En el desarrollo histórico de la estética humana, la belleza es un término que no ha gozado de un pragmatismo estático, es decir, en las diferentes épocas ésta ha sufrido diversos cambios, especialmente la belleza que refiere al cuerpo. Gran problema se podría suscitar, una especie de desastre estético si no se asigna a la belleza corpórea de hoy como un problema meramente filosófico. Comúnmente se aprecia a la belleza como lo hermoso o lo agradable, en la antigua Grecia se concebía como la encarnación ideal de armonía y proporción. En el siglo XXI, la belleza, en especial la corpórea se halla en una analogía histórica, lo que hace cuestionar su independencia ontológica. Grandes exponentes de la filosofía reflexionan sobre la belleza como un ente necesario e indispensable, entre ellos se encuentra Platón, quien en sus diálogos plantea la importancia de la belleza y la verdad para el desarrollo y trascendencia del entorno social.
Al disponer la filosofía de la belleza corpórea para su reconstrucción, es importante asumir los nuevos rasgos que giran en torno es ésta, que son los trastornos alimenticios, éstos serán denominados a efecto de éste planteamiento como “egoísmo intestinal”; el cuerpo que no es cuerpo, denominado “cuerpo egoísta”. En cuanto al egoísmo intestinal la filosofía debe husmear la belleza con lo referente a la visión del yo frente a los placeres encabezados por la gula (en el caso de la obesidad), y la felicidad corpórea social a partir de lo pseudo-estético (anorexia). La filosofía también debe tomar en cuenta el cuerpo que deja de ser cuerpo, incorporando junto a la obesidad y la anorexia al cuerpo intervenido mediante cirugías estéticas.
Por lo tanto, es necesario que la filosofía asuma las riendas y reflexione sobre “la belleza del siglo XXI”, pues es la “sociedad sectorial” quien se apodera de esta disciplina y define lo que es bello o no, provocando un sectarismo corpóreo, la homogeneización de la belleza, todo una vaguedad axiológica. Dado esto, es necesario cuestionar la existencia de la belleza en el cuerpo. La belleza y el cuerpo ¿Cómo se logra definir la belleza? ¿Cómo sé que es algo bello o no? ¿La experiencia contribuye a concretar la noción de belleza? La belleza corporal al definirse se escuda tras la subjetividad, porque finalmente, ¿Quién es bello? La vaguedad de lo bello radica en la arteria misma de su superficialidad, el límite de lo bello es la inmediatez.
La concepción de la belleza se presenta aún con más rudeza y de manera mucho más subjetiva en el humano. Definir la belleza humana es difícil por cuestiones del ser, la individualidad.
Cada individuo, tiene un ideal único de lo bello y juzga los entes de su entorno (bonito o feo) según ese ideal, el cual ha sido contemporizado en el transcurso de su vida, esto es, puesta la estética en relación con otros.Cuestiones a valorar para el asentamiento de la belleza es su perspectiva, es decir, desde su reflejo, espacio, esencia, realidad, elemento o valor pero tendiendo a la finalidad. La belleza ha sido estudiada, observada y demarcada dentro del arte asumiendo una visión más trascendental de la misma, por otra parte, la belleza en la filosofía de hoy día –la corpórea- aleja cualquier condición de naturalidad, tal cual como lo expresa en muchos de sus trabajos Jean-Luc Nancy, el cuerpo hoy se trabaja a partir de la hibridación y por lo tanto de la extrañeza, un cuerpo despojado de su corporeidad, es decir, un cuerpo modificado y artificial. En este caso la noción filosófica sobre lo bello de Platón es un referente importante. Para Platón la Belleza es una unidad y es eterna, es precisamente la eternidad que éste le otorga que hace que la belleza en el humano sea anulada por su desgaste a través del tiempo, empero, Platón concedía una belleza al cuerpo y era específica, desembocaba en su utilidad. Es importante hoy en día hablar de la belleza corporal, porque se sobrepone a todas las cosas del mundo, el capitalismo condiciona vivir de las apariencias, si bien es cierto que ninguno o pocos filósofos han tratado la belleza natural, es importante considerar que somos seres humanos y debemos prescindir de todo tipo de divinización