La belleza. El cuerpo que no es cuerpo

Publicado el 25 febrero 2014 por Leidy Leidy Parada Salinas @leidy_p_s
Realizado por: Jonathan Rojas y Leidy Salinas
En el desarrollo histórico de la estética humana, la belleza es un término que no ha gozado de un pragmatismo estático, es decir, en las diferentes épocas ésta ha sufrido diversos cambios, especialmente la belleza que refiere al cuerpo. Gran problema se podría suscitar, una especie de desastre estético si no se asigna a la belleza corpórea de hoy como un problema meramente filosófico. Comúnmente se aprecia a la belleza como lo hermoso o lo agradable, en la antigua Grecia se concebía como la encarnación ideal de armonía y proporción. En el siglo XXI, la belleza, en especial la corpórea se halla en una analogía histórica, lo que hace cuestionar su independencia ontológica. Grandes exponentes de la filosofía reflexionan sobre la belleza como un ente necesario e indispensable, entre ellos se encuentra Platón, quien en sus diálogos plantea la importancia de la belleza y la verdad para el desarrollo y trascendencia del entorno social.
Al disponer la filosofía de la belleza corpórea para su reconstrucción, es importante asumir los nuevos rasgos que giran en torno es ésta, que son los trastornos alimenticios, éstos serán denominados a efecto de éste planteamiento como “egoísmo intestinal”; el cuerpo que no es cuerpo, denominado “cuerpo egoísta”. En cuanto al egoísmo intestinal la filosofía debe husmear la belleza con lo referente a la visión del yo frente a los placeres encabezados por la gula (en el caso de la obesidad), y la felicidad corpórea social a partir de lo pseudo-estético (anorexia). La filosofía también debe tomar en cuenta el cuerpo que deja de ser cuerpo, incorporando junto a la obesidad y la anorexia al cuerpo intervenido mediante cirugías estéticas.
Por lo tanto, es necesario que la filosofía asuma las riendas y reflexione sobre “la belleza del siglo XXI”, pues es la “sociedad sectorial” quien se apodera de esta disciplina y define lo que es bello o no, provocando un sectarismo corpóreo, la homogeneización de la belleza, todo una vaguedad axiológica. Dado esto, es necesario cuestionar la existencia de la belleza en el cuerpo. La belleza y el cuerpo ¿Cómo se logra definir la belleza? ¿Cómo sé que es algo bello o no? ¿La experiencia contribuye a concretar la noción de belleza? La belleza corporal al definirse se escuda tras la subjetividad, porque finalmente, ¿Quién es bello? La vaguedad de lo bello radica en la arteria misma de su superficialidad, el límite de lo bello es la inmediatez.

La concepción de la belleza se presenta aún con más rudeza y de manera mucho más subjetiva en el humano. Definir la belleza humana es difícil por cuestiones del ser, la individualidad. Cada individuo, tiene un ideal único de lo bello y juzga los entes de su entorno (bonito o feo) según ese ideal, el cual ha sido contemporizado en el transcurso de su vida, esto es, puesta la estética en relación con otros.Cuestiones a valorar para el asentamiento de la belleza es su perspectiva, es decir, desde su reflejo, espacio, esencia, realidad, elemento o valor pero tendiendo a la finalidad. La belleza ha sido estudiada, observada y demarcada dentro del arte asumiendo una visión más trascendental de la misma, por otra parte, la belleza en la filosofía de hoy día –la corpórea- aleja cualquier condición de naturalidad, tal cual como lo expresa en muchos de sus trabajos Jean-Luc Nancy, el cuerpo hoy se trabaja a partir de la hibridación y por lo tanto de la extrañeza, un cuerpo despojado de su corporeidad, es decir, un cuerpo modificado y artificial. En este caso la noción filosófica sobre lo bello de Platón es un referente importante. Para Platón la Belleza es una unidad y es eterna, es precisamente la eternidad que éste le otorga que hace que la belleza en el humano sea anulada por su desgaste a través del tiempo, empero, Platón concedía una belleza al cuerpo y era específica, desembocaba en su utilidad.

