La batalla del rebaño, el control de los mass media y los terroristas de la información.

Por Hugo Rep @HugoRep

En muchos países del mundo (y Argentina no es la excepción) existen los periodistas llamados justamente "terroristas de la información". Lanatta, Leuco y Longobardi son tres de ellos. No porque critiquen o ensalzen a tal o cual gobierno. Sino por el modo en que lo hacen.

Con un implícito llamado a la violencia. Con un explícito llamado a intervenir la fuerzas de seguridad cuando el consenso crítico salga de los cánones establecidos por la misma clase económico-política les paga para defenderlos.

Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de hacerlo -la comunidad financiera y empresarial- para la cuál trabajan.

También es necesario recabar el apoyo de la población a las aventuras exteriores. Dice Noam Chomsky en su libro El Control de los medios de Comunicación: "Normalmente la gente es pacifista, tal como sucedía durante la Primera Guerra Mundial, ya que no ve razones que justifiquen la actividad bélica, la muerte y la tortura. Por ello, para procurarse este apoyo hay que aplicar ciertos estímulos; y para estimularles hay que asustarles. En estos casos, es necesario hacer tragar por la fuerza una y otra vez programas domésticos hacia los que la gente se muestra contraria, ya que no tiene ningún sentido que el público esté a favor de programas que le son perjudiciales.

El mismo Bernays tenía en su haber un importante logro a este respecto, ya que fue el encargado de dirigir la campaña de relaciones públicas de la United Fruit Company en 1954, cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente para derribar al gobierno democrático-capitalista de Guatemala e instalaron en su lugar un régimen sanguinario de escuadrones de la muerte, que se ha mantenido hasta nuestros días a base de repetidas infusiones de ayuda norteamericana que tienen por objeto evitar algo más que desviaciones democráticas vacías de contenido.
Y esto, también, exige una propaganda amplia y general, que hemos tenido oportunidad de ver en muchas ocasiones durante los últimos diez años. Los programas de la era Reagan eran abrumadoramente impopulares. Los votantes de lavictoria arrolladora de Reagan en 1984 esperaban, en una proporción de tres a dos, que no se promulgaran las medidas legales anunciadas.
Si tomamos programas concretos, como el gasto en armamento, o la reducción de recursos en materia de gasto social, etc., prácticamente todos ellos recibían una oposición frontal por parte de la gente.
Pero en la medida en que se marginaba y apartaba a los individuos de la cosa pública y estos no encontraban el modo de organizar y articular sus sentimientos, o incluso de saber que había otros que compartían dichos sentimientos, los que decían que preferían el gasto social al gasto militar -y lo expresaban en los sondeos, tal como sucedía de manera generalizada-daban por supuesto que eran los únicos con tales ideas disparatadas en la cabeza.
Nunca habían oído estas cosas de nadie más, ya que había que suponer que nadie pensaba así; y si lo había, y era sincero en las encuestas, era lógico pensar que se trataba de un bicho raro.
Desde el momento en que un individuo no encuentra la manera de unirse a otros que comparten o refuerzan este parecer y que le pueden transmitir la ayuda necesaria para articularlo, acaso llegue a sentir que es alguien excéntrico, una rareza en un mar de normalidad. De modo que acaba permaneciendo al margen, sin prestar atención a lo que ocurre, mirando hacia, otro lado, como por ejemplo la final de Copa".
Por todo lo expuesto los medios de comunicación representan lo que verdaderamente son: herramientas al servicio de sectores ligados al poder. El servicio a la comunidad es una panacea. El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: es una batalla permanente.

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