al contemplar el cuerpo.La apoteosis corporal que se apreciaba en Grecia, esa hermosa unificación de la proporción de líneas, curvas o colores, sólo era posible en el arte; un cuerpo ideal sólo es manifestado en el arte, esto implica que en un cuerpo sensible la belleza se aparta, porque está explícito el fin de éste en el mundo, el cual es totalmente ajeno al del arte. Cuando se habla de apoteosis corporal, se alude en específico a Platón, donde la belleza es trascendental, inmanente al ser. El contexto histórico-cultural platónico, se caracterizó por la perfección y superposición humana mediante un estereotipo, siempre perfecto armónico y por supuesto proporcionado. Ninguna manifestación que pertenezca a la antigua Grecia carece de proporción, todo estaba planeado para mostrar un ideal de belleza, un canon de simetría y extensión, de orden y límite y aquello que no entrara en este rango, simplemente no era considerado bello. Asignar a un cuerpo la belleza se hace sólo para ser aceptado, para estar alineado, incluso sentirse comprendido aunque se yazca en la inconformidad. Es muy contraproducente añorar la belleza física, porque se desplaza la belleza cósmica del ser, e induce a una disminución del valor ontológico del fin humano. Ahora ¿Es ser bello contar con valores físicos superficiales impuestos por la sociedad? En este punto, entra el empirismo, por analogía y con el paso del tiempo se distingue entre lo feo y lo bonito, aspecto que ha enfermado a la sociedad, ya que la apreciación, el juicio o el gusto se sustituyen por impresiones fugaces. La sociedad ha creado una especie de desespero corporal. A decir verdad, en la actualidad, la belleza es un síntoma, la manifestación expresa de una crisis que deriva de la identidad, constituida por la unidad y el género. La inclinación a generar conceptos que definan el cuerpo como bonito o feo, parte de las demandas subjetivas de hacer de las inclinaciones narcisistas expresiones exteriores, las más de las postizas. La irracionalidad de los planteamientos cosméticos ha pretendido instalarse en ciertos cánones que se hacen llamar estéticos. Por primera vez asistimos hacia un antropocentrismo corporal centrado meramente en la apariencia, lo que significa que cualquier concepto de belleza se agotaría en el mismo cuerpo. Como se ha dicho anteriormente, haciendo referencias a las apreciaciones de la filosofía occidental, la belleza solo es una abstracción metafísica, la percepción sistemática de un conjunto de cualidades que sometidas a la reflexión teórica producen acepciones de lo bello. Mientras más profundas y precisas sean esta reflexión o precisas se van distanciando del cuerpo. Cada vez que un concepto de belleza se purga de la materialidad hasta hacerse puro, en una especie de de vaciedad temporal y espacial, lo bello se hace insoportable a cualquier sustantividad de lo físicamente real. Lo cierto es que el cuerpo está alejado de cualquier discurrir filosófico que lo tenga como objeto de estudio en cuanto tal. La aproximación al cuerpo en cuanto objeto de estudio debe asirse de categorías a las que este adaptada cualquier discernimiento filosófico. Los estadios más cercanos para empezar un análisis parten de la biología, de la antropología y de la psicología. Calificar el cuerpo de bello o de feo, depende de las opiniones y del desarrollo crítico de las ciencias antes mencionadas. Hasta ahora jamás se ha elaborado un estudio que tenga al cuerpo como único antecedente, aunque sí que existió un reflexionar detenido en la materia, lo que vino a ser la incipiente filosofía de los presocráticos. Aquellos filósofos buscaron una explicación material al mundo, para lo cual no dudaron en referir a elementos materiales como el agua, el aire y el fuego el origen del mundo. La filosofía comenzó siendo análisis material del mundo, pero paulatinamente se orientó a concepciones metafísicas que superaban la perecedera realidad. Parménides encabezó aquel viraje que domina la filosofía hasta estos tiempos. Someter el cuerpo, en sus elementos fenoménicos, a un estudio que permita crear una narrativa propiamente filosófica, exige su liberación de juicios y valoraciones erradas.