Este principio de siglo fue bastante movido, no solo para nuestro país sino para toda Europa. La frágil Paz de Amiens de 1802 llegó a su final cuando Napoleón —siempre dispuesto para la lucha—, invadió el Piamonte, por lo que el 18 de mayo de 1803, Gran Bretaña y Francia estaban otra vez en guerra.
Napoleón había planeado invadir y conquistar Inglaterra, terminando con el incomodo bloqueo naval británico. Para ello, en 1805, había destinado un ejército de 150.000 hombres, perfectamente preparados y pertrechados que se encontraban acampados en Boulogne. Si este ejército conseguía cruzar el Canal de la Mancha, se podía obtener una victoria segura sobre unas fuerzas inglesas que se encontraban, según los informes, pobremente equipadas y entrenadas. El plan diseñado pasaba por conseguir que la flota escapara del bloqueo británico de las bases de Tolón y Brest, y se dirigiera a las Indias Occidentales, amenazando los intereses británicos en las colonias. Las flotas se reunirían en la isla Martinica y retornarían con rapidez a Europa, desembarcando tropas en Irlanda para promover la rebelión de los disidentes irlandeses, derrotar a las débiles patrullas inglesas del Canal y transportar a la Armée a través del estrecho de Dover.
Al amanecer del 23 de julio, las flotas se encontraban a unas 15 millas de distancia, y Calder no estaba muy dispuesto a atacar a unas fuerzas muy superiores, teniendo además que proteger al HMS Windsor Castle y al HMS Malta, que habían sufrido considerables daños el día anterior. También debía tener en cuenta de que las flotas que permanecían fondeadas en Rochefort y Ferrol, tras abandonar el bloqueo, pudieran unirse a la flota combinada de Villeneuve. Por lo cual, decidió rehuir el combate y tomó rumbo norte con sus capturas.
Villeneuve, por su parte, en los informes, aseguró que trató de atacar de nuevo a la flota inglesa, pero las suaves brisas existentes le impidieron el acercamiento a lo largo de todo el día, por lo que decidió no arriesgar la flota en un combate en las últimas horas del día. El 24 de julio cambió el viento, y puso a la flota francoespañola en posición de poder efectuar un ataque desde barlovento —posición ideal para el ataque—, pero decidió, una vez más, no atacar, virando rumbo sur, dirigiéndose a La Coruña, donde el 1 de agosto, recibió órdenes de Napoleón para que se dirigiera, de inmediato, a Brest y Boulogne. Entonces hizo caso a una serie de informes, falsos, que le anunciaban una superioridad numérica de la flota inglesa en el golfo de Vizcaya, por lo que puso rumbo a Cádiz, a donde arribó 20 días después, el 21 de agosto.
Buque insignia del almirante Villeneuve
En resumen, la batalla fue una seria derrota para la flota combinada, puesto que, quince buques ingleses se habían enfrentado a veinte buques francoespañoles, capturando dos navíos españoles. Las flota británica sufrió la baja de 39 oficiales y marineros muertos y 159 heridos, mientras que, en la flota combinada, hubo 476 oficiales y marineros heridos o muertos. Villeneuve había fracasado en los objetivos asignados: no había desembarcado tropas en Irlanda, mientras que, el ejército invasor de Napoleón esperaba inútilmente en Boulogne un transporte y escolta que no llegarían.
El almirantazgo y la opinión pública inglesa no alcanzaron a ver los resultados de esta batalla, por lo que, Calder fue relevado del mando, juzgado en consejo de guerra y sentenciado a una severa reprimenda por rehuir el combate en los días 23 de julio y 24 de julio. Nunca más sirvió a bordo de la flota inglesa.
Napoleón, mientras tanto, se vio forzado a abandonar sus planes de invadir Inglaterra. La Grande Armée dejó Boulogne el 27 de agosto de 1805 para participar en las próximas acciones que tendrían lugar en Austria y Rusia; y Villeneuve y la flota combinada permanecieron en Cádiz hasta que, dos meses más tarde, se encaminaron a su destrucción en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805.
Ramón Martín