Es importante hoy en día hablar de la belleza corporal, porque se sobrepone a todas las cosas del mundo, el capitalismo condiciona vivir de las apariencias, si bien es cierto que ninguno o pocos filósofos han tratado la belleza natural, es importante considerar que somos seres humanos y debemos prescindir de todo tipo de divinización al contemplar el cuerpo.La apoteosis corporal que se apreciaba en Grecia, esa hermosa unificación de la proporción de líneas, curvas o colores, sólo era posible en el arte; un cuerpo ideal sólo es manifestado en el arte, esto implica que en un cuerpo sensible la belleza se aparta, porque está explícito el fin de éste en el mundo, el cual es totalmente ajeno al del arte. Cuando se habla de apoteosis corporal, se alude en específico a Platón, donde la belleza es trascendental, inmanente al ser. El contexto histórico-cultural platónico, se caracterizó por la perfección y superposición humana mediante un estereotipo, siempre perfecto armónico y por supuesto proporcionado. Ninguna manifestación que pertenezca a la antigua Grecia carece de proporción, todo estaba planeado para mostrar un ideal de belleza, un canon de simetría y extensión, de orden y límite y aquello que no entrara en este rango, simplemente no era considerado bello. Asignar a un cuerpo la belleza se hace sólo para ser aceptado, para estar alineado, incluso sentirse comprendido aunque se yazca en la inconformidad. Es muy contraproducente añorar la belleza física, porque se desplaza la belleza cósmica del ser, e induce a una disminución del valor ontológico del fin humano. Ahora ¿Es ser bello contar con valores físicos superficiales impuestos por la sociedad? En este punto, entra el empirismo, por analogía y con el paso del tiempo se distingue entre lo feo y lo bonito, aspecto que ha enfermado a la sociedad, ya que la apreciación, el juicio o el gusto se sustituyen por impresiones fugaces. La sociedad ha creado una especie de desespero corporal. A decir verdad, en la actualidad, la belleza es un síntoma, la manifestación expresa de una crisis que deriva de la identidad, constituida por la unidad y el género. La inclinación a generar conceptos que definan el cuerpo como bonito o feo, parte de las demandas subjetivas de hacer de las inclinaciones narcisistas expresiones exteriores, las más de las postizas. La irracionalidad de los planteamientos cosméticos ha pretendido instalarse en ciertos cánones que se hacen llamar estéticos. Por primera vez asistimos hacia un antropocentrismo corporal centrado meramente en la apariencia, lo que significa que cualquier concepto de belleza se agotaría en el mismo cuerpo. Como se ha dicho anteriormente, haciendo referencias a las apreciaciones de la filosofía occidental, la belleza solo es una abstracción metafísica, la percepción sistemática de un conjunto de cualidades que sometidas a la reflexión teórica producen acepciones de lo bello. Mientras más profundas y precisas sean esta reflexión o precisas se van distanciando del cuerpo. Cada vez que un concepto de belleza se purga de la materialidad hasta hacerse puro, en una especie de de vaciedad temporal y espacial, lo bello se hace insoportable a cualquier sustantividad de lo físicamente real. Lo cierto es que el cuerpo está alejado de cualquier discurrir filosófico que lo tenga como objeto de estudio en cuanto tal. La aproximación al cuerpo en cuanto objeto de estudio debe asirse de categorías a las que este adaptada cualquier discernimiento filosófico. Los estadios más cercanos para empezar un análisis parten de la biología, de la antropología y de la psicología. Calificar el cuerpo de bello o de feo, depende de las opiniones y del desarrollo crítico de las ciencias antes mencionadas. Hasta ahora jamás se ha elaborado un estudio que tenga al cuerpo como único antecedente, aunque sí que existió un reflexionar detenido en la materia, lo que vino a ser la incipiente filosofía de los presocráticos. Aquellos filósofos buscaron una explicación material al mundo, para lo cual no dudaron en referir a elementos materiales como el agua, el aire y el fuego el origen del mundo. La filosofía comenzó siendo análisis material del mundo, pero paulatinamente se orientó a concepciones metafísicas que superaban la perecedera realidad. Parménides encabezó aquel viraje que domina la filosofía hasta estos tiempos. Someter el cuerpo, en sus elementos fenoménicos, a un estudio que permita crear una narrativa propiamente filosófica, exige su liberación de juicios y valoraciones erradas. Los cuerpos están ahí, a la par que todos los prejuicios y supersticiosas compresiones del mismo. Al mismo tiempo conviene considerar el flujo de información y de corrientes de pensamiento que han ido construyendo caracterizaciones del lo que se sostiene como hermoso o feo. La cuestión estriba en descomponer la percepción subjetiva del cuerpo, romper el entramado cognitivo y la red colectiva de divagaciones sobre la corporalidad. Lo bello sólo admite definiciones universales sobre actos más que sobre agentes o sujetos. El cuerpo solo es un elemento biológico, en constante devenir orgánico; su estatus vital depende de sus