Olave estaba en el momento y lugar equivocado. Fue víctima circunstancial de una lucha que a esta altura ya parece interminable. Una guerra con mucho dinero y poder en el medio. Las bombas fueron de la barra brava, esos mercenarios hinchas de ningún club, hacia Independiente. Hacia Javier Cantero y la comisión directiva. Fue un mensaje mafioso, un “No nos importa irnos al descenso, queremos volver a tener nuestros privilegios”.
La noche de Avellaneda ya pintaba oscura desde temprano. Se sabía, se intuía, los rumores decían que algo iba a suceder. ¿El corte de luz contra Vélez y los grifos de agua abiertos ante la Universidad Católica no habían sido un mínimo aviso? La policía fue alertada desde la mañana. Pero obviamente, no hubo caso. La connivencia ya es alevosa. Y da miedo.
Antes del partido ya habían explotado algunas bombas y para que suceda lo peor era cuestión de esperar. No existió la prevención, el famoso “cacheo” es solo para el hincha genuino, sino cómo se explica la entrada de tanta pirotecnia. El entre tiempo fue el momento para que los delincuentes desarrollen lo que habían votado un día antes en una reunión. Como si el presente futbolístico y económico de Independiente fuera poco, los barras sigue ensuciando la cancha. Y el Rojo sufre. Sumergido en el peor momento de su historia.
No habrá quita de puntos ni suspensión del estadio supuestamente porque la AFA y el APREVIDE apoyan al club en su cruzada. ¿Tan ingenuos somos? ¿Se piensan que no nos damos cuenta? Algunas cosas dan risa en este fútbol argentino. Es cansador repetir que si no hay una decisión fuerte del estado, las barra bravas seguirán comiendo de este inmenso negocio del que todos son parte. Pero una solución cercana parece difícil, muy difícil.
Llora el hincha común, ese que junta el mango día tras día para ir a alentar a Independiente. Ese que siempre paga los platos rotos. Ese que canta en contra de los violentos como en casi ningún club y que apoya indiscutiblemente a Cantero en su lucha. Porque hay demasiados “canteristas” desde la palabra; pero en los hechos todos se esconden y lo dejan solo. Ojalá dentro de unos años todo esto no sea una anécdota. Por el bien de nuestro fútbol.