La batalla de Aljubarrota

Publicado el 20 diciembre 2019 por Monpalentina @FFroi
Froissart en su Crónica, cap. III, cuenta minuciosamente esta batalla, y refiere pormenores curiosos y lances dramáticos, que el cronista castellano, desgraciado actor en ella, omitió como huyendo de un triste recuerdo. Froissart dice que supo todas aquellas circunstancias de boca de un caballero del consejo del rey de Portugal a quien vio en Flandes, y empleó seis días en escribir lo que aquel le dictaba. Por consecuencia es muy verosímil que su relación en algunos puntos no tenga tanto de verídica como de novelesca.
EDAD MEDIA

Lo que sabemos de cierto es que luego que el rey llegó a Sevilla, escribió cartas a las principales ciudades de sus reinos, participándoles en términos muy tristes el infortunio de Aljubarrota, al propio tiempo que las convocaba para las cortes de Valladolid. He aquí los principales párrafos de estas sentidas cartas:
"Don Juan, etc... Sabed que lunes catorce días de este mes de agosto ovimos batalla con aquel traydor que solía ser Maestre de Avis, e con todos los del regno de Portugal que de su parte tenia, e con todos los otros extranjeros, así ingleses como gascones, que con él estaban: e la batalla fue de esta manera.
Ellos se pusieron aquel dia desde por la mañana en una plaza fuerte entre dos arroyos de fondo cada uno diez o doce brazas; e cuando nuestra gente ahí llegó, e vieron que no les podían acometer por allí, ovimos todos de rodear para venir a ellos por otra parte que nos paresció ser más llano; e quando llegamos a aquel logar era ya hora de vísperas, e nuestra gente estaba muy cansada. Entonces los mas de los caballeros que con nosotros estaban, que se avian visto en otras batallas, acordaban que non diese esta en aquel dia, lo uno porque nuestra gente iba fatigada, e lo otro para mirar la gente portuguesa como estaba..."


La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.