interrelaciones con el entorno, el cual es totalmente material. Aventurar una definición sobre la belleza del cuerpo, necesariamente tiene que atender a las funciones con las que opera, es decir, el cuerpo desarrolla un número de actividades que se dirigen a mantener la vida, de esta manera se concluye que el cuerpo es un acto de sobrevivencia. Así pues, una estética corporal sería una estética de la funcionalidad. Aquí nos acercamos a Platón, quien aseguraba que la belleza sólo se puede consumar en el mundo de las ideas, por lo tanto a la materia le corresponde ser funcionalmente útil para alcanzar a arañar algo del misterio de lo bello. El error de las tendencias actuales al hacer acercamientos a lo bello radica en que dejan de soslayo la funcionalidad corporal para adjuntarle accesorios que colocan el cuerpo en accidentadas condiciones. El cuerpo del hombre no es sólo pulsión biológica y organización celular, también es conciencia, es razón distribuida entre la voluntad, la inteligencia y el entendimiento. Por estas condiciones el cuerpo es para el hombre un vehículo temporal de su historia. En este recorrido temporal del desarrollo estructural del cuerpo desde el nacimiento hasta la plenitud biológica, el individuo va forjado su identidad, al tiempo que crea las asociaciones respectivas con el género, pues el cuerpo del hombre está signado por la identidad de género. Al disolverse la identidad entre la identidad y el género asistimos al agotamiento y desconstrucción del cuerpo, el cual derivaría hacia una objetivada instrumental. Las modernas concepciones de la belleza intervienen en estas fisuras entre la identidad y el género. Tal escisión engendra un cuerpo sin género ni identidad: un cuerpo intervenido y devorado. El cuerpo que no es cuerpo El cuerpo está dotado de una identidad propia, que no es añadida, ni postiza. Esta propiedad es la que define el cuerpo como un ente singular y diferenciado, lo que en términos filosóficos se define como independencia ontológica. La interacción con el mundo exterior se realiza sin la intervención de transformaciones que modifiquen el curso de los procesos naturales del cuerpo, así pues, el cuerpo solo es cuerpo en cuanto mantenga en orden sus componentes estructurales Las modernas tendencias a estandarizar lo atractivo o agradable en artificiosos conceptos de la belleza distorsionan la percepción del cuerpo hasta terminar instrumentalizándolo, reduciéndolo a un objeto de consumo. El cuerpo tiene lenguajes intrínsecos, mecanismos de expresión que lo identifican en su múltiple diversidad funcional. La belleza se fundamenta en la capacidad para el diálogo, para la interpretación antes que para la distorsión. Donde hay distorsión, no podrá existir lo bello. La cosmética parte de estos principios de deformación, de irrupción en la intimidad de las formas. La estética actual tiene como objeto a la cosmética y no a lo bello. La cosmética sustituyó a la belleza o se la confunde con ésta. Las cirugías estéticas interrumpen el campo sensorio de cualquier interpretación del cuerpo. La inserción de implantes rompe el equilibrio armónico de la composición. De modo que un cuerpo intervenido es un cuerpo disminuido en su género. La modificación del cuerpo altera la identidad. Por otra parte, los trastornos alimenticios descomponen al cuerpo en su misma biología, se agrede la integridad física ante placeres desmesurados como lo son la obsesión mediante la abstracción del reflejo corpóreo ó la devoración de ése reflejo en otros elementos no sensibles como la comida. Una persona anoréxica o golosa desvirtúa su condición humana irrespetando la plenitud del bien corporal, es decir, el cuerpo es un bien activo, una posesión del alma cuya funcionalidad e integridad constituyen a máximas la belleza humana. Irrespetar el cuerpo es despojarnos de lo bello de la humanidad, que es el alma, el ser o la esencia. El desconocimiento u olvido del yo imperecedero transforma/deforma la visión de la realidad, porque se constituye un yo basado representación modificada de la densidad de la piel, el físico. Toda esa construcción social de lo bonito y feo ha logrado desplazar el valor ontológico del ser. La preocupación por lucir extremadamente delgado, el descuido que enmarca la obesidad y la mutación de un cuerpo por implantes, ya no responde a un yo como ente activo social y portador de conciencia, sino como un cuerpo que preocupado su forma ha dejado de serlo, y pasa a ser un no cuerpo (desde el valor ontológico). Debe hablarse de una belleza corpórea del siglo XXI que se enfoque en la inmanencia del cuerpo y el alma. El cuerpo no fue creado para ser camuflado, fue creado para portar el ser. Muchas corrientes filosóficas y teológicas lo describen como prisión, templo, casa ó propiedad del alma. El cuerpo deja de ser cuerpo cuando abandona su propósito para ser artefacto de la apariencia. Los seres humanos no son bonitos ni son feos, sólo son cuerpos. “No hace falta adornar la apariencia para convocar la belleza, en todo caso lo que haría falta es liberar al paisaje de nosotros mismos.” Jung

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