favor, no por una broma, por un chiste -malo o bueno- no por unas risas. Y mucho menos por una bandera.
En la edad media había bufones en palacio, y éstos hacían bromas y mofas contra los reyes y señores. Algunos eran ejecutados porque esos señores no entendían esas bromas. Eso era en la edad media.
El trabajo de un cómico es hacer reír. Y hoy, algunos días después de la edad media, aún hay señores que quieren cortar cabezas por la risa.
Alguien que no es capaz de reírse de sí mismo no es honesto consigo mismo. Es un ofendido, y los ofendidos son peligrosos.